La Convención del Partido Demócrata en 1968 supuso un punto de inflexión en la lucha por la conquista de los derechos civiles. El papel de los Panteras Negras, de numerosas organizaciones estudiantiles y feministas, así como los escritores de la Contracultura, espolearon a una juventud deseosa de abrazar el cambio político. El Partido Demócrata, presidido por Lyndon B. Johnson, sacudido por el conflicto en Vietnam, el asesinato de Bobby Kennedy en la puerta del Hotel Ambassador de Los Ángeles y las disensiones internas, intentaba recobrar la credibilidad de la ciudadanía. Mientras esto sucedía, nuevas formas de protestas acontecían por el país y nuevos actores las protagonizaban. Fue el caso de los Yippies y del Partido Internacional de la Juventud. Amantes de la vida urbana, el rock n roll, la cultura pop y la filosofía de Herbert Marcuse, desde su constitución en el año 1967, llevaron a cabo numerosas protestas entre las que destacó el conato de « exorcismo» que intentaron llevar a cabo durante la marcha en la Casa Blanca en octubre de ese mismo año.

La Convención Demócrata de 1968 iba a ser fundamental para el crecimiento y oposición de la sociedad civil norteamericana ante los atropellos de la clase dirigente. El clima de tensión en unos Estados Unidos que estaban afrontando el fracaso en Vietnam influyó enormemente en los prolegómenos de ésta. Los Yippies viajaron a Chicago con el firme propósito de hacer de la capital del Estado de Illinois la ciudad de la Contracultura norteamericana y, acompañados de los Panteras Negras y diversas asociaciones feministas y estudiantiles, se citaron en la ciudad para articular las protestas. El Partido Internacional de la Juventud organizaría el llamado Festival de la Vida: un acontecimiento al que en teoría iban a asistir numerosos músicos, pero que por culpa del clima de tensión existente sólo contó con la participación de MC5. Representantes de esa nueva hornada de bandas de protopunk y punk que intentaron recobrar el espíritu del rock n roll de los años cincuenta, la actitud de lucha de los músicos afroamericanos, la banda de Detroit, desde su formación en 1964, se hizo ampliamente conocida por la combatividad de su música y la naturaleza eminentemente beligerante de sus integrantes.

Manifestación en Chicago durante la Convención del 68. Wikimedia Commons

Siempre llevaron a cabo su lucha no sólo a través de la música, sino también apoyando políticamente a los citados Panteras Negras y a la población afroamericana en sus protestas por la precariedad laboral y la carestía de derechos de la población negra en el Detroit de los sesenta. Aquello acabó con la presencia de la policía y del ejército en una de las manifestaciones, que sirvió a los integrantes de la banda para intensificar más su actividad política. Sabedores de que los cambios históricos necesitan una ruptura con el orden establecido, ellos lo llevaron más allá, consiguiendo que el punk fuese la banda sonora de una generación que intentaba reescribir la historia. La grandeza del combo estribaba en esa capacidad innata para imprimir a sus interpretaciones la magia necesaria y en hacer al oyente partícipe del derrumbamiento de la confianza de los norteamericanos en sus líderes.

MC5 empezarían a tocar a menudo durante 1968 en el Grande Ballroom: uno de los santuarios de la cultura alternativa de su ciudad, un teatro que alcanzó su apogeo en el siglo XIX y que durante gran parte del siglo XX sirvió para que numerosos artistas y activistas protestaran sobre el impasse al que se estaba llegando en materia de derechos sociales. Aquel concierto supuso un punto de inflexión para la banda: se estaban convirtiendo en la banda de referencia del underground de Detroit; incluso se rumoreó que la policía acudiría a la actuación para detenerlos. Como era lógico, las hazañas de la banda llegaron a oídas del Partido Internacional de la Juventud, quienes les propusieron tocar en el evento. Accedieron por la fascinación que sentían por la contradicción existente entre el pensamiento beatífico de la Contracultura, sus soflamas perladas de idealismo y la anarquía propia del punk. El comienzo del festival fue turbulento: el 22 de agosto, tres días antes de su andadura, Dean Johnson, un niño indio americano, fue asesinado a tiros por las fuerzas del orden. Previamente éstas estaban enteradas de las intenciones de los manifestantes y, por ello, Richard J. Daley, regidor de la ciudad, avisó de las detenciones que se llevarían a cabo en caso de que se perturbara el orden público.

