Fotografías: Carlos Onetti 

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Chema Caballero (Castuera, Badajoz, 1961) llegó a África hace 24 años como misionero javeriano y sin una idea muy concreta de lo que era el continente. Hoy, casi tres décadas después, se ha convertido en una de las voces españolas que más experiencia acumulan sobre África. Muchas cosas han cambiado en este tiempo: abandonó la vida religiosa, se enroló en el campo de la cooperación con un programa de reinserción de niños soldados, especialmente en Sierra Leona, y hasta testificó como perito de menores en el Tribunal de La Haya contra Charles Taylor, ex presidente de Liberia.

A pesar de estar licenciado en Derecho y contar con un máster en Derechos Humanos y Resolución de Conflictos, la producción literaria de este pacense es muy rica: coautor del blog África no es un país en el periódico El País, autor del blog Bajo el Mango de Mundo Negro Digital, colaborador en Planeta Futuro y escritor de dos novelas: Los hombres leopardo se están extinguiendo y Edjengui se ha dormido. Del victimismo al activismo de los pigmeos bakas. Un hombre con una sensibilidad especial y dispuesto a acercarnos la realidad de África.

–Ryszard Kapuscinski en su libro Ébano sostiene que “sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos «África». En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe». Tu blog de El País se titula África no es un país, pero ¿qué es África?

–[Suelta una carcajada] Parece que África en realidad no existe. Son un conjunto de países que, por pereza o por conveniencia, les llamamos África. Sin embargo, África son Áfricas, como dice Bru Rovira en su famoso libro Áfricas: Cosas que pasan no tan lejos. Son muchas realidades, son muchas personas y son muchas situaciones. Yo creo que, por pereza, nos viene bien decir África.

–¿Cómo y cuándo surgió tu conexión con el continente?

–Como todo en esta vida las cosas surgen cuando tienen que surgir, por casualidad o como quieras decirlo. Mi formación es en derechos humanos y, en el año 91 ó 92, me propusieron ir a Sierra Leona donde acaba de empezar la guerra civil. Llegué con un proyecto de formación de jóvenes y mujeres en temas de derechos humanos que organizaba Naciones Unidas con la iglesia católica de Sierra Leona. Me ofrecieron un puesto allí por dos años y lo acepté. Yo siempre había pensado en ir a África pero en ese momento creía que todo el continente era igual y que daba igual a donde fueras. Acepté y ya han pasado 24 años.

El escritor nigeriano Chinua Achebe sostiene que se suele ir a África con unos a priori que no nos dejan ver la realidad del continente. ¿Cuáles eran los tuyos?

–Hay un libro que me gusta mucho porque me siento muy identificado: El antropólogo inocente, de Nigel Barley. Llevaba años preparándome, había terminado mis estudios con un máster, hablaba varios idiomas y, cuando llegué allí, me di cuenta de varias cosas. Primero: el idioma no te sirve de nada y tienes que aprender el idioma local; segundo: las lógicas no existen; tercero: el tiempo es distinto, y cuarto: la gente de allí sabe mucho más que tú de los temas locales. Llegué a Sierra Leona de experto, con años de preparación y, todo eso, no me sirvió de nada. Fui yo el que tuvo que aprender el idioma local y a cómo aprovechar los medios que ellos tienen hasta darme cuenta de que la riqueza cultural de África es mucho más de lo que nosotros pensamos. Para mí, por mucho tiempo que llevara preparándome, África era una desconocida.

–En 1992 llegaste a Sierra Leona como misionero javeriano, ¿cómo cambió tu visión de la religión y, en consecuencia, tu religiosidad tras vivir allí?

