Fotografías: Ismael Llopis (Momo-Mag)
El duelo es esa cosa con alas, (Rata Books, 2016), es un libro extraño y espacioso. Un libro que respira y te ahoga con la muerte de una madre que deja un par de hijos, de ocho y once años, y un marido destrozado. Entonces llega un cuervo para hacerles compañía. Pasan los días y los espacios, y te encariñas con ese cuervo que no ha llegado para quedarse. Te encariñas de ese duelo incrustado en una casa donde todo recuerda a ella.
Max Porter, (Reino Unido, 1981), ha escrito un primer libro excelente que se ha alzado con el premio Dylan Thomas al mejor libro en lengua inglesa de un autor de menos de 39 años. El británico, editor en Granta Books y ex librero, ha dado un puñetazo en la mesa para hablar de algo que todos sentimos: el dolor por la pérdida de un ser querido. Lo hace con entereza, sin dramas ni llantos ensordecidos. Lo hace desde esos espacios en blanco que deja entre los diferentes capítulos de un libro que consigue tragarte, callarte. No es este un libro convencional, aunque el tema sí lo sea. Es prosa, es poesía y es cuervo. También es Rata, una recién nacida editorial que apuesta por escrituras potentes y poco convencionales, liderada por Iolanda Batallé.
–Tu libro es sobre el duelo, sin embargo, también es un libro sobre la esperanza. El duelo es esa cosa con alas es una mirada hacia adelante, un libro de superación y esperanza, más que un canto a la tristeza, ¿no?
–Duelo es una palabra que se puede reinterpretar y vandalizar, algo que no se puede hacer con el concepto esperanza. Hope is the thing with feathers es un poema de Emily Dickinson y yo hago un juego de palabras, precisamente huyendo de ese término. La palabra duelo presenta muchas posibilidades. Si te centras en el concepto, vas al pasado, a la tristeza, a la muerte, pero también a la esperanza. El concepto esperanza no te da esas posibilidades.
–El duelo en tu novela está representado por un cuervo, una asociación que no es nueva en la literatura. El cuervo se instala en una casa de un padre con dos hijos y una madre muerta y finalmente, se va. Es un canto a la superación de una pérdida tremendamente dolorosa: la pérdida de una madre y de una esposa. ¿Qué ocurre cuando el cuervo nunca abandona un hogar?
–Puede pasar, que esa pena, el dolor de la pérdida, el cuervo, nunca abandone un hogar. Hay gente que tiene ese cuervo en su interior, para siempre. Algunas personas viven con el duelo
enquistado, en otras, el duelo pasa de largo. Es un proceso muy personal. Hay gente que ni ve el cuervo o que simplemente, no lo deja entrar en su vida. Hay gente que no tiene esa idea romántica que existe alrededor de la muerte, que la muerte le importa una mierda porque lo ven como algo que forma parte de la vida misma. Hay gente que tiene un punto de vista muy pragmático respecto a la muerte. Yo lo veo en mí mismo: todos vamos a morir, la vida es corta, cuando antes lo entendamos, mejor.
–Por eso tu libro es tan corto. En alguna ocasión has dicho que tu libro es corto porque la vida también lo es.
–Sí, así lo pienso. Y por este motivo mucha gente odia este libro.
–¿En serio?
–Sí, mucha gente busca confort, un acompañamiento emocional que no encuentran en este libro. Yo no los juzgo, cada uno lleva el proceso de la muerte como sabe o como puede. En mi caso, el protagonista de mi libro está obsesionado con esa pérdida y necesita sacarlo fuera, traer a la vida ese luto. El cuervo que se presenta en esa casa es fruto de las obsesiones del padre y de los hijos por esa pérdida. Es el trauma que necesita salir.
–Este libro está basado en tu propia experiencia, en parte. Perdiste a tu padre cuando tenías seis años. ¿Se instaló ese cuervo en tu casa?
–No. Fue una muerte muy normal. Para cuando murió mi padre, yo ya tenía un padrastro, ya que mis padres se habían separado. El cuervo que yo describo nace de la experiencia de otra gente, de la rabia que siento en algunos momentos, de mis lecturas, de muchas cosas. Mi cuervo bebe de muchas fuentes, no sólo de mi experiencia. Nació de la necesidad de sacar afuera todas esas experiencias.
–El protagonista de esta historia es un estudioso de Ted Hughes. ¿Has bebido de Hughes para escribir El duelo es esa cosa con alas?
