Entrevistar a un político en campaña electoral suele ser una tarea harto difícil. Complicada por encontrar tiempo para conversar tranquilamente y por el pánico que asesores y responsables de prensa le tienen a que la cara que ilustra los carteles se salga del discurso preestablecido y mee fuera de tiesto. Con Manuela Carmena Castrillo (Madrid, 1944), sin embargo, es diferente. La candidata a la alcaldía de la Villa y Corte por Ahora Madrid –coalición que engloba a militantes de Podemos, Equo, Izquierda Unida y a ciudadanos independientes como ella misma– contesta sin tapujos y calma a todo lo que se le pregunta.

Es poco política y, sin embargo, repasar su trayectoria es encontrarse con la política una y otra vez, desde sus tiempos como estudiante de Derecho y militante antifranquista, pasando por su época como abogada laboralista en la España de los años de plomo –era socia del bufete de Atocha que sufrió el atentado ultraderechista en 1977–, y acabando por sus andanzas como magistrada (en la ONU, el Consejo General del Poder Judicial o asesorando al Gobierno Vasco para prevenir los abusos judiciales). Estar fuera de los aparatos le ha dado una libertad que no quiere perder aunque se haya decidido a ser el rostro que se enfrentará a Esperanza Aguirre en las urnas el próximo domingo. Desde los años de Tierno Galván, nunca un candidato de la izquierda había estado tan cerca del PP en la carrera por gobernar el Ayuntamiento de Madrid.

–¿Es difícil encabezar una candidatura política sin caer en la tentación de dar titulares constantemente, actividad que practica la que será su gran rival en las urnas, Esperanza Aguirre?

–No me parece difícil. Las campañas electorales me parecen muy desagradables. Cuando fui en las listas del PCE [para las legislativas de 1977] ya no me gustó la cosa y eso que entonces las campañas eran diferentes. Ahora se han mercantilizado. Se monta un circo en torno a algo tan serio como una alternativa municipal. Le tengo rechazo a la campaña electoral. A mí no me cuesta esfuerzo participar en una campaña porque me gusta trabajar, pero cuando le tienes tanto rechazo a algo sí que se hace difícil. Ayer [por el pasado sábado], me hubiera levantado del debate [de Un tiempo nuevo, en Tele5] y me hubiera ido. Me pareció horrible. Todos los debates están mercantilizados. Intentábamos explicar las cosas, pero en las pausas venía la regidora y nos decía: «¡Pero pelearos más!» Fue horrible. No me levanté por responsabilidad, pero lo que me pedía el cuerpo era levantarme. Los periodistas, además, hacen unas preguntas realmente absurdas. No tienen nada que ver con lo que ocurre.

–¿Hay sitio para una mujer de su talante en el circo en el que se ha convertido la política española?

–Puede que haya un sitio, pero el que tengo no es el que me gusta ocupar. Ese sitio se lo cedo a cualquier otro. Yo haría hoy el juramento que hace Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó: «Jamás volveré a pasar por una experiencia de este calibre». Hay que cambiar las campañas electorales para hacerlas respetables. Deberían ser una muestra de ciudadanía y democracia por parte de personas respetables, no un circo. Estamos en manos de las empresas mediáticas y lo único que buscan es bronca y espectáculo del malo.

–¿Qué es lo que impulsa a Esperanza Aguirre para tener esa fijación por usted y por la candidatura de Ahora Madrid?

–No tengo ni idea. Lo único que sé es que ella ha optado por el modelo circo elevado al nivel más caro posible. El Partido Popular debe estar gastándose muchísimo dinero. Supongo que [Esperanza Aguirre] tiene publicistas que le aconsejan hacer todo este tipo de payasadas. Me imagino que a ella le gustará o le parecerá bien esta conducta. No tengo nada más que decir.

–¿Se puede reiniciar Madrid con la deuda tan grande que tiene el Ayuntamiento?

–Sí. Aunque le damos mucha importancia a lo de la deuda, nos olvidamos de que el presupuesto del Ayuntamiento de Madrid es enorme. Creo que, bien gestionado, se puede dar satisfacción a muchas de las necesidades de los ciudadanos. Eso no quita que se pueden modificar algunas cosas para devolver la deuda y cambiar los plazos de amortización. Cuando hagamos la auditoría pertinente conoceremos nuestras posibilidades. A priori, la deuda no es alarmante en absoluto. El alarmismo va muchas veces encaminado a desanimar al ciudadano de las alternativas de cambio.