–Es muy distinto. También llegas con unas ideas muy claras y te das cuenta de que la realidad es muy diferente. Me he encontrado situaciones muy difíciles de guerra y de conflicto, con muchas injusticias y, entonces, le preguntas a Dios qué coño está haciendo con esa gente. A mí siempre me habían enseñado una idea de Dios padre, bueno, misericordioso, que cuida de los suyos, y te das cuenta de que ese Dios está permitiendo que haya guerra, violaciones de mujeres, niños secuestrados como soldados, injusticias, muertes, etc. ¿Quién coño eres tú? Se te descolocan todos los esquemas que tenías. También es verdad que, mientras se descolocan los esquemas y pasas esa crisis personal, descubres cómo es realmente Dios: un Dios débil, que se solidariza con los necesitados y que te está diciendo “yo sólo no puedo, te necesito a ti”. Las cosas cambian y te empuja a que tengas tú la iniciativa.

–El Dios todopoderoso se convierte en un Dios de las pequeñas cosas, ¿no? 

–Totalmente, nunca mejor dicho y mejor definido: el Dios de las pequeñas cosas.

–Ramón Lobo te define como “una ONG que decía misa”.

–Sí, eso lo dijo el otro día en JotDown [se ríe sonoramente] Eso va surgiendo. Yo fui a un programa concreto pero, una vez que estás allí, es la necesidad de la gente lo que te marca. Tengo que decir misa, tengo que trabajar, pero de qué me sirve a mí decir que dios te ama si no tienes para comer, si no tienes nada. Hay que empezar por lo básico para después poder enseñar lo demás. Primero hay que resolver ciertos asuntos antes de hablar de religión.

_n8b1258–¿La imagen de la Iglesia se encuentra desvirtuada en relación con la labor que ejercen los misioneros?

–Yo creo que, sobre todo en los últimos años, la realidad es que cuando hay conflictos los que se quedan sobre el terreno son los misioneros. Las ONG son evacuadas y los misioneros se quedan. Antes de que haya conflicto los misioneros están ahí, durante el conflicto están ahí, y después del conflicto están ahí. Eso hay que saber reconocerlo. Si en muchos países de África hay educación y hay sanidad es por el trabajo que ha hecho la Iglesia y que sigue haciendo. En muchos países, aunque sean musulmanes, las mejores escuelas siguen siendo las de la Iglesia.

¿Cómo encaja el cristianismo en estas comunidades que muchas vez son politeístas y tienen ritos muy antiguos?

–Hay que diferenciar el tiempo de las colonias del tiempo actual. El Cristianismo y la Iglesia Católica en esos tiempos hicieron el papel de promotores de la colonización. Como dice muy bien Desmond Tutu: “Nosotros tenemos la tierra, ellos tienen la Biblia. Nos dijeron “cerrad los ojos y rezad”. Cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros la biblia”. Creo que, en las últimas décadas, ha habido un cambio muy grande y muy fuerte. Ahora vemos situaciones como lo que está sucediendo en la República Centroafricana: quienes están hablando de paz y trabajando para lograrla son el arzobispo y el imán jefe de Bangui, que se han unido. Las teorías religiosas son instrumentos de paz.

En 1999 te convertiste en el responsable de un programa de rehabilitación de niños soldados al sur de Freetown (Lakka). ¿Puedes contarnos tu experiencia?

–Llevaba ya años allí, siempre trabajando en temas de derechos humanos y había hecho muchas labores de mediación. Era de los pocos que podía cruzar las líneas rebeldes y meterme en territorio subversivo porque me conocían, hablaba bastante bien el idioma.

–¿Cómo logras que te conozcan y que confíen en ti?

