Fotografía: Lorena P. Durany

Las idolatrías deportivas existen y son parte del ser argentino. Maradona, Messi, Vilas, Fangio, Sabatini y tantos otros componen este grupo de “ídolos”. Repito, ídolos, no modelos. Mientras a estos últimos los estudiamos, los comparamos, evaluamos sus limitaciones y errores y tratamos de imitar sus actos o de llevar adelante sus ideas, con los primeros esta ecuación no existe.

El ídolo se adora y punto. No se discute. Se puede creer en él o no. Pero si en él creemos entonces lo adoramos sin límites. No me refiero al ídolo material que vemos y tocamos sino a la entidad espiritual que representa, y ya de eso las religiones neopaganistas sabían algo. Pues bien, el ser argentino ha sido siempre un idólatra. Porque esta adoración deportiva, es parte de una adoración política y social que obviamente marcó la historia del siglo XX en Argentina.

Y a partir de allí nacen las dicotomías que en todos los campos de la sociedad marcaron a fuego este país. Con el idólatra no se razona, no se discute. El idólatra cree y basta, y si el otro no cree, ¡es claro que esta equivocado! Todo, (y cuando digo todo es casi todo) ha sido llevado a dicotomías. En la literatura argentina para un Borges, hay un Cortazar o un Sábato, para el grupo Florida hubo un grupo Boedo. En política, para un radical hubo un conservador, para un peronista un antiperonista. Y la división está servida, con la consecuencia lógica que esto trae, enfrentamiento, odio y sangre…

Y claro, los ídolos muchas veces apoyan e incentivan esta dicotomía que tan bien les sienta.

Como la historia nos muestra, el final de los ídolos es tragico, cayendo ruinosa y ruidosamente de sus pedestales, pisados y maltrechos dejan el espacio a otros ídolos, y ese cambio genera aún mas incertidumbre, más rabia. Un sentimiento de no pertenecer y de angustia acompaña a quienes lloran su caída, y se reinicia la búsqueda de otro ídolo o de entender como adorar a aquel que ha sido impuesto por las circunstancias…Y allí fallamos.

¿El camino será mas duro? Tal vez. Los modelos necesitan tiempo, paciencia y perseverancia. Debemos creer en ellos, no adorarlos. Entender que todo modelo puede mejorarse…

Argentina perdió la final del mundial, pero ganó un modelo. El modelo de la humildad, de la unión, del trabajo silencioso metódico y perserverante.

Aqui, en este equipo, tenemos un modelo en el cual podemos reflejarnos, sin ídolos, sin adoraciones. Aprovechemos ahora, antes que las flores mundialistas se sequen en los balcones de Buenos Aires…

La encrucijada esta allí, la decisión es nuestra.

Este camino ya nadie lo recorre, salvo el crepusculo. Matsuo Basho

 

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