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Por primera vez en su eternidad se juntarán para disfrutar de un clásico en su estado de inmortalidad. Nunca antes un FC Barcelona-Real Madrid será percibido desde el olimpo con dos referencias que engloban a toda una doctrina confirmada en religión. Don Alfredo recibirá recién llegado a Don Johan Cruyff y allá, dónde sea que estén, sentirán que una vida se ha ido plena de sensaciones, con el duelo entre dos grandes del fútbol mundial sostenido por la memoria de dos mitos que han unido nuevamente su camino. En su momento Don Alfredo sirvió de inspiración al Flaco, después sería al revés, cuando Cruyff abordó caminos por los que los eternos no habían osado transitar. Johan Cruyff tenía el don que no se había manifestado en Don Alfredo, a pesar de las oportunidades, ni mucho menos en Pelé. Cruyff dominaba el vestuario, gestionaba voluntades e influía en las intenciones de los nuevos protagonistas del fútbol, y así hasta hoy.

En este nuevo clásico viviremos el fruto de su influencia, la impronta de su visión. El FC Barcelona representa la percepción del fútbol que en su día descubrió Johan Cruyff y el tiempo mejoró gracias al estudio, la investigación y la intuición de otros que alabaron a su maestro superando su obra. Hoy día el Barça es una marca registrada de fútbol identificable, de una manera de sentir el juego, de un modo de relacionarse en el campo para mostrar el valor del fútbol de conjunto. Si el fútbol es asociación, en el Camp Nou es obligación. Si el fútbol es concordia entre personas con objetivos comunes, en el FC Barcelona es doctrina con sentimientos afines. Hoy y en el futuro, serán la percepción mejorada de una intuición que se convirtió en cátedra, la que Cruyff contagió y sus discípulos llevaron a la plenitud.

Enfrente vivirá el contraste y la diferencia, el valor del individuo, del esfuerzo por definir y determinar un partido desde la impronta personal. El Real Madrid representa la cultura de la victoria, su grandeza radica en su hambre de triunfo. Mientras el Barça extrema la excelencia desde el gusto y la estética, el Madrid busca, ansía, la victoria per se. No hay método, no hay concordia global, hay deseo de ganar y ello desde que Don Alfredo contagió a toda una generación de madridistas de las enseñanzas que otro Don Adolfo, Pedernera, le inculcó en sus tiempos de aprendizaje. Don Alfredo llevó a Madrid la cultura solidaria de un River Plate único. La Máquina exportó su sentir para desembocar en un foro albo, idílico, puro y allí desarrolló un instinto que acabaría siendo factor determinante de un fervor innegociable.

Este sábado en el Camp Nou se juegan tres puntos y algo más, dos equipos liderados desde la leyenda por dos inmortales. El terreno de juego será testigo de un enfrentamiento entre dos equipos que sostienen sus libretos estratégicos en fundamentos totalmente diferenciados. Un FC Barcelona asociado con la idea del equipo, afilado por la cortante capacidad realizadora de un triunvirato intolerante con el rival, Messi, Suárez y Neymar, sostenidos por la magia de artistas que tienen en el trabajo una cultura de base, una costumbre adquirida. Busquets e Iniesta representan el sello diferenciador, el gen dominante de una institución que adereza el juego de tacto, de armonía y de sutileza.

Un Real Madrid abanderado por un reivindicativo divo que se transforma en pura potencia en el momento en el que el árbitro inicia su solo de viento. Cristiano Ronaldo enfrenta cada duelo como algo suyo, él necesita verse imprescindible; si todos fueran como él, la realidad del equipo lo llevaría a otras dimensiones, él busca el gol, la victoria y saciar su sed de protagonismo a golpe de esfuerzo, de lucha, de superarse a sí mismo las veces que haga falta. Y a su alrededor, individuos que reivindican su derecho a ganar dotando a cada acción de lo mejor de ellos mismos. Benzema, Bale, Modric, jugadores que en otro foro serían el centro de atención, en el Real Madrid son parte de la sucesión de estrategias individuales que los llevarán a la victoria. No sabe nadie cual será el balón ganador, ellos se los jugarán procurando convertirlo en el protagonista del momento. El juego es la sucesión de acciones individuales encaminadas a llevar el balón a la portería rival con ánimo de incrementar la probabilidad de marcar. Y el objetivo final es ganar.

El próximo sábado viviremos un duelo entre un equipo que se relaciona, que interactúa y que juega, tratando de doblegar al contrario desde la colectividad de un esfuerzo común y otro equipo que juega a hacer jugadas con las que romper el falso equilibrio del juego y alzarse con la victoria. El muestrario blaugrana se centrará en la sociedad para la culminación de los tres tenores. El equipo blanco definirá cada acción, cada momento, cada situación en función de quien tenga el balón y cómo sea capaz de evolucionar hasta finalizar la jugada y en caso de no poder hacerlo de forma directa, apoyarse en los cercanos para procurar convertir cada esfuerzo en gol.

Cuando toque defender, la retaguarda azulgrana tocará a arrebato y la presión sin límite sembrará de minas al poseedor del balón del equipo rival. El equipo madridista tratará de replegar a zonas de confort para que el valor físico de la no existencia de espacio útil se alíe con la intuición particular de quién tenga que verse más cerca del balón para intentar recuperarlo.

Dos filosofías, dos culturas, dos estilos sostenidos en dos historias paralelas que definen dos extremos de este deporte. Un partido que abordará dos formas de vivir el fútbol.

Lo único cierto en estos momentos es que todo lo que vaya a ocurrir, a día de hoy es puramente incierto.

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