–Jugando y hablando. Poco a poco voy consiguiendo ir pasando las líneas. De hecho, más de una vez, gente como la del Programa Mundial de Alimentos (WFP) me pidieron que organizara campañas para llevar alimentos a la gente que se había quedado tras las líneas rebeldes porque era prácticamente el único blanco que podía cruzar. Gracias a toda esta labor que estaba haciendo, UNICEF me pide empezar un proyecto nuevo. Habían hecho algunos intentos previamente e hicieron un llamamiento para buscar voluntarios que trabajaran con niños soldados. Alguien que conocía me ofrece el trabajo. Es verdad que al principio dije que no. Había visto a estos niños en los puestos de control, drogados, que te metían el AK-47 por la ventanilla del coche para pedirte un balón, totalmente idos. No se podía hablar con ellos y yo, en ese momento, realmente pensaba que con esos niños no se podía hacer nada, que no se les podía rehabilitar. Quizá el primer planteamiento de UNICEF era tener una especie de centro de acogida y yo no quería ser carcelero. Si lo hacía era porque podía haber una función de rehabilitación y de reinserción. Fue así como lo intentamos.

–¿Cómo logra un menor desvincularse de estos grupos armados y reinsertarse?

–Es duro. Son niños y niñas que han sido secuestrados, manipulados, etc. Hay que desmontar toda esa estructura e intentar decirles que pueden salir a la sociedad, que pueden volver no a ser niños -porque lo no vivido no se recupera- pero sí personas y seres humanos con una posibilidad de salir hacia delante. Es mucha paciencia, estar con ellos mucho tiempo, hablar mucho, escucharles… El objetivo final de estos programas es que los niños cuenten su historia.

–¿Lo más complicado es que ellos hablen?

–Sí, que saquen todo fuera porque los niños que no hablan no se rehabilitan mientras que los que hablan se puede trabajar. Cuando los chavales llegan te cuentan lo que han hecho como presumiendo. Pues yo he matado, he cortado manos, etc. Pero esa no es la verdadera historia, tienen que sacar sus sentimientos y eso cuesta.

–¿Cómo les explicas a ellos que hay un Dios bondadoso y que te ayuda después de haber visto tantísimas atrocidades?

–Con niños soldados no se habla de Dios. En África la gente es muy religiosa y Dios está muy presente en la vida pero en nuestro programa nunca aparece. De hecho, los viernes a quienes eran musulmanes se les llevaba a la mezquita y los domingos los que fueran protestantes o católicos iban a la iglesia. Nunca se ha impuesto la religión. Yo al principio fui muy respetuoso con este tema y, han sido después los chavales, quienes han exigido que se rezase porque es verdad que en Sierra Leona siempre hay un encuentro, siempre se está rezando. Los mismos chavales me echaban en cara que, en la asamblea que teníamos por la mañana, no se rezase. La religión es un elemento totalmente externo. La religión tradicional está muy presente por lo que hay que utilizar mucho esas fórmulas.

–Hay un trabajo personal muy fuerte por parte de los niños pero entiendo que la sociedad también tiene que esforzarse. ¿Es posible la reconciliación con la sociedad? Su aceptación debe ser muy complicada.

–Sí, es una de las cosas que más nos costó. La gente de alrededor ve a estos niños como asesinos. Estamos en una zona donde ha habido mucho desplazado, gente que ha llegado del interior y piensa que estos niños que han matado van al colegio, comen tres veces al día, juegan al fútbol, y sus hijos no pueden ir al colegio y sólo comen una vez al día. Eso crea muchos recelos. De hecho, más de una vez, nos atacaron. Estuvimos rodeados y tuvo que venir Naciones Unidas a salvarnos. Fue justo ahí cuando empezamos a trabajar con las comunidades locales y a decirles que necesitábamos su ayuda. La gente se implicó mucho aunque es verdad que también ayudamos a construir un par de escuelas donde todos los niños podían ir con un programa de alimentación como los del centro. La gente empezó a ayudar a estos niños y, cuando fuimos amenazados por los rebeldes que querían llevarse a todos los niños del centro, la gente del pueblo vino y nos ayudaron a esconder a los niños en sus casas. Es un cambio muy grande.

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–Entonces, ¿crees que tenemos una tendencia mayor hacia el conflicto o hacia la reconciliación?

