La serie de HBO Juego de Tronos estrena su quinta temporada tras haber cosechado un éxito sin precedentes en todo el mundo. Su argumento está basado en los grandes acontecimientos de la historia antigua y medieval. Este es un repaso por sus principales escenarios.

–Tienes qué ver esa serie. Es increíble.

–¿Cuál de todas?

Juego de Tronos.

–¿Y de qué trata?

–Es un mundo imaginario, de reyes, guerreros y dragones, es como El señor de los anillos pero n…

–No, gracias. No me interesan nada los temas de fantasía.

Muchos espectadores, críticos y cinéfilos escépticos se estrellaron contra su propia testarudez. Pero cuando al fin decidieron darle al play descubrieron que la estética medieval y sobrenatural (usualmente dirigida a un público concreto), no aminoraba ni un ápice su interés y pasión por la historia y cada uno de los personajes. Y se preguntaron: ¿Cómo pude tardar tanto? ¿Cómo logra ser tan adictivo? ¿Cómo es posible sentirse tan identificado con un enano aristócrata, putero y experto en intrigas, con un guerrero iluso perdido en un mundo de hielo, con una niña disfrazada de niño en perpetuo exilio, con una reina desterrada que vaga por el desierto con tres pequeños dragones?

Y como respuesta obtuvieron una evidencia sorprendente: nunca algo tan lejano nos fue tan cercano.

Juego de Tronos, la serie basada en las novelas del norteamericano George R. R. Martin, inició su camino en 2011 y acaba de estrenar su quinta temporada simultáneamente en casi 200 países, conformando un éxito sin precedentes en la historia de las series. Los críticos de medio mundo han caído rendidos ante esta superproducción de HBO y aseguran que nunca un argumento en clave fantástica ha atrapado a un público tan heterogéneo.

La expectación crece con cada nueva temporada. En las secciones de cultura de los periódicos los reporteros tararean la melodía del “chun chun chu-ru chun chun” inicial con el ansia del drogodependiente. Se habla de lo que viene y de lo que ha pasado. Los guías turísticos de media Europa se ven obligados a mencionar que aquí se rodó tal capítulo o tal temporada. “¿Pero aún no la has visto?”, preguntan a los que se quedan callados. “¡No me cuentes nada!”, gritan los serieadictos cuando se topan con un spoiler. Porque si hay dos adjetivos para definir esta historia estos son: sorprendente e impredecible. Nada se puede dar por hecho en Juego de Tronos, cualquier personaje puede morir o caer en desgracia en cualquier momento.

Aunque la serie le debe mucho estéticamente a la saga del anillo de Tolkien, basta ver dos capítulos para descubrir que tiene más que ver con Shakespeare, con Homero y con los grandes dilemas de la literatura clásica que con las aventuras mágicas de Frodo (aunque estas también son un referente para el autor).

En la obra de George R. R. Martin ninguno o casi ninguno de los conflictos se resuelven a través lo sobrenatural: todo destila humanidad, amor, sexo, violencia, envidia, lujuria, celos y sobre todo traiciones, muchas traiciones que nos sitúan más cerca de la “alta política” –de las intrigas de Macbeth, de los dilemas de Hamlet y las venganzas de los Corleone– que de la magia. Pablo Iglesias, el líder del nuevo partido de izquierdas español, Podemos, lo sabe mejor que nadie y no deja de declararse fanático de la saga. Hace poco le regaló al Rey de España una copia de la serie, para que “le de las claves de la crisis política”.

Un repaso por la Historia

El conflicto narrado en la obra de Martin está inspirado en la Guerra de las Dos Rosas, que enfrentó a la casa de los Lancaster con la de York por el trono de Inglaterra entre 1455 y 1487. La rivalidad entre los Lannister y los Stark encaja como una pieza de puzle –no solo por el parecido fonético de sus nombres– en el contexto histórico inglés. Pero lo que de verdad asombra de Juego de Tronos no es la semejanza con este periodo, sino la enorme variedad de guiños históricos y lo heterogéneo de los mismos. En esta aventura “imaginaria” cualquier iniciado puede reconocer los grandes momentos de la historia mezclados y disfrazados. Aquí van algunos ejemplos y detalles que no desvelan la trama:

Comenzando por la parte septentrional del mapa creado por Martin, la capital de los norteños, Winterfell (o Invernalia), podría ser un trasunto de York (la gran fortaleza medieval al norte de Londres) con aires de Edimburgo (la capital escocesa). Podríamos incluso asimilar a los Stark –acento incluido– con la cultura gaélica tan presente en Irlanda y Escocia. El paisaje boscoso y húmedo fue rodado en Irlanda y el vestuario y el aspecto rudo y campirano de los norteños despierta en la memoria a los guerreros highlanders de Walter Scott, Rob Roy o Braveheart.

