¿Os acordáis del falso documental sobre el 23 F realizado por Jordi Évole? Este fue nuestro análisis:

[…] Todo el arte joven es impopular, y no por caso y accidente, sino en virtud de su destino esencial. […] A mi juicio, lo característico del arte nuevo, «desde el punto de vista sociológico», es que divide al público en estas dos clases de hombres: los que lo entienden y los que no lo entienden. Esto implica que los unos poseen un órgano de comprensión negado, por tanto, a los otros, que son dos variedades distintas de la especie humana. El arte nuevo, por lo visto, no es para todo el mundo, como el romántico, sino que va, desde luego, dirigido a una minoría especialmente dotada. De aquí la irritación que despierta en la masa. Cuando a uno no le gusta una obra de arte, pero la ha comprendido, se siente superior a ella y no ha lugar a la irritación. Mas cuando el disgusto que la obra causa nace de que no se la ha entendido, queda el hombre como humillado, con una oscura conciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de sí mismo frente a la obra. El arte joven, con sólo presentarse, obliga al buen burgués a sentirse tal y como es: buen burgués, ente incapaz de sacramentos artísticos, ciego y sordo a toda belleza pura. Ahora bien: esto no puede hacerse impunemente después de cien años de halago omnímodo a la masa y apoteosis del «pueblo». Habituada a predominar en todo, la masa se siente ofendida en sus «derechos del hombre» por el arte nuevo, que es un arte de privilegio, de nobleza de nervios, de aristocracia instintiva. Donde quiera que las jóvenes musas se presentan, la masa las cocea.»

José Ortega y Gasset: «La deshumanización del arte» (1925)

 

Ayer se emitió por primera vez un «falso documental» español de la mano de Jordi Évole y su equipo; y quizás, por eso, por ser novedad, haya tenido tantísima repercusión. En el falso documental salían algunos de los supuestos protagonistas de un montaje realizado el 23 de Febrero de 1981, a modo de golpe de estado preventivo, para afianzar a la monarquía y a la nueva democracia antes de que los militares llevasen a cabo un golpe de estado real. Al final resulta que todo era mentira (obvio, tratándose de un falso documental) y que nada de lo que cuentan que sucedió es real; entonces,  España se dividió en tres:

1) Los que aceptaban que han caído en la trampa al creérselo por completo y reflexionan sobre cómo se puede manipular, controlar, dirigir a la masa y hacerle creer que lo que cuentan los medios es verdad.

2) Aquellos totalmente indignados con Jordi Évole como si les hubiese dado unos caramelitos que poco después les iba a quitar. Como si necesitasen por todos los medios que aquello que estaban viendo era cierto: Que el 23 F, como se creía, era un montaje.

3) Aquellos que cocean y atacan gratuitamente a Jordi Évole mencionando sus inicios humorísticos como el «payaso que se cree periodista» como si eso restase valor a todo lo que vaya a hacer en su vida, lo cual me hace pensar que España no está preparada para un «falso documental» como el que hizo ayer junto a su equipo, porque la gente se cree muy lista y no está preparada para aceptar que no lo es y que se la cuelan por donde quieren, y eso les daña el ego e infla la rabia; y si encima es por culpa de Évole, se acentúa. Como dice Ortega y Gasset «Mas cuando el disgusto que la obra causa nace de que no se la ha entendido, queda el hombre como humillado, con una oscura conciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de sí mismo frente a la obra.» Y como digo yo: Echando fuego por la nariz.

Ayer Jordi se la coló a todo el mundo para hacer ver qué fácil es mentir, manipular y sobre todo, hacer ver, como él dice, que hay quien miente cada día y no lo dice. Hasta el final, una vez sabido el truco del ilusionista explicado por él mismo, no empezaron a volar los mensajes a favor o en contra. Se la coló a todo el mundo, aunque escueza, de manera didáctica; porque no olvidemos el nombre del falso documental «Operación Palace: ¿Puede una mentira explicar una verdad?». Jordi nos demuestra cómo la masa se cree absolutamente todo lo que sale por la tele y lo fácil que es manipular a la gente y  hacer pasar mentiras por verdades. Sí, Évole demuestra que una mentira puede explicar una verdad; que su mentira, su falso documental, explica otra verdad: Que el 23 F pudo ser otro montaje perfectamente realizado, masticado y digerido, como mucha gente piensa.  Évole explica un supuesto montaje con otro montaje y teniendo el mismo efecto: Que todo el mundo se lo crea. ¿Si él puede colársela a todo el mundo por la tele, por qué no pudo hacer lo mismo la  parafernalia el 23 F con sólo una cadena de televisión haciendo de monopolio nacional?

Nadie sabrá qué pasó a ciencia cierta el 23 de Febrero de 1981 hasta que  el Tribunal Supremo no autorice la consulta del sumario del juicio (25 años desde la muerte de los procesados o 50 años desde el golpe), ya pueden investigar todo lo que quieran, pero ayer su equipo y él hicieron un ejercicio didáctico increíble y, posiblemente, sea «un payaso que se cree periodista» como dicen los mayores detractores, aquellos que sacan fuego de la nariz antes que aceptar la evidencia de su inferioridad ante el engaño, aquellos que patalean en el suelo como niños mimados, pero el que se está riendo de absolutamente todo el mundo es él. Me quito el sombrero y el cráneo. Bravo.

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