Violeta Dávila y Patricia Villalobos son dos treintañeras andaluzas (gaditana y malagueña, respectivamente) que decidieron poner en marcha hace unos meses un proyecto para sacar la literatura, la música o el pensamiento económico o filosófico de su contexto habitual. Así nació Cooltural Plans, la iniciativa que promueve una serie de encuentros con escritores, músicos, cineastas o políticos en locales de ocio de Madrid donde es posible conocer a la persona que se esconde detrás del personaje que vemos por televisión o leemos en las páginas de un libro. Gente tan dispar en obra y mentalidad como Luis García Montero, Curro Sánchez Varela, Manuel Pizarro, Fernando Sánchez Dragó o Pablo D’Ors son algunos de los primeros invitados de este novedoso proyecto. «Es bueno escuchar a todo el mundo», explican antes de comenzar a grabar. Para ellas, «la creación está por encima de la ideología del individuo».

–Ya es un mantra decir que en España hay poco interés hacia la cultura, sobre todo a la que se crea en nuestro país. ¿Qué pensáis de esa frase?

Violeta Dávila: Referentes culturales hay.

Patricia Villalobos: Pero no se muestran.

VD: Porque falta precisamente cultura de vivir la cultura. Todo está muy sectorizado y la gente tiene un poco de miedo de meterse en según qué círculos porque se siente poco intelectual para acudir a un evento literario o a una exposición de arte. Parece que en España hay muchos eventos culturales a los que siempre va la misma gente. Nuestra idea era justamente sacar a la cultura de su contexto habitual para acercarla a un público más amplio.

PV: Democratizarla. Tenerla escondida en un búnker es pegarse un tiro en el pie.

VD: Veíamos que los espacios culturales estaban vacíos y que muchas personas eran muy reticentes a gastarse dinero para entrar en ellos. En cambio, los bares siempre están llenos. Intentamos un poco conjugar las propuestas culturales con esos espacios de ocio a los que vamos asiduamente. Y referentes para la propuesta que tenemos en marcha no faltan. Hay muchísima gente válida en este país. España es un país de referencia cultural.

PV: Los referentes están ahí, pero hay que ofrecérselos a la gente. Hacer un poco de ruido mediático. En la televisión aparecen muy pocos personajes culturales y siempre son los mismos. Es complicado encontrarse con nuevos valores o con personajes veteranos que no están en primera línea pero que tienen mucho que explicar.

–Antes de empezar a grabar hemos estado hablando de uno de vuestros últimos invitados, Fernando Sánchez Dragó. Es archiconocido, pero ahí influye que sea un personaje televisivo. Desde hace varias décadas, además de escribir novela y ensayo, ha sido presentador y contertulio en varios programas.

PV: Creo que lo que me ocurrió a mí también le pasó a varios de los que vinieron a la charla que organizamos con él. Yo le conocía de verlo Telemadrid y no me transmitía lo mismo que he sentido cuando he hablado con él en persona. Es un contador de historias apasionante.

VD: Un trovador.

PV: Te encandila. Pero eso solo lo puedes saber si tienes ese trato en persona, que es lo que intentamos ofrecer a nuestro público.

El periodista Martí Perarnau sostiene que el gran problema español es haber dejado de medir cualitativamente para hacerlo cuantitativamente. Eso se puede aplicar a la política, la economía, los servicios sociales, el periodismo y, también, a la cultura.

VD: Reivindicamos la calidad por encima de todo.

PV: Intentamos luchar por descubrir nuevos talentos. Para seleccionar a los invitados, nos basamos en que sean creadores con una obra y un discurso que merezcan la pena compartir con el público. La única premisa para lanzarnos a convencer a un personaje de la cultura para que participe en Cooltural Plans es que nos parezca interesante lo que hace. El número de seguidores que tenga es secundario. No tiene que haber vendido 200.000 libros o tener un disco de platino. Además, no nos olvidemos de que a la gente que no es tan reconocida aquí se le pone una alfombra roja fuera de España. Ese es el caso de Paco Montalvo. Está considerado uno de los mejores violinistas jóvenes del mundo y aquí nadie lo conoce.