–Después de una legislatura gobernada casi íntegramente por Ana Botella, ¿qué salvaría de la gestión de la alcaldesa saliente?

–Yo creo que se pueden destacar algunos aspectos. Voy conociendo muchas cosas del Ayuntamiento que desconocía. Me ha llamado la atención un programa entre los colegios y la Policía Municipal para combatir el absentismo escolar, que no sé cuándo se estableció, pero que me parece interesante. Ese programa es un modelo para aplicarlo en otro tipo de intervenciones. Esperanza Aguirre dice que ella fue quien implantó el Samur social. No sé si es así, pero doy por bueno lo que afirma. También me parece un buen servicio, que, por supuesto habría que ampliar y mejorar todo lo posible, pero la idea es buena.

–¿Dónde estaba Manuela Carmena el 15 de mayo de 2011? ¿Cómo lo vivió?

–Estaba en la República Democrática del Congo y viví aquellas jornadas con muchísimo interés. No solamente yo, las personas con las que trabajaba estaban muy interesadas por lo que ocurría en Madrid y España. Escuchábamos por la radio francesa la enorme cobertura que se le daba a aquellas acampadas.

–Usted fue protagonista a pie de calle de la Transición. En aquel tiempo, la izquierda se debatía entre romper con el régimen de la dictadura o pactar con centristas y conservadores para abrir un proceso de reforma. ¿Estamos en un momento parecido?

–Creo que no fue exactamente así lo que ocurrió. La Transición es un proceso que no se ha estudiado mucho. Más importantes que la Transición fueron los años previos. La pretransición fue un momento en el que se vivió en una situación de paralegalidad. Muchas cosas que se hacían no eran legales, pero existían. Comisiones Obreras, por ejemplo, funcionaba como sindicato sin estar legalizado. Había una libertad de asociación de hecho, que no de derecho. Fue un momento muy interesante. La Transición fue una experiencia muy rica a la que yo no reprocho nada. Lo que creo es que, después, cuando la democracia se consolida, de alguna manera los partidos mayoritarios empiezan a darle la espalda a los movimientos sociales y populares, a la gente organizada que había actuado en favor del cambio durante la paralegalidad previa a la Transición. Es decir, para mí, la quiebra que vive la democracia está más relacionada con lo que ocurrió durante la primera época democrática que en la Transición, un período que considero correcto y ejemplar.

–La corrupción es uno de los vicios que han corrompido nuestro sistema democrático. Usted denunció y ayudó a poner fin a «la astilla» [un pago ilegal que se efectuaba a un funcionario judicial a cambio de un trato de favor por su parte] en la década de los 80. ¿Cómo se termina con la corrupción a nivel municipal?

–Queriendo que desaparezca. La corrupción es un problema que se arregla con voluntad y no estableciendo nuevas leyes, como se demanda desde algunos lugares. Es cuestión de querer. Normalmente, cuando comienza un proceso de corrupción todo el mundo es conocedor de lo que ocurre. Aunque parezca lo contrario, la corrupción no es aislada. Crece de forma sistemática. Siempre hay redes de corrupción. Lo único que hay que hacer es quitarlas y huir del doble discurso de aquellas personas que denuestan la corrupción y luego están implicadas y toleran prácticas denigrantes. Tan importante es querer acabar con la corrupción como saber cómo se produce. Deben revisarse los caminos por los que entra la corrupción en las instituciones públicas. A partir de ahí, se actúa igual que cuando se detecta un virus en el cuerpo humano. Una vez localizada la vía de entrada del virus, se sella y se corta esa vía.

Si se quiere, es relativamente sencillo acabar con la corrupción. ¿Por qué no hay voluntad? Reflexionemos: vivimos desde hace años en una sociedad con un gran desarrollo del consumismo. Como consecuencia, se han aceptado cosas muy graves que ahora se achacan a la clase política. Se ha aceptado, por ejemplo, que la vía política es una forma de llegar al poder y enriquecerse. Muchas personas que por su estatus social y sus capacidades no tienen ninguna posibilidad para llegar a los centros del poder económico utilizan la política para llegar a las grandes corporaciones. Lo estamos viendo con el asunto de las puertas giratorias. Hay casos de enriquecimiento personal que resultan brutales.

