América. Siglo XVI. Mientras que en torno al trato del indígena americano se abrían debates y corrían ríos de tinta, la trata de esclavos negros estaba a la orden del día y nadie parecía escandalizarse en la Corona Hispana. Mientras Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas se partían la cara por reconocer los derechos de los pobladores nativos de América ante los reyes, la nobleza y el clero, se obviaban los derechos de los esclavos africanos que tan bien habían servido para colonizar y conquistar el Nuevo Mundo.

El propio De las Casas llegó a pronunciar en uno de sus discursos que era buena la trata de esclavos africanos para aliviar el sufrimiento del indio. Bartolomé, un transgresor del pensamiento para la época, acabó por arrepentirse de estas palabras (menos mal). A la América Hispana llegaron esclavos negros a través de Veracruz, Cartagena de Indias y Buenos Aires, principalmente.

Por parte portuguesa, en cambio, no hubo ningún tipo de remordimiento a la hora de configurar una red de trata esclavista. De hecho, fue una de las fuentes más importantes de ingresos durante toda la etapa colonial lusa. Los esclavos negros se usaban para trabajar en las plantaciones (azucareras, mayoritariamente) y también, en menor grado, en las minas.

En cuanto al indígena americano, los portugueses hicieron lo que el resto de potencias colonizadoras: apoyarse en ellos y usarlos para su propio beneficio; primero, porque los nativos sabían mejor cómo explotar los recursos en la zona, así que, en primera instancia, resultaba mucho más sencillo aliarse con ellos que guerrearles. A diferencia del caso hispano, los portugueses no tuvieron que enfrentarse a dos grandes potencias imperiales bastante avanzadas como la inca y la azteca, que contaban ya con una población inmensamente más amplia que la zona colonizada por Portugal aunque, en proporción, también se teje una red de comercio y alianzas entre diversas tribus y los colonos. Ambas potencias utilizaron también a los mismos indígenas para conquistar. Es imposible entender una conquista sin un apoyo autóctono. A nadie se le ocurriría pensar que Cortés, con unos pocos cientos de soldados, iba a ser capaz de derrocar por sí mismos al potente Imperio Azteca.

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Pero aquí es donde me hago yo la primera pregunta: ¿Realmente, hasta qué punto fue el indígena americano libre, en el sentido más amplio y humanista de la palabra? Para comenzar, hay una mitificación, tal y como hemos comentado, de la sociedad colonial americana. Una idealización teórica que choca frontalmente con una realidad que no es, ni por asomo, parecida. Si bien un indígena podía ser vasallo del rey y, por lo tanto, ser libre por derecho, otra cosa bien diferente era lo que sucedía en realidad. La encomienda, en la América Hispana, es un esclavismo, para que nos entendamos, “con papeles”; igual que la patente de corso era una piratería declarada legal por intereses más o menos ocultos. Es decir, trabajo forzoso encubierto por leyes para no aludir directamente a la palabra esclavismo. Es un doble juego permanente. Si bien la encomienda pudo aliviar ciertos remordimientos (y llenar muchas arcas), el hecho es que el indígena seguía explotado y marginado de una sociedad donde la raza y el origen social establecían todos los derechos y obligaciones.

Otro ejemplo: en 1639, el Papa Urbano VIII promulgó una bula en la cual se prohibía la esclavitud en las colonias portuguesas e hispanas. El propio monarca español, Felipe IV acató la bula. Eso sí, sólo en la medida que afectaran a los indígenas, nada se habla de los esclavos africanos. Era tal la magnitud de ingresos a muchas bandas lo que generaba la trata de esclavos negros que ni una bula papal, aun siendo emitida para potencias muy arraigadas en el cristianismo y en la promesa de evangelización americana como la portuguesa y la hispana, obtuvo el efecto deseado de erradicación de la esclavitud, al menos no en su totalidad. Carlos I sería el encargado de abolir la esclavitud propulsando las Leyes Nuevas y Sebastián I de Portugal haría lo mismo 30 años más tarde. Abolición que sólo atañía a los indígenas americanos.

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Analicemos ahora de la importancia de los esclavos en las dos sociedades colonizadoras. ¿Por qué las coronas hispana y portuguesa tuvieron que recurrir a los esclavos para potenciar sus colonias?

En el caso hispano, la respuesta resulta bastante fácil si vamos a consultar algún gráfico de demografía de los siglos XVI y XVII. Se puede afirmar, casi con rotundidad, que la introducción de esclavos africanos en los territorios de Nueva España, de manera mayoritaria, se debe a la depresión demográfica que tuvo lugar después de la conquista a causa de la propia guerra y de las epidemias de origen europeo que diezmaron intensamente a la población indígena. Era necesaria mano de obra y por eso se recurre al esclavo negro. De hecho, en zonas como Cuba, se hizo indispensable debido a la masacre de indígenas que se cometió en el primer período de la conquista de las Antillas. En 1521, los africanos en Nueva España no rebasaban la docena y, ya para 1570, había cerca de 20.000. Únicamente comenzó a descender la cifra a finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando la población mestiza y criolla alcanza límites de autosuficiencia sin necesidad de “importar” personas.

