Alguien dijo una vez: “que el amor existe es todo lo que sabemos del amor” y alguien dijo también “que el amor está en todas partes y en ninguna”. Yo, en consecuencia, digo que todos nos aferramos en secreto a la romántica idea de que el amor puede con todo, que no hay barrera que el amor no pueda salvar ya sea religión, distancia o vete tú a saber que.
De cómo superar obstáculos y evitar cadáveres emocionales saben mucho los libaneses. En un país dónde los jóvenes aún tienen que justificar sus decisiones amorosas con frases como “es de otra religión, pero la verdad eso no me importa” o “a mí no me preocupa la religión, sino la persona per se”, el ideal romántico está en decadencia absoluta. No, el amor no puede con todo en el Líbano. No: si eres de otra religión no puedes casarte legalmente con la persona que amas. Sí, love will tear us apart.
Las parejas formadas por individuos de diferente religión se convierten en una suerte de exiliados románticos. Han de huir a la vecina Chipre para poder casarse civilmente, para evitar las trabas que la religión produce en Líbano. A la respuesta de cómo les gusta el amor, los libaneses responderían parafraseando a Brando, el protagonista de Mind of Brando: “Les diría que complicado, rebelde y valiente; tierno y salvaje”.
Lo más surrealista de todo este asunto es que una vez han contraído matrimonio en Chipre, ese enlace automáticamente es válido en el país de los cedros. Y me pregunto yo: ¿En serio tiene que ser tan complicado el amor? ¿No basta con los quebraderos de cabeza que ya de por sí producen los sentimientos como para añadirle también el factor legal y religioso?
La juventud libanesa comienza a desembarazarse poco a poco de la estigmatización social que impera en el país. Esos “odios sectarios” ya no están tan avivados como antes. No obstante, queda mucho por recorrer, por explorar otras formas de quererse.
Jaime Sabines ya lo escribió: “¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te amo? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba».
Fotografía: Juliana Coutinho