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¿Cómo sería nuestra vida sin internet? ¿Sería posible recordar lo fácilmente que asimilamos a nuestras vidas la abstracción cibernética después del shock que debió suponernos la carga de nuestro primer portal web? ¿Podríamos viajar al pasado unos 20 años e imaginar cómo reaccionaríamos si alguien nos propusiera matricularnos en un curso virtual, donde las clases y los materiales de estudio se comparten en un campus que flota en una red de redes que nos envuelve sin rozarnos? Seguramente, lo tildaríamos de sonado, en el peor de los casos, o, en el mejor de los supuestos, el prescriptor sería un visionario al que no seríamos capaces de comprender. Hace apenas dos décadas, solo los ejecutivos de las grandes empresas y los fanáticos de la tecnología cargaban un teléfono móvil. La expresión es literal: cargaban aquellos aparatos, pesados, toscos y de pantallas minúsculas. El tiempo y la pericia de los artesanos de la tecnología los ha hecho lineales, aplanados, prácticos y hasta elegantes, ampliando y definiendo unas pantallas ante las que transcurre el mundo vertiginosamente.

Hoy, la mayor parte de los españoles no sale de casa sin su móvil… con conexión a internet. Es decir, la red está inserta a nuestra piel. Y, con ella, también nuestros estudios, si elegimos la vía virtual. Ya no hay que cargar una pesada mochila llena de libros. Cada vez son más los estudiantes que, tras acabar la formación universitaria, deciden aventurarse en un máster online. No solamente influye el menor coste económico de las matrículas. También, obviamente, la facilidad que conlleva cursar esta formación suplementaria desde casa, ya sea tirando de ordenador, tableta o, incluso, teléfono. Internet se ha convertido en una biblioteca global que derriba los aranceles y las fronteras que el saber debía sortear no tantos años. Solo hay que echar un vistazo a las estadísticas de una de estas opciones académicas, como el programa del máster online en Finanzas y Dirección Financiera del Instituto Europeo de Posgrado que forma cada año a miles de alumnos no sólo en España, también en Latinoamérica.

Lógicamente, las escuelas de negocios y las universidades a distancia han sido grandes beneficiadas de la aparición y expansión irremediable de internet, pero el estudiante de un centro de educación secundaria convencional, incluso en los más longevos, ya no concibe su formación universitaria ajena a la red de redes. Internet no es un complemento, es donde ocurren las cosas. También, donde se aprenden.

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