–Lo mismo le ocurre al legado de Paco de Lucía, obra que conocéis bien porque sus hijos y su primera mujer también han participado en vuestra propuesta. A mí me gustaría viajar por los ambientes culturales de Francia, Alemania, Italia o Reino Unido para comprobar si ese tipo de personajes que están vetados en la televisión española tienen realmente más reconocimiento fuera de nuestro país. Y para corroborar otra cosa que que muchos artistas españoles que trabajan en el extranjero explican: esos países cuidan mucho más sus escenas culturales que nosotros. Allí hay mecenas; aquí, no.

VD: El cariño de los franceses hacia su cultura (y hacia la cultura en general) es algo casi histórico. En España, la cultura se ha utilizado mucho políticamente. Los intelectuales también se han significado mucho.

–Pero en Francia también los intelectuales se han significado políticamente.

VD: Pero no en favor de partidos determinados. Aquí se han posicionado con formaciones políticas y eso etiqueta. Es un error no leer a un escritor porque es de los otros y no de los tuyos. Tuvimos como invitado a Luis Alberto de Cuenca y decía que la literatura está más allá de la política, queda por encima.

PV: La cultura no debe ser propiedad de nadie, lo ideal es que estuviera integrada en nuestro día a día, que estuviéramos educados para vivirla sin pensar en si leer un libro o ver una película que tengan algo que contarnos nos va a suponer un esfuerzo.

VD: Las posibilidades para interesarnos por la cultura están a nuestro alcance. Solo hay que buscar. No hay que irse al Siglo de Oro para ver que España fue una referencia cultural. Fíjate en las generaciones que hubo antes de la Guerra Civil. No hablo solamente de escritores de todos los géneros, hay escultores, pintores y músicos en las generaciones del 98 y el 27. Se conjuntaron los astros y fue brutal la expresión artística que se produjo en aquellos años.

–Además de rebajar los impuestos que alejan a muchas personas de las salas de cine o los teatros, ¿qué más podríamos copiar a los franceses para mejorar nuestra cultura?

VD: Ellos le dan un glamour inigualable a la cultura. Está por encima la obra del autor de la filiación política que tenga la persona. Es lo que decía Patricia, saben separar política y cultura. ¡Aquí [la cultura] es propiedad de unos pocos! Democraticémosla. De todas maneras, creo que Madrid es una ciudad donde la creación se está moviendo y busca –y encuentra– nuevas formas de mostrar su expresión. Está volviendo la cultura a la calle gracias a gente con muy buenas propuestas. Lugares como Matadero son un lujo necesario.

PV: El problema se llama televisión. Es increíble que no haya una buena cadena cultural entre la cantidad de canales que hay ahora mismo en abierto y las opciones que te da la televisión por cable. Las cadenas generalistas deberían apostar por contenidos más culturales, quitándole esa trascendencia casi metafísica que se le suele dar a la cultura, pero sin convertirla en mero espectáculo. No queremos bajar a la cultura de un pedestal; buscamos acercarla a la gente.

–Crítica y público no suelen ponerse de acuerdo. Hay libros buenísimos que nunca funcionan comercialmente y viceversa.

VD: Ni en el mundo editorial se ponen de acuerdo sobre qué vende y qué no vende. Es un misterio.

PV: Los lectores también somos un misterio, cambiamos. Un libro puede encantarte con 20 y defraudarte si lo relees con 35. Cambiamos, evolucionamos y no nos gustan las mismas cosas según vamos cumpliendo años.

DV: Un libro objetivamente bien escrito es algo que se puede valorar, pero que guste es algo indescifrable.

PV: ¿Dónde crees tú que está la clave?

Cuando entrevistamos a Miguel Rellán, parafraseó a Woody Allen cuando tocamos este tema: «Si se supiera por qué una película funciona serían los bancos los que se encargarían de hacer cine». Mi impresión es que las grandes editoriales, pese a todas las inseguridades que pueda tener el sector, se curan en salud y apuestan a caballo ganador comercialmente hablando. Por ejemplo, hay una auténtica proliferación de novelas escritas por presentadores de noticias y programas de éxito, que son best sellers instantáneos. El tema de las autobiografías de personajes como Belén Esteban no merece la pena ni comentarlo. Está claro que las editoriales son empresas que necesitan cuadrar ingresos y gastos, pero se echa de menos un mayor riesgo en los grandes sellos a la hora de editar. Esa labor ha quedado en manos independientes que tienen un impacto mucho menor en el público. Me refiero a número de lectores, claro.