El caso portugués tiene un carácter parecido. Una diferencia es que, los portugueses, no se encontraron con una masa de población del calibre que se encontraron Hernán Cortés o Pizarro. Se toparon con tribus dispersas con niveles militares desiguales que acabarían siendo aliadas de los colonizadores. Tampoco Portugal tenía la potencia militar que abarcaba España, así que la opción más sencilla fue la de importar esclavos a sus colonias para las factorías y, al mismo, tiempo crear un red de mercado esclavista para abastecer al resto de colonias. Este gráfico de 1977, quizás algo desfasado en cuanto a cifras, nos da a entender en mayor o menor grado la magnitud de este comercio a lo largo de toda la etapa colonial en América benefició a la Corona Portuguesa.

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Es decir, la gran diferencia entre España y Portugal radica en la envergadura económica de su mercadeo. Portugal se lucró, creó un mercado y pudo también explotar grandes factorías. Para la economía portuguesa, el esclavismo era parte vital de su equilibrio de cuentas. La América hispana, por su parte, se abasteció para poder llenar la demanda de mano de obra que había en sus colonias.

A nivel social, ¿en qué medida el esclavo tuvo influencia en la sociedad que se desarrolló en las colonias americanas de las dos potencias?

En las colonias portuguesas, el esclavo y el indígena eran el sector social más oprimido. Debido al duro trabajo que realizaban, a la opresión por parte de sus amos, a las deficiencias sanitarias y a la escasez de mujeres, fueron un grupo muy mermado demográficamente; morían más esclavos de los que nacían. Este hecho propició que el volumen de esclavos importados fuese tremendamente elevado. Dentro de este sector había diferencias sociales. En primer lugar encontramos a los bárbaros (recién llegados de África), a los ladinos (aculturados), a los criollos (esclavos negros nacidos en Brasil) y a los mulatos. Vivían en barrios donde podían ejercer en cierta medida sus costumbres y cultura, pero también encontramos mulatos; y, si hay mulatos, es que hay contacto con otros sectores de la población no esclava. Aquí encontramos otra vez que la teoría y la práctica distaban mucho de estar hermanadas. La mezcla era mucho mayor y mucho más frecuente de lo que cuentan normalmente las crónicas y los documentos.

En las colonias portuguesas se daba en muchas ocasiones, sobre todo al final de la etapa colonial, situaciones en las que había más africanos que indígenas americanos y portugueses juntos. Esto ayudó muchísimo a la hora de la emancipación en cuanto la élite criolla se empezó a sentir identificada con su tierra y cada vez menos portuguesa, más o menos lo que pasó en las primeras independencias hispanas.

En las colonias españolas, el esclavo negro poco a poco fue integrándose y no fue un mero espectador, todo lo contrario. De hecho, en Nuevo México encontramos resistencia y brotes insurgentes de esclavos. Los cimarrones, por ejemplo, eran esclavos africanos que escapaban de sus dueños y vivían en la montaña de forma autogestionada, sobre todo en la zona de Veracruz. Hay que resaltar que en México la raza negra constituye la tercera raíz mestiza, es un elemento para tener en cuenta y para romper muchos esquemas mitificados sobre la relación de razas en la zona de Nueva España. Otro ejemplo de población proveniente de África que participó de forma activa lo podemos encontrar en Buenos Aires, donde la población negra fue vital a la hora de defenderla del intento de ocupación inglesa en 1810. No son un sector pasivo pese a su privación de derechos.

En cuanto a la abolición de la esclavitud negra, para terminar, hay que comentar dos datos que hablan por sí solos. En Cuba (siendo aún parte de España) se abolió la esclavitud en 1886 y en Brasil (ya independiente) en 1888. Nos parece algo muy lejano y ajeno, y no lo es tanto. 

Fotografías: Wiki Commons

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Para leer más sobre este tema:

–BETHELL, Leslie; Historia de América Latina: América Latina Colonial. La América Precolombina y la Conquista. Editorial Crítica. Grijalbo Mondadori. Barcelona. 2003.

ELLIOT, John H. Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en. América, 1492-1830. Madrid, Taurus, 2006.

LOCKHART, James – SCHWARTZ, Stuart; América Latina en la Edad Moderna: una historia de la América española y el Brasil coloniales. (1983) Madrid 1992.

MÖRNER, Magnus; La mezcla de razas en la Historia de América Latina. Buenos Aires, 1969.

–SERRERA CONTRERAS, Ramón María, La América de los Habsburgo (1517-1700), Sevilla, Universidad de Sevilla, Real Maestranza de Caballería de Sevilla, 2011

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