–¡Uff! Esa pregunta es muy dura. Yo no sabría qué contestar [se queda meditando unos segundos mientras sorbe el té] Es verdad que, cuando se dan las herramientas, la gente tiende a la reconciliación. En Sierra Leona o Liberia yo lo he visto muy claramente. La gente quiere la paz y está cansada de lo que supone un conflicto, pero, en un primer momento, te das cuenta de que en todos los conflictos africanos, la violencia se destapa. Gente de lo más pacífica, gentes que conviven puerta con puerta se vuelven asesinos y son capaces de cometer cualquier barbaridad. El ser humano está en esa dualidad: somos capaces de cometer los peores crímenes y al mismo tiempo mostrar la bondad más grande.

–Cuando hablas de Sierra Leona y tu labor con estos niños mencionas que el fútbol es un elemento tremendamente importante en la reintegración y reconciliación. Me recuerda mucho al papel que el rugby tuvo en Sudáfrica durante el Apartheid.

–Es una cosa que hemos ido descubriendo poco a poco. Al principio hacíamos solo dos horas de fútbol por las tardes para que los chavales soltasen adrenalina. ¡Imagínate tener 300 chicos, 300 soldados, en un centro! Nos dimos cuenta de que el deporte nos ayudaba a transmitir otro tipo de valores como el trabajo en equipo, la resolución pacífica de conflictos o el esfuerzo personal; así que lo fuimos fomentando. En una segunda fase, en las zonas de selva donde habían quedado muchos chicos atrapados y no habían podido pasar por los centros, utilizamos el fútbol primero como un elemento para atraer a los chicos y empezar a conocerlos y, después, comenzamos a trabajar con víctimas y verdugos, con chicos que habían sido soldados y chicos que habían sido sus víctimas como medio de reconciliación. Hicimos equipos donde jugaban juntos y, al principio, la relación era a hostia pura. ¡Pero si cuándo juegas al fútbol le haces faltas a la gente del equipo contrario no a los de tu propio equipo! Poco a poco el deporte nos ayudó a ir trabajando con ambas partes de la sociedad.

–Testificaste en La Haya en el juicio contra Charles Taylor, ex presidente de Liberia, responsable de instigar las guerras en Liberia y Sierra Leona entre 1991 y 2002. ¿Cómo llegas hasta allí?

–Se creó el tribunal especial para Sierra Leona y me llamaron como experto en niños soldado para identificar chicos y chicas que pudieran dar testimonio. Durante un par de años llevé chicos que habían pasado por el centro para ver si esos testimonios valdrían ya que no todo el mundo es capaz de testificar. Cuando llegó el momento del juicio se celebró en La Haya por motivos de seguridad en vez de en Sierra Leona. Me pidieron que testificase como perito de niños soldado. Testifiqué en la primera fase y fue la primera vez que me vi cara a cara con Charles Taylor.

–Ha sido el primer líder africano condenado por un tribunal por crímenes contra la humanidad.

–Sí, en ese marco sí, porque es un tribunal internacional. El tribunal para Sierra Leona es el último tribunal especial. Hemos tenido el de Ruanda, el de la antigua Yugoslavia y, finalmente, el de Sierra Leona. Luego, entra en vigor el tribunal penal internacional con sede en La Haya que es donde se juzga a Charles Taylor. Curiosamente todos los líderes que han sido juzgados hasta ahora son africanos. Hoy mismo ha salido la noticia de que ciertos países han suspendido su militancia y que ha habido una reunión de la Unión Africana donde se ha discutido salirse del tribunal porque parece que todos los casos de genocidio sólo pasan en África y hay crímenes contra la humanidad en todo el mundo.

–Hay ocasiones en las que parece que hay que hacer una superproducción o “americanada para que la gente se fije en las realidades de África. Un ejemplo la campaña de Kony 2012 que denunciaba a Joseph Kony, líder ugandés del Ejército de Resistencia del Señor, y que recaudó 5 millones de dólares en las primeras 48 horas.

