Me acuerdo de las semanas posteriores del 11-M cuando mi barrio de Tetuán, Jamma Mezouak, se llenó de medios de comunicación de todo el mundo. Todo mi barrio se puso gomina. “Eh, que esto sale en América”, decían los chavales señalando a las cámaras. “Creo que os habéis confundido, esto no es Palestina”, le decían a los periodistas. La verdad es que nadie daba crédito de que esos muchachos hubiesen reventado los trenes, de hecho aún no dan crédito. Algunas familias tuvieron que irse debido a la presión mediática. Años antes, mi tío político se encontró a El Chino en la cárcel y pensaba que estaba flipando cuando le enseñó una foto de Bin Laden y le dijo: “Cuando salga de aquí, iré a buscar éste”. “Sí, Chino, seguro que sí…” La verdad es que cuando vi la cara del Chino y la de otros muchachos del barrio por la tele, pensé que era un sueño.

Cualquiera pudo haber sido, era gente típica de ese barrio: raterillos, traficantes, delincuentes de poca monta que han subido a España a hacer lo mismo que hacían en Marruecos. La gente que en Marruecos es trabajadora también en España es trabajadora, y la que es delincuente allí también lo es aquí, y como se dice en Marruecos: “Donde pasa la aguja, pasará el hilo” –eso sí, para una persona trabajadora, vender hachís no es cosa de delincuentes, porque en Marruecos es algo tan normal como tomarse un café–. Pero aquellos no eran los grandes traficantes del barrio. No había ningún indicio sospechoso en ellos: no llevaban barba, apenas rezaban, no tenían ni idea de política.

Al principio, los medios de comunicación eran vistos con simpatía –Marruecos no es Irán–, incluso hacían chistes: “Es el presidente Bush que le dice a la CIA ‘Id a Jamma Mezouak, haced fotos e investigad’. Van, nos hacen fotos, se las envían y al verlas Bush dice: ‘Os dije que haciéseis fotos, no que bombardeárais el barrio’” Porque, claro, el chiste radica en que el barrio está destrozado y entonces ahí nos reímos todos. Luego, los medios de comunicación empezaron a abusar, a espiar, a meter cámaras por las rendijas de las casas, y desde entonces fueron vistos son recelo. Los medios de comunicación nunca reflejaron el barrio, reflejaron una idea bastante distorsionada de él. Se creian héroes que han estado en Kabul, hablando de ese barrio como si fuese Irak y cuna del islamismo radical. La verdad es que en Jamma Mezouak no se pueden reunir los islamistas y la gente con barba está vigilada, incluso repudiada por la gente que les llaman, burlándose, “los barbudos”. Ese barrio sólo es cuna de la pobreza, la droga, de la delincuencia y del hastío, y ese es el banco de peces donde los tiburones van a cazar. Todo es causa y efecto y no sólo efecto como mucho periodistas pintaban, como si estuviesen relatando, “No sin mi hija”.

La mayoría de los jóvenes son musulmanes no practicantes. No puedes consumir droga, robar ni delinquir si eres practicante. Uno se hace practicante con los años, con los posos de los años y de la experiencia, viendo que esa vida no es la adecuada y no deseándosela a tus vástagos, pero muchos se aferran a la religión como a un clavo ardiendo, con la fuerza brutal e ingenua de la juventud y, entonces, la bomba ya está preparada para aquellos que ansían manipularlos a su antojo. Dudo mucho que estos muchachos supiesen algo del PP y de PSOE. Dudo mucho que algunos de los del piso de Leganés supiesen que compartían casa con terroristas. Dudo mucho que en aquel piso y en aquellos trenes, toda la gente supiese que iban a morir. Un año más, mi más sentido pésame a las víctimas.

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