Hoy hago un paréntesis en los artículos sobre la historia de los mundiales y de sus protagonistas. Y lo hago por una razón de peso: destacar la trayectoria de uno de esos jugadores ejemplares que nunca llegarán a disputar un partido de la Copa del Mundo. Un crack anónimo que humaniza un deporte cada vez más edulcorado. El miércoles anunció su retirada del fútbol Koikili Lertxundi del Campo (Otxandio, Bizkaia, 23 de diciembre de 1980), lateral izquierdo del Athletic Club. También estuvo en el Mirandés y en otros muchos equipos vascos de categorías menores. Podría haber sido un futbolista más, pero por muchas cosas ajenas al deporte me ha marcado profundamente. «Decisión muy difícil, el corazón manda, ¡he decidido colgar las botas! Gracias por estar a mi lado en este maravilloso viaje. #nuevasilusiones», escribió en su cuenta de Twitter el ya exfutbolista, dejando un vacío en muchos aficionados vascos, algunos amigos míos. ¿Por qué ese cariño, si no hablamos de un Julen Guerrero?

No en vano, Espartaco o Koi, como se le apodó en su paso por Sestao River, no fue nunca un jugador normal. Al menos por el concepto de normalidad que se entiende en estos días de jugadores metrosexuales, que parecen modelos de pasarela y que van enseñando tableta de abdominales y tatuajes cuando finaliza el encuentro. Para empezar su nombre, Koikili no es ni siquiera un nombre común, ya que es una traducción muy particular e infrecuente al euskera de la onomástica de Cecilio, hecha por Sabino Arana, el fundador del Partido Nacionalista Vasco.

Después porque, aunque ha sido un lateral muy completo, con un gran salto a pesar de sus escasos 168 centímetros, con una buena técnica con la pierna izquierda y una gran capacidad de sacrificio, Koikili no lo tuvo fácil para triunfar con los Leones de San Mamés. Tuvo que debutar como neoprofesional con el Aurrerá de Vitoria, en la temporada 1998/1999, y después militar durante dos años en el Osasuna B para abrirse paso. Tras jugar 37 partidos y marcar dos goles en dos años con el filial rojizo comenzó un periplo por clubes modestos como el Gernika, el Beasain y finalmente el Sestao River, donde llamó la atención de los ojeadores del Athletic, en concreto del entonces responsable del filial Kike Liñero. Ahí le llegó el soplo de suerte que todo currante necesita.

Fue así como en la 2007/2008 es fichado para jugar en el equipo B a la tardía edad de 26 años. ¿Pero qué vizcaíno es capaz de resistirse a vestir la camiseta del Athletic? El milagro se agranda cuando dos buenas actuaciones en partidos de pretemporada ante el Nàstic y la Fiorentina le permiten ganarse la confianza de Joaquín Caparrós. El entonces míster bilbaíno lo hizo debutar en la máxima categoría del fútbol español, incorporándolo a la primera plantilla. Y llega lo nunca visto. Con el club de San Mamés disputa cinco temporadas en las que juega un total de 98 partidos oficiales –82 de Liga, 13 de Copa del Rey, uno de Liga Europa y dos de la Supercopa de España– y mete dos goles. Caparrós convirtió a este chico de la Segunda B en un futbolista totalmente válido para Primera División y solo la llegada de Marcelo Bielsa condena al banquillo a Koikili. Por eso, cuando termina contrato en la 2011/2012 y viendo que no se le va a renovar decide fichar por el Club Deportivo Mirandés, que acaba de ascender a Segunda División. Con los burgaleses se convierte en titular indiscutible, jugando 53 partidos y siendo uno de los ídolos del pequeño estadio de Anduva. El hombre milagro encaja a la perfección en un equipo milagro.

Aún así, con el descenso del equipo de Miranda de Ebro a Segunda B se rompía todo tipo de condición contractual y contra todo pronóstico y con tan solo 33 años el miércoles Koikili anunció que decidía colgar las botas. Curiosamente, lo hizo junto a todos dos futbolistas con los que compartió vestuario en estas últimas campañas y que también tienen pasado en San Mamés: el donostiarra Iñigo Díaz de Cerio, que lo deja con 30 años recién cumplidos, martirizado por las lesiones, y el navarro Txomin Nagore, todo un mito del fútbol modesto estatal que se retira con la friolera de 39 años.

Hasta ahí el Koikili futbolista. Pero este pequeño jugador llamó mi atención por mucho más. Por ejemplo, es sobrino del político Roberto Lertxundi, histórico de la política vasca que empezó a luchar por la democracia en la dictadura: comenzó con el Partido Comunista, siguió en Euzkadiko Ezkerra y desde 2009 es senador por designación autonómica a propuesta del PSE-EE. Además, antes de ser lateral en el campo de fútbol, Koikili se inició en la lucha grecorromana en un pequeño gimnasio de Otxandio, su localidad natal, donde conoció a la medallista olímpica Maider Unda. No se le daba mal esta especialidad si nos atenemos a su palmarés: consiguió en tres ocasiones el título de campeón de España en categoría cadete. Su pasión por la lucha la pudo desarrollar hasta los 15 años, cuando no pudo compaginar más los entrenamientos de los dos deportes que practicaba. ¿Perdió el deporte euskaldun a otro medallista olímpico?

Pero Koikili nunca se centró solamente en el fútbol, como ocurre en muchos casos de jugadores neoprofesionales. El vizcaíno es licenciado en Historia por la Universidad del País Vasco y socio mayoritario de una consultoría de recursos humanos, Itzarri Consulting, en la que trabaja cuando no está entrenando. Además, siempre ha sido una persona muy comprometida política y socialmente. Por ejemplo, colabora activamente en el portal Fútbol Rebelde, donde publicó una carta pública con motivo de la muerte, en abril de 2012, del seguidor del Athletic Iñigo Cabacas a causa del impacto de una pelota de goma lanzada por la Ertzaintza en un partido contra el Schalke 04. En la misiva, Koikili mostraba su «tristeza e indignación por el grave hecho ocurrido», pidió justicia y apoyó públicamente a su familia. Es más, en 2011, La Razón en uno de sus artículos de opinión le destacaba como uno de los posibles miembros de una lista política por Bizkaia de la coalición independentista Amaiur. Esta filiación política no se confirmó nunca.

«Soy una persona que se ha trabajado a sí misma desde muy joven, tanto en los aspectos relativos al deporte, como a los estudios y al trabajo. Me motivan los retos, más aún si su dificultad es alta, pero tampoco por lograr el éxito pierdo la perspectiva de la persona, su sensibilidad y sus aspiraciones. Es más, estoy convencido de que todas las personas se merecen una segunda oportunidad, aunque también es cierto que estas oportunidades no pueden ser infinitas». Así se define el gran Koi. Su hoja de servicios viene a confirmarlo. Me pregunto si Messi o Cristiano Ronaldo tienen este currículum.

Beti gora eta zorte ona, Koi!

(¡Hasta siempre y buena suerte, Koi!)

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