–Últimamente he estado en Sudán del Sur y en República Democrática del Congo y cada vez hay menos dinero para programas de rehabilitación de niños soldado. Un proyecto nuestro necesita entre seis meses y un año para que los chicos estén medianamente rehabilitados. Ahora, sólo hay dinero para tenerles un máximo de seis semanas con lo cual muchos chicos salen por la puerta y a los dos días vuelven. Es curioso lo de la campaña de Joseph Kony de Invisible Children. El vídeo y la publicidad dieron a conocer este caso que es uno de los más sangrantes, pero, también es verdad que, en el fondo, era una justificación porque lo que realmente la campaña buscaba -y ha conseguido- es que Estados Unidos mandara más tropas al lugar. Ya tenían 100 consejeros militares en la zona y, a partir de esta campaña, se han ido incrementado. Te hace sospechar un poco esa relación.

Más que para aportar dinero es una campaña para justificar la presencia militar en África.

–Date cuenta que llevamos un tiempo en el que hay una presencia china fortísima en África y Estados Unidos intenta incrementar consecuentemente su influencia. Muchas de estas campañas no están preocupadas de los genocidas en sí, sino la ocasión para aumentar la presencia en el continente.

–En tu libro Los hombres leopardo se están extinguiendo afirmas que no serán los expertos ni la ayuda internacional los que salven África, sino los propios africanos. ¿Por qué nos empeñamos en poner parches a los problemas que ocurren allí y no los solucionamos desde la raíz?

–El boom de las ONG fue en los años ochenta en Latinoamérica, donde las políticas neoliberales del Banco Mundial que estaban haciendo estragos. Se incentivan entonces las ONG, que hasta entonces funcionaban a nivel comunitario. Se les da mucho dinero con el objetivo de poner parches para que, en el fondo, no hubiera una revuelta social. Muchas veces estas organizaciones están haciendo esta labor de contención social, perdiendo su función de denuncia y de lucha contra las injusticias. Lo que les interesa es sobrevivir y sacar adelante sus proyectos. Muchas veces la causa de los problemas está aquí en Occidente y no sobre el terreno.

Es la idea de que no puedes morder la mano que te está dando de comer.

–Hay bastante de eso quizás.

–Como dice la economista zambiana Dambisa Moyo, ¿está este tipo de ayuda matando a África? ¿Se debería detener este tipo de ayuda?

Dambisa Moyo en un primer momento me encandiló. Me gustaron mucho sus ideas aunque con el tiempo las ha ido matizando. No podemos detener la globalización porque somos todos parte del mismo proceso. Habría que hacer las cosas de una forma distinta: más desde el terreno y desde la influencia política y más teniendo en cuenta a los africanos para que sean ellos los que decidan lo que quieren hacer y no seamos nosotros los que impongamos nuestra visión. Posiblemente, como dice ella, si hubiese un comercio justo con igualdad de condiciones para todos los países no haría falta tanta ayuda internacional.

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–Desde un punto de vista periodístico, a pesar de que en África vive un 14% de la población mundial, si lees un periódico o ves un telediario son pocas las noticias que nos llegan del continente. ¿Por qué África no interesa?, ¿por qué desde Occidente no lo entendemos?

–Es una cosa que me pregunto mucho. A España no le interesa porque no hay empresas españolas trabajando en África. En Francia o en Reino Unido se habla mucho sobre el continente y de una forma muy distinta. Aquí sólo se habla cuando hay problemas, guerras, conflictos o cuando un mono se cae encima de un transformador en Kenia y deja a todo el país sin luz. Tonterías o conflictos.

Es sorprendente porque siete de las diez economías que más están creciendo en el mundo están en el continente.

