Jamás estuve en una herriko taberna. De hecho, jamás he pisado el País Vasco. No tengo ancestros en Gernika, no me apasiona el bacalao al pil pil. Tampoco me invitaron nunca a una de esas reuniones entre presidentes del gobierno y la cúpula del grupo terrorista vasco. Soy nacido en Sevilla y criado en Ibiza, seguidor del Barça y del Betis. Pero, por las definiciones, etiquetas, descalificativos y descripciones que están cayendo sobre Podemos, puedo decir que yo también soy ETA.

Y soy ETA porque he sido capaz de, dentro de mi ignorancia, diferenciar explicación de justificación sin hacer que la primera definición lleve a la segunda. Supongo que soy para El Mundo, La Razón o el ABC uno de esos “proetarras” porque jamás puedo justificar un asesinato, pero soy capaz de explicar lo que ha llevado a esa gentuza a cometerlos. Explicación de ETA es, por decirlo de forma simple, leer los estatutos de ETA y saber el porqué de su lucha, de sus reivindicaciones. En definitiva, el porqué de ese odio acérrimo a España que les hace llegar hasta el punto de asesinar. ETA no nace como las setas, no es de un día para otro. Justificación, a grandes rasgos, es decir que la argumentación anterior es suficiente motivo como para que asesinen sin que tenga ninguna repercusión moral negativa. También tuvo explicación política la invasión nazi de Polonia y ¿acaso la justificamos? ¿Alguna vez la gente decente ha justificado la violencia terrorista de Al-Qaeda? No, pero sabemos que tiene una explicación política a través de los conflictos entre Oriente y Occidente. ¿Cuántos libros, tesis doctorales, artículos de opinión (de más o menos calidad), portadas de periódicos se han escrito buscando una explicación sobre porqué ETA es lo que es? Cientos, posiblemente miles. Como bien dijo El Coletas ayer: ¿Qué hacemos? ¿Las tiramos a la basura? Muchos medios, si no existiera ETA, tendrían que inventarla sólo para poder seguir desviando la atención de la actual estafa económica en la que estamos viviendo y donde muchos que están metidos en el lodo hasta el fondo están saliendo impunes gracias a un sistema corrupto y podrido de base.

Cada vez es más frecuente la corrupción del lenguaje. Me duelen los oídos de escuchar y los ojos de leer palabras como bolivariano, demagogo, hipócrita o populista. Estoy convencido de que la mitad de la gente que sale a diario ladrando por los diferentes medios de comunicación no sabe ni lo que significa, igual que no saben la diferencia entre explicación y justificación y, si lo saben, son unos indecentes y unos ruines. Se dedican a ladrar, a mentir y a ejercer el periodismo de manera miserable. Lo bueno de todo esto es, que hablando con gente cercana y no muy puesta en temas políticos, me doy cuenta de que cada vez hay menos personas que se crean sus repugnantes embustes low cost. Ahora ya no vale con repetir mil veces una mentira para convertirla en verdad, las redes sociales han dado otro punto de vista y han creado un foro de debate que los embusteros y calumniadores no pueden controlar de forma cien por cien eficaz. Los que utilizamos Facebook o Twitter para difundir información alternativa a los grandes dinosaurios, también somos ETA. Y, como buen etarra, me encantaría poder sentarme frente a vosotros para explicaros la diferencia entre decencia e indecencia. Aunque, como buenos sectarios lobotomizados, supongo que seríais incapaces de diferenciar estos conceptos.

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