Pocas cosas hay que definan mejor el carácter español como esa genuina alegría cuando ves que alguien lo está pasando mal. Ese jubilado de provincias que consulta las esquelas en el periódico local y comprueba con fruición como sus compañeros de generación van cayendo por el camino y él continua vivo y coleando. Ese íntimo resarcimiento cuando nos cuentan que ese chaval guaperas que nos robó una novia en el instituto ha muerto por sobredosis. Esa sensación de que el karma pone las cosas en su sitio cuando tu cuñado, en un momento de debilidad tras unos cuantos coñacs, te confiesa que sus negocios se están yendo a la mierda. De eso mismo estoy hablando.
En España hay una arraigada tradición de adular al poderoso y ensañarse con el débil. Hemos perfeccionado el arte de la genuflexión ante el Poder, con gente que vive únicamente de ser un tiralevitas y un vivamidueño, mientras desarrolla una especial crueldad ante el que no tiene recursos. Los chistes españoles se burlan de los ciegos, los cojos, los maricones, los gangosos, las mujeres maltratadas, los cornudos, los tontos, los locos… Dicen que las películas de Charlot triunfaban porque se ponía del lado del débil y que quienes recibían los tartazos en la cara y los porrazos eran las figuras de Poder. Si Charlot hubiera sido español, habría colaborado con la policía para agarrar del cuello a los emigrantes ilegales y tirarlos de Ellis Island.
He reconocido estas mismas virtudes cuando la opinión pública española, con toda la prensa y su gobierno a la cabeza, se han mostrado indignados con la lucha del Gobierno griego de recuperar su dignidad y renegociar la deuda tramposa que asfixia su economía. El español medio, con una actitud que recuerda al de la mujer maltratada que defiende a su agresor a capa y espada, ha aplaudido la dureza del Gobierno alemán exigiendo una humillación máxima ante los griegos. Si a nosotros nos han soltado un hachazo, nos han bajado los sueldos, han abaratado el despido y nos han dejado sin Ley de Dependencia… ¡Pues que se jodan esos también!
La actitud del ministro De Guindos –ese especie de hermano sin gracia de Chiquito de la Calzada– situándose en las posiciones más extremistas, más incluso que Alemania, intentando torpedear cualquier tipo de acuerdo, es tan miserable, baja y ruin que me recuerda tanto a nuestro carácter y forma de ser. Sí, es perfectamente comprensible que el PP sea el partido más votado en este país.
No se quedan atrás los simpatizantes del PSOE –me niego a llamarles socialistas– que, tras los primeros tropiezos del gobierno de Syriza ya se han frotado las manos y han empezado a salivar, oliendo la sangre. Realmente, que haya gente en Grecia sufriendo hambre, muriendo como perros porque les han quitado el derecho a la Sanidad, o pasando frío porque no pueden pagarse la calefacción o la luz, es alto anecdótico, tonterías, notas a pie de página ante lo realmente grave: ese pueblo de irresponsables ha orillado al PASOK y ha preferido votar a un partido como Syriza. «¡Gravísimo! ¡Qué irresponsabilidad! Qué gentuza…» proclaman los simpatizantes del PSOE.
Terminamos este repaso de inmundicias morales con una buena noticia: parece que Varoufakis –o Varoufucker, como le llaman por ahí– ha conseguido camelarse a la Troika, ha ganado cuatro meses de tiempo y, en este lapso, intentará aplicar una política económica propia, que pondrá el acento en la lucha contra el fraude fiscal, la corrupción y los privilegios de las élites extractivas. La prensa española y su gobierno se olvidarán del tema –y el español medio, también– y se centrarán en otros enemigos, como pueden ser los terroristas, el coletas o los catalanes. Y llegarán elecciones, y luego otras elecciones más… y todos estos que os digo yo, todos estos que se alegran del dolor ajeno, todos votarán, como un solo hombre. Eso os lo puedo garantizar.