–Los señores de economía nunca hablan de África. En España, África no cuenta. Lo vemos como aquel lugar del que podemos sacar todas las materias primas que necesitamos y los africanos nos sobran y nos molestan. Nos olvidamos de las historias personales, del África donde hay más teléfonos móviles, donde las telecomunicaciones han avanzado de una forma increíble, donde los jóvenes hablan de democracia y de derechos humanos, donde hay movimientos que incluso han inspirado el 15-M de España. Todo ello no nos interesa. Es verdad que, en los últimos cinco años en España, han surgido una serie de medios alternativos que están mostrando ese África. Medios como África no es un país, Planeta Futuro, etc. que nos están dando el sabor del África verdadera, y están contando con autores africanos que escriben y cuentan lo que allí está pasando. Estamos en ese periodo de transición.

–Es curioso que siempre tengamos esa visión “afro-pesimista”

–También están los “afro-optimistas” que dicen que África es siempre maravilloso y que va todo genial. Tengo una amiga que me dice que hay que hablar de los “afro-petardistas” que afirman que uno no puede vivir sin África, que es estupenda, etc. Eso quiere decir que nunca llegamos a conocer totalmente África y que hablamos de ella según nuestros propios intereses.

–¿Europa le debe más a África que a la inversa?

–¡Uff! A nivel económico posiblemente. Todas las revoluciones industriales europeas se han montado gracias a las materias primas de África y de América Latina. Las colonias es lo que ha impulsado todo el desarrollo económico de la Europa actual. Europa le debe mucho a África porque es la cuna de la civilización.

¿Qué piensas que sucederá con el Estado Islámico?

–En el África negra está el problema de Boko Haram que ha jurado lealtad al Estado Islámico. Las noticias son contradictorias sobre el Daesh [El Estado Islámico en árabe] porque parece que está retrocediendo bastante y está ganando la coalición internacional contra ellos. El problema del Daesh no es tanto el movimiento islamista como la pobreza. Boko Haram surge en la zona más pobre de Nigeria que es, paradójicamente, la economía más potente del continente, donde la exuberancia es exagerada. En ese rincón donde no hay nada surge Boko Haram y se alimenta, sobre todo, del descontento de los jóvenes que estudian y que no encuentran trabajo, no encuentran salida, futuro y se rebelan. El verdadero problema está en la situación de pobreza y marginalidad de la juventud porque date cuenta que África es el continente con más jóvenes.

–¿Qué futuro le espera a África?, ¿”afro-pesimista” o “afro-optimista”?

–Yo creo que las cosas están mejorando mucho en África. Da gusto viajar por las ciudades y ver como los jóvenes están más formados, informados y preparados. Cada vez hay más gente que quiere quedarse en África, que no quieren emigrar, ni salir y que quieren trabajar por su país. Gente que está demandado a los gobiernos – como en Burkina Faso, Senegal, Burundi – derechos humanos, justicia, que los impuestos vayan a la educación, a la sanidad, a las obras públicas y no se queden en los bolsillos de los dirigentes como ocurre tradicionalmente. A mí todo eso me da muy buenas vibraciones aunque también hay que tener en cuenta el África profunda. Hay una brecha cada vez más grande entre el África rural y el África urbana. Son las contradicciones de África.

–Presentaste hace menos de una semana tu nuevo libro sobre los pigmeos de Camerún [Edjengui se ha dormido. Del victimismo al activismo de los pigmeos bakas] ¿Cómo de grande es la acogida de este tipo de publicaciones? También hace escaso tiempo Xavier Aldekoa publicó Océano África. Poco a poco se van más adeptos e interesados en el continente africano.

–Yo creo que cada vez hay más gente interesada, cada vez hay más gente que demanda y lee estos medios alternativos. Esto es muy positivo. A mí me da esperanza. No es que África tenga que estar en el centro de todo pero debe de tener un lugar de igualdad con el resto de las noticias. Igual que en economía se habla de los tigres asiáticos que se hable de los leones africanos.

–Entonces hay que ser optimista.

–Yo siempre soy optimista.

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