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–¿Ha conocido casos de corrupción entre jueces?

–La generación de jueces que apostó muy fuerte para que no hubiera corrupción en la Justicia española debemos estar muy orgullosos. No hay sistemáticamente casos de corrupción en la Justicia de nuestro país. Antes sí los hubo, pero los quitamos. Por eso digo que es cuestión de voluntad. Evidentemente, puede darse algún caso en la actualidad. Si sale una noticia de corrupción, será un hecho aislado. Las estructuras corruptas que había antes desaparecieron. Lo peor que nos puede pasar es que la corrupción se acepte por sistema. Es una forma tercermundista de aceptar la práctica corrupta la de dar por establecido que los funcionarios están mal pagados y necesitan que se les ayude. Ese modo de operar era el caldo de cultivo que justificaba la corrupción judicial en los primeros años 80 en España. Lógicamente, ahora algunos jueces pueden tener intereses ocultos y se les puede vincular a determinadas empresas que les contratan para dar cursos; pero la corrupción sistemática que había hace 30 años ya ha desaparecido.

–Usted es el equivalente madrileño a la figura de Ada Colau. Las encuestas le dan tanto a ella como a usted opciones de gobernar en las dos ciudades más importantes del país. ¿Cree que para regenerar España es mejor apostar primero por el municipalismo y después por presentarse al resto de instituciones? Podemos ha hecho lo contrario y parece que le está pasando factura.

–Más que debatir sobre municipalismo y planteamiento nacional, bajo mi punto de vista, creo que el 15-M debería haberse convertido en un movimiento ciudadano que hubiese permitido alternativas más coyunturales en vez de haberse estructurado en torno a un partido político como Podemos. Creo que los partidos políticos como tal son un modelo antiguo para hacer política. Aunque se quiera hacer uno nuevo, los partidos son organizaciones que acaban limitando muchísimo la libertad, espontaneidad y creación del individuo. Muchas veces, los partidos son como boomerangs negativos.

–¿Entiende a Juan Carlos Monedero?

–Sí, comparto un poco esa sensación de que la libertad que significó el movimiento del 15 de Mayo está reñida con las estructuras partidistas. Personalmente, creo que Podemos debería ser un gran movimiento y no un partido. Quizás pienso así porque desde el punto de vista intelectual me siento muy distanciada de los partidos políticos como manera de organización de las colectividades para tener participación política en las instituciones.

–¿En caso de no formar gobierno vamos a tener Manuela Carmena para cuatro años en el Ayuntamiento de Madrid?

–Siempre contesto que sí. Depende un poco de la salud. Ahora estoy muy bien, pero cuando uno ya tiene una edad importante, siempre te puede ocurrir que no puedas continuar por un tema de salud. En principio, continuaré [en la institución] siempre que pueda.

***

A Manuela Carmena no le da tiempo a levantarse del banco en el que transcurre la entrevista, previa al mitin que dio el pasado domingo en un parque del distrito de Vallecas. Hay una llamada entrante de un medio de comunicación al que debe atender. Cuando termina la breve charla, un enjambre de periodistas la rodea para obtener unas declaraciones que, probablemente, saldrán al aire en los informativos que se emiten apenas dos horas después. Una frase, 30 segundos –como máximo– de corte audiovisual. Es la tiranía del periodismo instantáneo y a la candidata de Ahora Madrid no le queda más remedio que aceptarlo como gaje del oficio de ser «la candidata de la alternativa». Pese a todo, sonríe cuando el fotógrafo de Negratinta la retrata en un fugaz alto en su camino hacia el escenario donde se dirigirá a los simpatizantes de su candidatura que se han reunido en Vallecas para pasar la tarde de domingo. Esta noche, en Telemadrid, se tomará de forma diferente sus palabras: La jueza debatirá con Esperanza Aguirre y Antonio Miguel Carmona (PSOE) en los primeros dos de los cinco cara a cara que mantendrá con el resto de candidatos a la alcaldía de Madrid.

Entrevista realizada en colaboración con El Náufrago

Fotografía: Carlos Onetti

Vídeo y edición: Marcos Servera

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