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El canto del cuco es una novela detectivesca de corte clásico en la que la intriga criminal se ve eclipsada por la importancia que da el autor a los personajes, su vida, su personalidad y sus relaciones.  La descripción domina sobre la acción, también en lo que se refiere a la recreación de ambientes;  todo Londres desfila ante nuestros ojos, desde las obras faraónicas de Tottenham Court Road hasta los clubes nocturnos reservados a la gente más guapa del momento, pasando por los puestos de kebab y el cuartel general de un diseñador de moda de postín.  En el fondo se trata de una versión 2.0 de la conocida fórmula inmortalizada por Agatha Christie de usar la investigación de un crimen como excusa para hacer un retrato sociológico de un lugar y una época, aunque Robert Galbraith prescinde del refinamiento pudoroso de la señora Christie y nos retrata una sociedad más dura y despiadada que la de las novelas de antaño.  En El canto del cuco hay sitio de sobra para mutilados de guerra, amores convertidos en campos de batalla, egocentrismo despiadado, familias disfuncionales y, sobre todo, la lucha diaria por la supervivencia económica y emocional de todos los personajes implicados en una trama en la que nadie parece haber sido nunca realmente feliz.

Una novela, en suma, que merece la pena ser leída y comentada por sí misma y no por el dato anecdótico de su autoría:  la archifamosa J.K. Rowling quiso esconderse tras el pseudónimo Robert Galbraith y la personalidad de un militar retirado de edad madura para escribir y publicar con toda tranquilidad una serie de novelas detectivescas al margen de toda referencia a niños con gafas y varitas mágicas, pero sus planes se vieron frustrados por la traición de algún miembro de la firma de abogados en la que había depositado su confianza para poder llevar a cabo su plan.  Y aunque la novela había tenido un modesto éxito anónimo durante los tres meses que tardó en descubrirse la trama (vendió unos 8 500 ejemplares y recibió dos propuestas de cadenas televisivas) después el libro se vio eclipsado por el nombre de su autora, exactamente lo que la Rowling había estado intentando evitar.  Algo doblemente injusto porque si la novela fue escrita por J.K. Rowling, la historia está narrada por Robert Galbraith:  la autora no solamente se inventó un nombre sino también un personaje narrador oculto bajo cuyo punto de vista vamos viendo desarrollarse los acontecimientos de la obra.  Un hombre un poco anticuado, que no tiene paciencia con los ricos y famosos y cuyo historial militar se pone de manifiesto en su manera estructurada y detallista de ir presentando y analizando los hechos, desprovista de artificios literarios y con un buen ojo para los detalles.  Es una voz narrativa que merece tener una continuación en las siguientes entregas de la serie, espero que toda la explosión mediática en torno a su desenmascaramiento no haya tenido como consecuencia el reducir su papel a un simple pseudónimo en la cubierta del próximo libro.

J.K. Rowling by Negra Tinta. Ilustración de Jorge Berenguer para Negra Tinta. © Negra Tinta 2014

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