Simón Bolívar lo dijo, el Ejército que vuelve las armas contra su pueblo, es un Ejército traidor. Y justamente eso es lo que representa el Ejército mexicano, un Ejército traidor que no sirve a la Patria, ni con rectitud, ni mucho menos con honestidad. Las Fuerzas Armadas le deben lealtad a los ciudadanos, antes que al gobierno, antes que al jefe supremo Enrique Peña Nieto o a su comandante en jefe el General Salvador Cienfuegos.

Pero, el Ejército ha olvidado su deber con los mexicanos, ha olvidado su obligación de proteger y proporcionar seguridad a los ciudadanos, ha olvidado la razón por la cuál existe. Fue creado para repeler las agresiones o invasiones de ejércitos enemigos, pero en su historia reciente, lejos de defender a los mexicanos, el Ejército nacional ha servido para participar en represiones o masacres contra su propio pueblo. Históricamente el Ejército mexicano ha estado involucrado en hechos de violencia: Tlatelolco, Jueves de Corpus, Acteal, Aguas Blancas, Atenco… y recientemente Tlatlaya y Ayotzinapa.

El Ejército del General Salvador Cienfuegos, es un Ejército por encima de la ley. El General lo ha convertido en una casta de privilegiados con licencia para torturar, desaparecer y ejecutar extrajudicialmente. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas: 7.000 denuncias en su contra, por graves violaciones a los derechos humanos, inundan la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) institución que, por cierto, ha dejado de actualizar los números de la ignominia.

Desde la llegada de Peña Nieto al poder, hemos visto como el General Cienfuegos comete error tras error, en prejuicio justamente del Ejecutivo. Primero, porque se atreve a negar, ocultar o manipular los hechos delictivos donde sus soldados han participado y luego porque ostenta un poder por encima del señor que se sienta en la Silla del Águila.

El poder desmedido que ha adquirido el Ejército del General Cienfuegos solo puede traducirse en impunidad. Y es que, los militares mandan más que Peña Nieto. Felipe Calderón los sacó de sus cuarteles al iniciar su delirante guerra contra el narcotráfico y ahora el problema será volverlos a meter. El Ejército debe volver a sus cuarteles, pero ya le gustó la calle. Es allí donde comete sus mayores tropelías. Y no están dispuestos a desplazar o relegar a esos 45 mil militares.

Las Fuerzas Armadas siguen sin ser sometidas al marco legal. Las protege la Ley Militar, esa pantomima creada para simular justicia, una justicia a modo, manchada de verde olivo y sangre.

El General Cienfuegos se equivoca y vuelve a equivocarse. Y su último despropósito es haber abierto una investigación militar paralela del caso Tlatlaya para manipular la supuesta “investigación” de la PGR e imponer el camino a seguir. Para empezar los detenidos son soldados rasos, ni un solo mando ha sido detenido. Y tampoco sabemos si todos los señalados como responsables lo son, porque ahora el general se está especializando, según las protestas de los familiares de esos soldados, en “fabricar” culpables. Pero al General Cienfuegos lo que le preocupa es salvar la “honra” del Ejército bajo cualquier precio, incluido el de la impunidad. Y para ello está dispuesta a ocultar la cadena de mando, proteger a esos superiores que dieron la orden de disparar “a mansalva” contra los mexicanos que participaron en Tlatlaya a quienes el ejército les aplicó la ley marcial por encima de la Constitución y los ejecutó extrajudicialmente.

Los militares que participaron en Tlatlaya han deshonrado al Ejército y se han convertido así en lo que supuestamente combaten, se convirtieron en asesinos, en vulgares asesinos. Y entre esos asesinos tiene que haber tenientes, capitanes, coroneles, generales. ¿O acaso los soldados se mandan solos? ¿Por qué el General Cienfuegos protege a sus altos mandos? Porque en el momento que nos desvele la cadena de mando del caso Tlatlaya, desvelará las implicaciones al más alto nivel que existen en este vergonzoso crimen de Estado.

Todo indica que el camino diseñado por el General Cienfuegos para la PGR en el caso Tlatlaya es la impunidad. Nuevamente, estamos ante la simulación de justicia militar y civil, contraviniendo todos los estándares internacionales, nuevamente nos encontramos frente a la impunidad endémica que protege al ejército. Para ello, se fabrica la “verdad histórica”, una “verdad” oficial que no es más que el ocultamiento del expediente, la manipulación judicial y la invitación a repetir estos crímenes.

Precisamente por eso, por la impunidad, existe Ayotzinapa. Solo revisando la historia del Ejército mexicano podemos entender la génesis del crimen de Estado de Ayotzinapa, en donde se repite el mismo esquema de protección institucional. La omisión del Ejército en este caso y posteriormente la clara participación en los hechos que llevaron a la desaparición forzada de los 43 normalistas, es prueba contundente que reafirma la traición del Ejército mexicano contra su pueblo.

Si antes, el Ejército mexicano era la institución más confiable, ahora ha pasado a ser la institución más temible. Los supuestos “enfrentamientos” que sostiene desde hace nueve años con “sicarios” en donde mueren 20 o 40 delincuentes y ni un soldado resulta muerto o por lo menos herido, hablan claramente de masacres. ¿Cuántas masacres ha cometido el Ejército a nombre de la llamada guerra contra el narcotráfico? ¿Cuántos inocentes ha asesinado? ¿Cuántas mujeres han violado? Los delitos sexuales del ejército tampoco son llevados a juicio civil. Allí están las pruebas en cada uno de los casos que puntalmente hemos informado.

Por supuesto que el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional prefiere envolverse en la bandera de víctima. Ahora resulta que todo se debe a una campaña de desprestigio.

El General Cienfuegos se equivoca, sigue equivocándose. Y dice que respetará el marco legal y la Constitución:

“Nuestra conducta debe ser ejemplo de legalidad, debe estar ajustada a la Constitución de la República y a las leyes que de ella emanen, debe estar sustentada en el dominio y practica de nuestros valores y virtudes, con plena conciencia de nuestra elevada responsabilidad de ser los depositarios de las armas de la nación”.

Demuéstrelo General Cienfuegos. Deje de proteger a los criminales que visten el uniforme militar y permita por el bien de México, por el bien de la Patria, que sean juzgados como civiles.

Los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa son una oportunidad de demostrar la legalidad y los cimientos de un verdadero Estado de Derecho y pueden ser el cambio que requiere la institución o bien la tumba que perpetuará a las Fuerzas Armadas mexicanas, en la lista de los ejércitos vuelven sus armas contra su pueblo.

Usted decide General Cienfuegos, pasar a la historia como un héroe o como un traidor.

Fotografía: Wikicommons

www.websanjuanamartinez.com.mx

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