La capital del reino –King´s Landing o Desembarco del Rey– tiene indudablemente el clima y los colores del mediterráneo –sus secuencias fueron rodadas en Dubrovnic (Croacia) y Malta. Sus calles son estrechas y sinuosas, como las de las ciudades árabes, sus palacios son ostentosos, sus columnas corintias como en la antigua Roma y su fortaleza y muralla exterior tienen algo del Londres medieval. El acento y el aspecto rubio y engolado de los Lannister también son inequívocamente británicos.

En el sudeste destacan los Dothraki, un pueblo nómada y guerrero cuyo aspecto moreno y barbado recuerda a los antiguos persas y a los primeros imperios mesopotámicos –véase la esfinge de Sargón el Akadio– pero con un estilo de vida más cercano al de Atila y sus hunos o al de los mongoles. La lengua y gramática dothraki (que ya se enseña en varios sitios web) se inspira en el ruso, en el turco, en el estonio y en el swahili.

También del oriente provienen los Targaryen, una dinastía refinada que tiene semejanzas con la Atenas clásica y la Florencia renacentista. La tierra natal de los Targaryen, Valyria, es otro referente claro del imperio romano constantemente enfrentado con los cartagineses (en la serie, el imperio Ghiscari) cuya capital fue destruida y rociada de sal, al igual que Cartago tras las Guerras Púnicas.

Una de las referencias más claras de la saga es el muro que el emperador romano Adriano construyó en el año 122 para defender el territorio de la Britannia de la llamada Caledonia (la actual Escocia), habitada, según las antiguas creencias, por tribus salvajes y criaturas monstruosas. En la serie el muro tiene dimensiones gigantescas y el territorio que separa es un paisaje de hielo y nieve rodado en Islandia.

En cuanto a los personajes basados en modelos reales la lista es igualmente extensa (sáltense este párrafo si no han visto la serie). ¿Cuántos reyes borrachos y descuideros –como Robert Baratheon– han echado a perder la unidad del trono, empezando por nuestro Enrique IV de Castilla? ¿Cuántos soldados y protectores del reino –como Eddard Stark o William Wallace– pagaron cara su valentía? ¿Cuántas reinas han sido capaces de conspirar contra un familiar para conservar el poder, tal y como hizo Isabel de Tudor o Cersei Lannister? ¿Cuántos favoritos intrigantes y seductores, como Baelish, Godoy o Thomas Cromwell? ¿Cuántos soberanos conquistadores, como Aegon I o Guillermo el Conquistador? ¿Cuántos niños monarcas convertidos en títeres por los Estuardo y los Tudor? Y sobre todo: ¿cuántos adictos al juego de la gran política y las conspiraciones, comenzando por el deforme Ricardo III y culminando en ese Tyrion Lannister que tiene prendado a medio mundo?

Tyrion-Lannister

Queda claro: el imaginario de George R. R. Martín bebe de los grandes acontecimientos de la humanidad más que de la magia y las leyendas. Enumerar todos los paralelismos históricos es tarea de tesis doctoral, pero baste decir que conforme avanza la serie iremos escuchando más y más acentos reconocibles – acentos españoles, árabes, turcos e italianos– y aparecerán nuevas ciudades –como Astapor, rodada en Marruecos, y Dorne, en Sevilla– que nos referirán a las antiguas culturas del Mediterráneo. Los amantes de la Historia se pueden ir frotando las manos.

Pero que no nos abrumen los datos, las fechas y las dinastías; independientemente de nuestro interés cultural nos espera una serie sorprendentemente humana en la que no podremos dejar de amar y odiar a unos y otros. Una historia de hombres valientes que tienen miedo y de villanos que acaban sintiendo compasión. Un mundo a la vez lejano y cercano en el que los personajes nos roban el corazón y nos quitan el sueño. Un mundo maniqueo lleno de asaltadores, violadores y gobernantes despóticos que, sin ser real, es el puro retrato de la humanidad.

Yo mismo me negué a verla durante años y hace poco, cuando al fin le di al play caí rendido a sus pies a los pocos capítulos. Me enamoré de ese enano putero e intelectual, de ese padre infiel pero valiente y de sus hijos, perdidos por el mundo y desamparados… Hoy hasta los villanos me tienen en vilo. Y yo mismo me pregunto por qué me siento tan identificado con estos personajes y con su suerte. Mucho más identificado que con la gran mayoría de los personajes de las series españolas y mexicanas, a pesar de ser cercano geográfica y cronológicamente. La respuesta está en la magia del cine. Porque esta serie es cine con mayúsculas.

Cada vez somos más los espectadores alérgicos a la magia y a las historias de reyes y dragones que caemos rendidos ante Juego de Tronos. No podemos sino enmendar nuestra testarudez recomendándola sin cesar:

–Tenéis que ver esta serie.

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