PV: Ojo, las editoriales pequeñas también piensan en publicar libros que vayan a funcionar para poder costear otras apuestas más arriesgadas. Nadie es un suicida.

VD: Pero las editoriales independientes tienen a personas detrás con una gran vocación. Saben a qué lectores se dirigen. Está el público de los 100.000 y el público de los 6.000, con el que ellos trabajan. Eso te lo dirá siempre un editor independiente.

PV: Sí, pero ellos saben qué libros van a funcionar muy bien en ese cupo de 6.000 lectores. Hay que ser romántico, pero estar en la tierra.

VD: Nosotras hemos conocido a muchísimos editores en estos dos últimos años y todos coinciden en la incertidumbre de saber si un libro funcionará. Los lectores están sujetos a muchas modas. Lo que hoy funciona, dentro de unos meses quizás ya no interese.

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–Cooltural Plans nace entre libros.

PV: Primero fuimos un club de lectura, que nació entre cuatro amigas que se comían una pizza una noche y hablaban de literatura. Quedamos en leernos el mismo libro cada mes y comentarlo después. Era la excusa para compartir algo que cada una hacíamos por nuestra cuenta y vernos. Eso fue hace cinco años, se fue sumando más gente poco a poco. Al principio, éramos solo chicas.

–¿Por qué?

PV: Porque los chicos no leen. Muchos pensaban que éramos unas esnobs por haber montado un club de lectura.

VD: Bueno, siendo sincera, la percepción que tengo es que los hombres leen menos literatura de ficción. A los lectores que conozco les suele tirar más la Historia, pero en formato de ensayo.

–Vosotras no habéis hecho muchos planes culturales con mujeres. ¿Por qué?

VD: Llegarán. Tenemos varios nombres en mente. El cine es un sector que acabaremos tocando e Icíar Bollaín sería una invitada genial. Hay varias mujeres en nuestra lista de invitados a los que nos encantaría convencer: Victoria Cirlot, que es toda una estudiosa de la Edad Media, Almudena Grandes, una de las escritoras que más nos gusta, Ana Patricia Botín, presidenta de una de las empresas más importantes de España, Juana de Aizpuru, una pionera del coleccionismo, y Dolores Jiménez Blanco, una de las mejores historiadores de arte de este país.

PV: Juana y Dolores son dos personas que pueden abrir a un público profano la cortina que muchas veces da la impresión de tapar el mundo del arte. Jiménez Blanco ha escrito obras buenísimas sobre Historia del Arte. Elvira Lindo no estaría nada mal, aunque si viene Antonio Muñoz Molina tampoco nos vamos a quejar [ríe].

–Siguiendo con las mujeres: me resulta gracioso y perverso al mismo tiempo que se hable de «literatura femenina», un género tan amorfo que engloba desde los libros de María Dueñas hasta la saga de 50 sombras de Grey.

VD: Yo no sé calibrar la literatura en esos términos, pero es una etiqueta que funciona muy bien a nivel ventas. Y leer por leer sin criterio no me parece algo positivo, precisamente.

PV: Lo positivo que le veo a novelas que han vendido tanto como El tiempo entre costuras es que mucha gente que no suele leer nunca está cogiendo un libro. 50 sombras de Grey ya es otra cosa, no lo compararía con María Dueñas.

–Mi comparación no era en cuanto a calidad literaria sino como fenómenos comerciales, bien azuzados por la televisión. Ambas novelas se han convertido en productos audiovisuales y han roto –una a nivel mundial, la otra en España– récords de taquilla y de audiencia.

PV: Eso es puro marketing.

VD: En las etiquetas no tienen que ver los autores. Cuando se entrega un borrador en una editorial no se dice: «Esto es literatura femenina». De eso ya se encargan los departamentos de marketing.

–La España en crisis en la que vivimos es un país donde solo una docena de escritores pueden vivir exclusivamente de los libros que publican. La gran mayoría lo tiene como complemento a otro trabajo o busca ingresos menos variables como columnista, conferenciante, profesor en talleres literarios… Con ese trajín, muchos rehuyen de intervenir en actos. ¿Cómo les convencéis para que acudan a vuestros eventos?

