Asistimos a la mancheguización de la clase política y mediática de este país, y Alberto Garzón es la víctima. Para los que no se metan en la boca, cada dos o tres semanas, una decena de mazacotes de pan desbordados de gachas, ese puré marrón con tropezones que sabe a gloria y da ganas de colgarse un zurrón a la espalda y salir a pastorear, digo que, para los que no tengan siquiera raíces manchegas, será práctico buscar en Youtube algún vídeo de José Mota.
Los manchegos disfrutan de un sentido de la ironía regodeante y lleno de saña que utilizan, sobre todo, para ejercer el poder e inutilizar al sometido. Si una criatura de 13 años cuenta en casa que le han invitado a una fiesta nocturna en una discoteca, la madre de meseta dirá: “¿Tú quieres ir?, ¿quieres ir, hijo? Pues no vas porque no me sale a mí de los cojones”. Y si el crío protesta y reivindica su derecho porque otros colegas sí irán, ella continuará: “Tú estás en tu derecho, es verdad, pero el sábado te acuestas a las once”.
–No es justo.
–¿Justo?, ¿justo? Justo a las once te vas a acostar, sí, eso es, hijo.
En el mismo acto de represión se introducen elementos cariñosos, tonos de voz dulzones. Da igual que el niño patalee. La autoridad es la autoridad, tenga o no la razón.
A Alberto Garzón, al pobre, se la están liando a la albaceteña. Lo han dejado fuera de todos los debates a pesar de contar con representación parlamentaria y un peso ideológico importante. También a UPyD, pero creo su sede se abandonó después de que se viera a Rosa Díez con unas cuantas carretillas llenas del cobre que había arrancado a los cables del edificio. El caso es que hay una emoción, unas frotaduras de palmas y un brutal encogimiento escrotal de cara al 7D (lo mismo que segundos antes del gol de Iniesta).
Ante este panorama, el líder de IU no tiene más remedio que vocalizar cada vez más rápido en sus apariciones televisivas, sabe que el tiempo será cada vez más corto, no porque se le agote a él y a su proyecto político, sino porque los que se ocupan de dispensarlo han decidido que no interesa. Garzón agua la fiesta con su terquedad: quién le manda en estos tiempos, cuando atendemos a ver si la Quintana le guiña el ojo a Pablo sin coleta o estructuramos el pensamiento político en esos “zascas” que campean por Youtube; quién te manda, Alberto, seguir pensando que los debates son cosa de la inteligencia y no del espectáculo.
La Pastor y Vallés andan de promoción, hablando de Historia, de frescura, de dignidad periodística, de porcentajes de indecisos. Usan la palabra ‘decisivo’ como si fuera Listerine. Hace unos días, con Wyoming, salió el tema de Garzón. La Pastor dijo que muy bien, que era legítimo que le disgustara. Además, que se quejara ante las cámaras del mismo grupo mediático que organiza el debate no hacía más que confirmar que vivimos en un nuevo clima de libertad y esas cosicas. O sea, que sí, que es injusto, pero se tendrá que acostar a las once.
Fotografía: Catalunya Sí Que Es Pot