–No, te diría que es casi imposible ver la influencia de Hughes en el libro. Ni su estilo ni su voz narrativa se encuentran en él. Ted Hughes se encuentra en el libro como una figura histórica, como una excusa, como un personaje histórico de la literatura que necesita ser rescatado. Él pensaba que los animales podían enseñarnos acerca de la vida y de la muerte, que las personas debíamos aprender de ellos. En ese sentido, mi libro sí que es una muestra de respeto a esa forma de pensar, pero nada más.
–He sentido algunas contradicciones leyendo tu libro. Al principio odiaba a tu cuervo y al final lo terminé amando. El cuervo se convierte en un ente cuidador, en el que confías cada vez más a medida que vas avanzando en el libro. El cuervo evoluciona como el duelo.
–El libro suele generar varios sentimientos, que no son secuenciales. El dolor, la pena, el desasosiego, el caos. Es un poco freudiano. Cuando parece que las cosas se ponen mejor para el protagonista, aparecen elementos que lo hacen retroceder. Quería que mi cuervo saliese de la vida de estas personas con un sentimiento de amor. Si bien se trata de un libro de la “no-finalización” de las cosas, sí que necesitaba que el cuervo se fuese. Este cuervo siempre fue pensado de una manera multidimensional, ya que es un personaje que genera diferentes sentimientos, tanto al lector como a los protagonistas de la historia. En ese sentido, los personajes del libro, nunca van a poder olvidar al cuervo, ya que en algún momento llegan a mimetizarse con él.
–Ciertamente, esa es precisamente, a mi parecer, la genialidad del libro: su multi dimensión en tan sólo 140 páginas. ¿Fue algo improvisado o lo tenías claro desde el primer momento en que te sentaste a escribir?
–Sabía que el libro iba a tener tres partes y que quería una yuxtaposición de situaciones y sentimientos. Decir que el cuervo era una metáfora, hubiese sido aburrido; decir que el cuervo estaba en la mente del padre, también. A los niños les he dado un trato de patrón, no están personalizados: podrían ser cualquier niño, porque no se cuenta nada de ellos. Son arquetipos. La gran mayoría de veces no es necesario dar tantos detalles, ya que el lector tiene la capacidad de personalizar a los personajes. Muchas de las novelas que se publican hoy en día, nos cuentan cosas innecesarias: el tiempo, los olores de las cosas… ¡Vivimos en 2017, han pasado 100 años del Ulises! Podemos dejar todas esas descripciones atrás, porque creo que no las necesitamos. Es el lector el que debe elegir. Una de las cosas que tenía claro en cuanto a la estructura del libro, eran los espacios en blanco. Para mí eran fundamentales para que la historia respirase.
–Todos los personajes del libro son masculinos: un padre y dos hijos. ¿Se hubiese desarrollado igual la historia si hubiese muerto el padre en lugar de la madre?
–Es cierto que hay una ausencia de voces femeninas, pero en ningún momento me paré a pensar sobre el género. En algún momento me puse a escribir con detalle cómo moría la madre, pero me di cuenta de que no funcionaba, así que lo borré. Sentí la necesidad de dejar espacio a esa muerte, espacio a los protagonistas de la historia para que recordasen la muerte de su ser querido a su propia manera. En realidad, sí que hay una pincelada de personajes femeninos: la abuela y el ligue del padre, pero es cierto que no existe una voz femenina como tal. Quizás porque yo tengo hijos varones, no estoy familiarizado con la imaginación femenina. Como hombre y persona que tiene hijos, no hijas, conozco más a fondo la iconografía de este género, quizás por eso sólo hay voces masculinas en mi novela.
–Pero tú perdiste a tu padre siendo un niño. Quizás hubieses podido describir, porque eso sí lo conoces, la voz de tu madre.
–Demasiado cerca. Nunca fue mi intención escribir mis memorias, ni siquiera describir mi propia experiencia como hijo que pierde a su padre siendo un niño. Siempre tuve muy claro que lo mío era la ficción, aunque aún estoy intentando averiguar si realmente soy un escritor o no.
–En una entrevista dijiste que no querías sentirte expuesto.
–Yo creo que hagas lo que hagas, te vas a sentir expuesto, en eso consiste esta profesión. Algunos escritores lo buscan, otros no.
–De hecho, la auto ficción está muy de moda, tanto aquí en España como en Latinoamérica.
–Sí, algunas personas me han comentado que igual los lectores se pensaban que estaba describiendo mi situación. ¿Really? Hay lectores de todo tipo, así que hay miles de interpretaciones, y eso es genial, es una de las grandezas de la escritura: la multiplicidad de interpretaciones. Tantas como lectores.