Dolores Ibárruri, Pasionaria, después de más de cuarenta años de exilio en Moscú a causa de la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista, decía al llegar a Madrid: “Al fin, Barajas, España. Mi España. Era imposible contener la emoción. ¡Por fin! ¡Por fin iba a pisar mi suelo patrio, fundirme nuevamente con mi pueblo, con los trabajadores de mi tierra!”.
España, a Pasionaria le entristecía profundamente no haber podido pisar “su” España, la España de los trabajadores, la España de los que luchan por la igualdad y la libertad, la España que es la columna vertebral de la propia España, esto lo sabía muy bien Dolores, era de familia minera. No echaba de menos a la España castiza, a la España de los falsos patriotas que se llenaron sus bocas con “España” una y otra vez para defenderla del “agresor” (sirvan las comillas para matizar el pensamiento del bando nacional). Proteger al país de la República que había puesto en jaque el anacrónico sistema de reyes, nobles, alto clero, y caciquismo campestre que recordaba más a la Edad Media en todo su esplendor feudal que la Contemporánea.
Cuando uno abre los libros de Historia de España que tenía en la escuela secundaria, en la ESO y en Bachiller, después de haber cursado cinco de Licenciatura en Historia, me di cuenta que se está sometiendo a las futuras generaciones a un engaño. Ya no porque los libros mientan, simplemente son omisiones de periodos, personajes y hechos que marcan el devenir de la lucha por la dignidad en nuestro país. En definitiva, no echaba de menos a la España que imponía su ley a modo de Dictadura rancia y casposa, creía en la libertad de decisión del trabajador, como relata en una de sus entrevistas: “Vengo a vivir en paz y a trabajar en el partido como se trabaja en un país normal. No a resucitar historias. Vengo a defender nuestras ideas, a propagarlas. Pero es el pueblo quien tiene que decir cómo se van a resolver los problemas que se presenten…”. Concienciación, hacer ver al trabajador que la mejor forma de dignificarlos como personas y como clase obrera era la teoría marxista que ella defendía de forma vehemente en cada uno de sus discursos la incansable luchadora vizcaína.
Para el que escribe estas líneas, Dolores representa a la España que no se quiso poner de rodillas. Representa la dignidad de la clase que más sufre porque ella misma fue la voz de todos ellos. Escribe Manuel Vázquez Montalbán, autor del prólogo de las memorias de Dolores que “el pueblo acepta a sus líderes naturales cuando tienen una visión de conjunto de lo que les pasa y de lo que hay que hacer para que la realidad se transforme, y éste es el caso de aquella hija de minero, esposa de minero, católica y carlista en sus orígenes y que de pronto un buen día descubrió que podía convertirse en la voz natural de esa clase muda y explotada.”. A Dolores le bastó con sufrir en sus propias carnes lo duro de la vida del explotado, le bastó con haber tenido la suerte de poder estudiar y de tener acceso a la bibliografía marxista para darse cuenta de que todo lo que rodeaba a su adorada clase obrera era miseria a costa de la buena vida de la minoría explotadora.
“La división, la ruptura engendra tensiones, enemistades entre camaradas y amigos. Disminuye la influencia, la incidencia de los comunistas en la sociedad. Desequilibra y debilita no sólo al movimiento obrero, sino también a la democracia en nuestro país. Nuestra división sólo puede favorecer a las fuerzas reaccionarias.” Como si de una visión se tratase, Pasionaria hace un esbozo de la España actual. Si cambiamos “los comunistas” por “la igualdad” y “fuerzas reaccionarias” por “bancos y casta política” podemos observar como ya desde hace tiempo se nos viene avisando de la catástrofe en que ha caído el sistema político/económico no solo de nuestro país, sino prácticamente de todo el bloque occidental, hablando en el “neolenguaje” tan de moda en los últimos tiempos.
Con el paso de los años reabro el libro de Historia de 2º de Bachillerato y me dispuse a analizar, ya con vista de historiador [a veces esto es un hándicap] el periodo que transcurre desde la proclamación de la II República española hasta la muerte del Generalísimo. Mi sorpresa viene cuando a la familia Primo de Rivera, padre e hijo, se le dedican dos páginas divididas entre la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y la ideología de base del Franquismo, con hincapié más o menos extenso e imparcial en el asesinato de José Antonio.
¿Por qué mi sorpresa? Porque cuando entro en la búsqueda del movimiento antifranquista, de los personajes que lucharon por la igualdad y la libertad en este país me encuentro con que a Clara Campoamor se le dedican dos líneas, ninguna a Victoria Kent. A Dolores Ibárruri la mencionan durante “friolera” de dos líneas para referirse a ella únicamente como fundadora y secretaria del PCE. Santiago Carrillo tiene récord y la editorial del libro le dedica un párrafo de seis líneas, haciendo la inevitable parada en Paracuellos. En la II República nada a destacar, breves esbozos del sufragio femenino, una Reforma agrícola que ponen como causas del golpe (obviamente, a ningún cacique de la época le tuvo que hacer gracia). La explicación de lo acontecido en Casas Viejas entre el 10 y el 12 de enero de 1933. Según el libro de texto de Bachillerato “un grupo de anarquistas fue masacrado en una medida de represión del Gobierno por la ocupación de tierras en Andalucía”. ¿Por qué no se explican los motivos más allá de la mera ocupación? ¿Por qué no se hace un pequeño esbozo de por qué luchaban estos anarquistas el día en que decidieron jugarse el pellejo ante el poder de la oligarquía campestre de la España republicana?
Reflexiono a partir de los párrafos anteriores y me doy cuenta de que la Historia que aprendí en la escuela, la Historia que se me impone es, digamos, el sistema establecido. Es una Historia parcial, una Historia de vencedores donde los vencidos son borrados del mapa o mencionados de pasada, donde Viriato es descrito como un bárbaro enfurecido y no como un ejemplo a la hora de enfrentarse a un gran imperio para poder seguir viviendo y, sobre todo, decidiendo su futuro y el de su pueblo. Donde las gestas de Don Pelayo, el Cid o Isabel la Católica ganan en la balanza de las palabras a las infinitas aportaciones en todas las materias científicas y culturales de la España mora. Pasionaria resume este sentimiento de falta, a mi humilde parecer, cuando vuelve al Congreso de los Diputados en 1977: “Yo contemplaba el hemiciclo. Sí, era el mismo de 1936. ¡Pero tan diferente! No sólo por su modernización. Yo buscaba rostros conocidos… Pero allí no estaban ni Gil Robles, ni Manuel Azaña, ni Negrín, ni Lluís Companys, ni Largo Caballero, ni Prieto, ni Besteiro, ni González Peña, ni José Díaz, ni Antonio Mije, ni Vicente Uribe, ni Juan José Manso… No estaban.” Todos los citados, en menor o mayor medida, personajes que contribuyeron a la llegada de la época con más esperanzas de nuestro pasado reciente. La Historia que hemos legado a nuestro futuro es de oligarquías, de aristocracias, de las minorías, de los que lucharon por el bien de unos pocos para poder seguir manteniendo sus privilegios. Es la Historia de la manipulación por mentira o por omisión, donde los héroes no son los que luchan por la libertad sino los que hacen todo lo que está en su mano por destruirla. Afortunadamente, en mi gremio llevamos algunos años interesándonos por esa otra cara de la Historia y cada vez salen a la luz más aportaciones que contemplan la otra cara de la moneda. A Dolores Ibárruri le faltaba España. A un servidor, en algunos aspectos, le sigue faltando.