PV: Buscamos a escritores que realmente nos gusten. Nuestro groopismo es real. Conocemos la obra de la gente que queremos que intervenga en nuestras charlas. Eso se agradece.

VD: La red de contactos que existe entre los propios escritores y el resto de personajes que han participado en Cooltural Plans nos ha ayudado bastante. Ellos se lo pasan bien y muchas veces recomiendan la experiencia a sus amigos y colegas de profesión. Gracias a Luis Landero, que disfrutó mucho el encuentro que tuvimos con él, vino Luis García Montero.

PV: El aforo reducido y el clima que creamos es esencial para que la propuesta funcione y vaya creciendo. Creo que los invitados lo agradecen. Están hartos de conferencias y bolos estrictamente profesionales, donde hay más protocolo, todo está acotado y la distancia con el público es mayor. En nuestros eventos no participan más de 30 personas, gran parte del público es muy joven, se han leído tu libro y puede que te hagan alguna pregunta que llegue a descolocarte porque se han fijado en un aspecto de la obra en la que ni tú mismo habías reparado.

VD: Los escritores están hartísimos de las presentaciones, donde muchas veces cobra protagonismo ese lector ansioso por tener una firma en el libro y no hay tiempo para comentar la obra. Aquí [los escritores] se pueden encontrar hasta con un lector que reconozca que no le ha convencido la novela sobre la que se está hablando. Ocurren cosas inesperadas. Por ejemplo, Domingo Villar, uno de los pocos que viven exclusivamente de escribir novelas, aprovechó para promocionar un libro de cuentos que ha escrito, un género muy alejado de la novela negra por la que es conocido.

PV: Si el ambiente es distendido, crece la confianza. Al principio, la gente está más cortada, pero enseguida se suelta. Al autor le pasa lo mismo. La rareza de tomar una copa de vino con un desconocido se queda ahí. En cuanto se anima la charla, desaparece. Ya no son un rostro literario y un fan, son dos personas que están hablando sobre una pasión en común.

–Ahora habéis abierto el círculo y acuden a vuestras propuestas músicos o políticos. Es un alivio verlos sin el manager o el jefe de prensa controlando cada uno de sus pasos.

VD: Totalmente. Es fantástico conocer la condición humana del personaje.

PV: Nos hemos cargado al intermediario y a la presión que le suele poner al personaje en cuestión, que se ve falto de libertad cuando tiene al manager o al jefe de prensa cerca. Soy periodista y sé muy bien qué supone hacer una entrevista con el representante a un palmo de distancia: implica perder frescura y espontaneidad en las respuestas. Tendrías que haber visto la naturalidad con la que se comportó Manuel Pizarro [ex presidente de Endesa y exdiputado del Partido Popular]. Iba presentándose a la gente con toda la normalidad del mundo. No debería ser excepcional, pero no estamos acostumbrados a ver a nuestros políticos sin todo el protocolo que llevan detrás.

Ahora tocamos la parte peliaguda del asunto. ¿De la cultura se vive?

PV: ¿Conoces la expresión «por amor al arte»? Antes la utilizaba alegremente, ahora sé en carne propia que es complicado vivir de esto. Lo compaginamos con otros trabajos.

VD: Es un proyecto creado para poder vivir de él o, al menos, que se pueda sostener en el tiempo. Esa es la ilusión.

PV: No tenemos un plan de empresa híper trazado, vamos haciendo caso a nuestra intuición y a lo que nos apetece en cada momento. No nos mueve el dinero, sino no estaríamos aquí. Lo disfrutamos tanto, que lo demás es secundario. Lo más bonito es compartir esos momentos con la gente.

VD: Pero nos lleva tanto esfuerzo que estamos buscando la vía para poder vivir de esto. Imagino que a vosotros os pasa igual.

–Propuestas como la vuestra parecen condenadas a nadar contracorriente. Solo basta con echarle una mirada a nuestro entorno: cierran librerías, se desploman las ventas de discos, nadie se compra el periódico, el IVA aumenta al 21 por ciento…

–VD: A mí la cultura me da consuelo. Consuelo vital. Cuesta muy poco para todo lo que te aporta.

Fotografías: Lorena Portero

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