Ron Jones, profesor de un instituto californiano, se encontró en 1967 con un problema; se sentía incapaz de trasladar a sus alumnos la magnitud del horror que constituía y comportaba el fascismo. No a nivel teórico o conceptual, por supuesto. Eso era fácil de explicar. Le mortificaba el hecho de que aquellos chicos no pudieran percibir el horror de lo que había acontecido en Europa veinticinco años antes, que lo asumieran simplemente como el tema de una asignatura, con el consiguiente distanciamiento emocional. Y se le ocurrió una idea relativamente sencilla.

Inventó un movimiento llamado La Tercera Ola. El lema era Fuerza a través de la disciplina, fuerza a través de la comunidad, fuerza a través de la acción y fuerza a través del orgullo. Al principio impuso una serie de normas sencillas y poco llamativas, como ponerse de pie (en clase)  para dirigirse al profesor. Después continuó introduciendo otras normas más sospechosas, incluido un saludo al estilo nazi.

En días sucesivos se fueron uniendo alumnos de otras clases. Inventaron un emblema y les dieron tarjetas identificativas.  No tardaron en darse casos de alumnos que espiaban y delataban a otros alumnos que criticaban a los integrantes de La tercera ola. Incluso hubo casos de intimidaciones y alguna agresión. Y estoy hablando de pocos días desde que todo empezó. El profesor Jones se sorprendió y se asustó de todo aquello, por supuesto, y tuvo que ponerle fin con cierta precipitación.

Hay otros experimentos similares, pero todos vienen a determinar la misma conclusión; que no es tan malo si formas parte de ello.

hay, por cierto, una adaptación cinematográfica bastante libre titulada «La ola».

No es como para asustarse, es lógico. Somos antropoides tribales. Nos importan los nuestros. Formar parte de un grupo fuerte es una garantía para que nuestro genoma se perpetúe. No hace mucho, apenas un millón de años (un suspiro en la escala evolutiva), si tu clan no era fuerte no sobrevivía, y sus integrantes morían a manos de otros clanes que conquistaban tu territorio de caza y tu cueva.

Mucha gente se lleva mal con ese hecho, con su propio cerebro profundo. No estoy justificando el fascismo. Creo que hemos llegado a un nivel evolutivo en el que estamos por encima de nuestros impulsos más rudimentarios, y no sólo podemos admitirlos y superarlos, entendiendo «superar» como asumirlos y entenderlos sin que nos condicionen a nivel de conducta. Es que además tenemos la obligación ética de hacerlo. Un auténtico compromiso. Aunque sea el camino más difícil. Es un tema del que ya os hablaré, porque me fascina. Apuntad la peli «Canino». Absolutamente indispensable. Y «El señor de las moscas», por supuesto.

El padre de Elisa nos acogió en su casa. Drogó a Merche para que descansara, para que dejara de pensar. La pobre no se enteraba de nada. El padre de Elisa la llevaba en una silla de ruedas, y ella se pasaba el día babeando y sonriendo. La ponía en la terraza, en la silla, y las piernas tapadas con una manta, y le leía poesía y cuentos para niños y le daba de comer con una cuchara. A veces la dejaba en una hamaca colgada entre dos árboles, y Merche se pasaba la tarde canturreando como si tuviera tres años.

Yo tenía miedo de que aquella gente acabara matándome, pero era como si el miedo quedara muy lejos. También me drogaban, aunque no tanto como a Merche. Todo me parecía bien y yo me sentía feliz. Y por las noches, Elisa entraba en mi cuarto y se acostaba conmigo. Se tomaba su tiempo. Encendía velas, me contaba cosas, me acariciaba. Después me inyectaba el contenido de una aguja hipodérmica y hacía conmigo lo que quería. Yo me sentía tan bien que me dejaba llevar. Y eso es lo que os quería decir, que es fácil dejarse llevar.

La semana que viene os seguiré contando!

Hoy os cuento un par de trucos para las ensaladas. Con las ensaladas se puede ser muy creativo. Podéis poner casi lo que queráis, en una ensalada. Una opción original es calentarla un poco en el horno antes de servir. La de Camembert, por ejemplo, queda muy bien si está un poco tibia (mejor en invierno, claro). Y otro truco es relativo al aceite. Podéis elaborar vuestro propios aceites dejando macerar en ellos un par de días cosas como romero, por ejemplo!

canibal23

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