Abbie Hoffman, en el centro de la imagen, durante una visita a la Universidad de Oklahoma. Wikimedia Commons

Para ello desplegó a 23 000 policías y guardias nacionales y se negó a conceder permisos a los manifestantes para que pudieran llevar a cabo sus demandas. Pero fue inútil: Lincoln Park, el lugar donde se llevó a cabo el festival, estaba repleto de turistas deseando ver a los manifestantes y el concierto que iban a dar los MC5. Previo al comienzo de éste, los de Detroit consumieron hachís antes de su recital y, al poco de salir a tocar –sólo pudieron tocar cinco canciones–, aparecieron sobre sus cabezas varios helicópteros de la policía y vieron a varios agentes vestidos de paisano provocando a la gente. La banda tuvo que acabar huyendo del recinto mientras que Abbie Hoffman y sus acólitos proclamaban que un antiguo régimen moría y uno nuevo se alzaba. Las fuerzas del orden, recelosas de la notoriedad que estaba adquiriendo la protesta, acabaron por intensificar sus actuaciones, dejando como resultado 600 detenciones y más de 200 heridos entre policías y manifestantes. La violencia policial acabó exponiendo la brutalidad del sistema de una forma similar a la ejercida contra los manifestantes por los derechos civiles en el Sur y haciendo de la Convención Demócrata el punto de partida para el fracaso del candidato Humphrey en las elecciones presidenciales que ganaría Richard Nixon.

El Partido Demócrata, dividido en las cuestiones de los derechos civiles desde 1948 y 1968, perdió el poder debido a las disensiones internas. Una minoría considerable de los miembros del partido se opuso a la política del partido en la guerra de Vietnam. Las protestas en Chicago minaron la fe de los ciudadanos en su propio país y en sus propias instituciones. La Convención fue simbólica no sólo por ese hecho, sino porque 1968 fue el tour de force en el aspecto político que necesitaba Occidente. Tanto en el mundo capitalista como en el bloque socialista, los jóvenes empezaron a incardinarse en el núcleo social. Incluso, durante esta época, el marxismo comenzaría a penetrar en los estratos de la sociedad y muchos jóvenes abandonarían el núcleo urbano para vivir en el campo. El año 1968 mostró las veleidades de las sociedades burguesas, quienes pensaban que tras el fin de la Segunda Guerra Mundial vivirían cómodamente. La idea liberal de una sociedad industrial sin fisuras y que disminuyera la desigualdad y generalizara la buena vida fue aceptado como lo menos malo. Evidentemente, en la Europa del Este se decía que era el sistema comunista el que iba a crear el futuro más radiante. Había dos visiones prometeicas del mundo, aunque en lo que concierne al Este muy poca gente creía ya en ello.

Pero en Occidente la felicidad resultó un mito, y muchos jóvenes interiorizaron la idea de que la publicidad y las promesas de futuro vendidas por los medios de comunicación eran camelos idiotas. Pero evolucionó el feminismo y hubo también aceptación de la diversidad. No obstante, la Contracultura cayó en la futilidad de lo efímero y novedoso para diferenciarse del vulgo, inoculando además en su producción la idea de que uno tenía que ser rebelde y alternativo para escalar en la sociedad. Se cuestionaron muchas de las lógicas del capitalismo; pero, a fin de cuentas, cayó en los mismos errores que aquél. El fenómeno movió muchos millones, pero fomentó el elitismo del individuo y una postergación de la masa. Pese a todo siempre nos quedarán músicos como los MC5 y las bandas de los setenta que, al cobijo de la sombra de los de Detroit y de otros revolucionarios como Iggy & Stooges, funcionaron de una forma mucho más directa y que cuestionaron las relaciones de poder de manera más realista que sus antecesores.

 

 

 

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