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Manu: Aquella última vez que nos vimos lamenté, o lamento ahora, no haber hablado contigo de otras cosas poco importantes, de literatura tal vez. Las tardes de agosto son mejores fuera de Madrid. Por cierto, he actualizado hace unas horas mi perfil en Infojobs, por todo aquello de buscar trabajo. Mi nueva carta de presentación es: “Periodista o escritor, aún no lo sé bien. Busco trabajo mientras tanto. No bailo demasiado bien, nunca lo hice”. A ver qué te parece. Y he estado pensando tanto en un título para esto que casi me olvido de escribir nada.

Silvia: Hay muchas historias que me gustaría relatarte con un par de cervezas, sentados en La Latina, con la piel un poco más morena y el pelo un poco más rubio. Todavía queda verano y no quiero desaprovechar la ocasión de contarte retazos de mi vida. Así que comencemos.

Me ha hecho gracia que dijeras que deberíamos haber hablado de cosas menos importantes la última vez que nos vimos. La verdad es que nunca hemos hablado de cosas importantes. Quizás esta carta sea la más profunda. Sin embargo, a pesar de que toda esta relación es un poco extraña, me gusta escribirte y, cuando lo hago, me sale hacerlo con cariño. Por eso te propuse el fugarnos a Cuba: comer helados de Coppelia en el Malecón, beber una fría cerveza mientras pescamos y, de tanto en tanto, escribir. Inspirarse tanto como lo hizo Hemingway. Puede que escribas allí esa “gran novela”. 

M: La primera carta que escribí fue para una chica, pero nunca se la di. Supongo que al final todas las cartas resultan de presentación, incluso esta, aunque no pretenda ser tal cosa, y las mejores son aquellas que no damos, que no escribimos; lo siento por la presente. Me he puesto cerca un vaso de agua, para beber si se tuercen las cosas y no consigo deletrear apenas nada. Y así, mientras tanto, déjame contarte un par de cosas, tres, cuatro, ahora que no puedo dormir por culpa del verano y mis horarios.

Ya sabes que acabo de volver de pasar 20 días en Tailandia con amigos. Quería escribir sobre ello y participar en un concurso de relatos de viajes que organiza El País con El Viajero. Pero 500 caracteres (que se piden) es muy poco y todo me salía más largo.

Fuera como fuere, quería titular mi relato para el concurso con el nombre de la primera novela de FitzgeraldA este lado del paraíso, pero no encontré en el formulario lugar alguno donde poner título, y lo mandé así sin más, medio desnudo; no sé si verás bien lo de escribir algo sin título, pero a mí no me hace gracia, es como ir en moto sin casco, más agradable, pero no me hace gracia. Seis líneas, digo. El premio es un viaje. Y ya tengo tramitado el tema del acompañante, por si acaso. Porque yo vivo convencido o condenado de ir a ganar todos los concursos de relatos en los que participo, incluso los que pierdo.

La chica que me habría de acompañar al supuesto viaje, en este entretiempo que paso en Madrid, me ha regalado un cuaderno y una petaca, porque «todos los escritores son alcohólicos», me ha dicho. Es verdad, pienso, incluso los que no beben. Le digo que en ese cuaderno escribiré algún día una gran novela, un poco confundido. No se qué pensarás tú sobre lo de escribir una gran novela; yo estoy en ello desde hace tiempo, puede que pase la vida estando en ello. Al fin y al cabo las grandes novelas requieren de un cierto fracaso.

S: Ayer me hice un tatuaje, 39º 13’ 43”N 00º 14´48” W. Llevaba bastante tiempo meditándolo pero siempre ponía de excusa el miedo a las agujas (bastante estúpida, todo hay que decirlo. Soy diabética y me pincho todos los días mi dosis de insulina) Sin embargo, hay exculpaciones que no se pueden sostener, y llega un punto en que hay que enfrentarse a los miedos. Y a mí me dan un tremendo pavor los recuerdos. Por eso nunca me había atrevido a hacerme un tatuaje.

Te explico: ahora me he vuelto más cobarde sentimentalmente; me da miedo equivocarme. Crear recuerdos que no me gusten y a los que me tenga que enfrentar constantemente. Al final todas las relaciones se resumen en algunas palabras y un par de coordenadas. Lugares, promesas… Imagínate que luego se vuelven en tu contra. ¿Cómo puedes soportar ese recuerdo? 

 No sé muy bien cómo, pero la cosa es que al final tengo un tatuaje de unas coordenadas. Tienen significado, pero a lo mejor hubiera sido preferible escoger las coordenadas de algún destino exótico como Cuba o Key West (a los que deberíamos ir). 

Yo creo que por eso siempre me han gustado las cartas. Puedes escribir una, mandarla y nunca más volver a enfrentarte a ella. Estará muy lejos ese papel. Quizás en el fondo de un cubo de basura o quizás coronando una mesilla de noche en la otra parte del mundo. La ventaja es que, con el paso del tiempo, en tu mente acabarás transformando esa carta a placer, transformando esas líneas en algo que no te deje muy en evidencia. 

M: Quería explicarme de un modo concreto (con esa chica de la que te hablaba) sobre otros asuntos, y siempre considero después que me he explicado mal, o no tan bien como me hubiera gustado, y así me ha sucedido tantas veces… que siento como Pla, que “tras una prudente reflexión, le habría escrito frases inmortales”, pero la vida siempre me pilla de sopetón, que se me pasa muy rápida, y no me da tiempo a nada. No sé si te pasará lo mismo.

Y he decidido, o sopesado, empezar a salir a correr. No sé cuando, pero alguna vez. Porque las cosas no pueden seguir así, me canso en seguida al follar. Y en mis tiempos mozos podía estar por lo menos un minuto encima de la muchacha sin que titubearan mis brazos, ahora ya ni lo intento. Me canso hasta sentado. Hasta las pajas me dan agujetas.

Me hizo gracia que quisieras escribir sobre hombres locos en tu camino, y al final acabo yo hablándote de otras cosas, pero cuéntame algo si quieres. Seguiré barajando siempre la opción de irnos a Cuba o Key West, donde “pescaremos, leeremos, haremos de periodistas”, no creo que esas opciones deba uno desecharlas nunca.

S: Yo quiero escribir una carta. Bueno, quiero escribir un e-mail porque no sé exactamente donde vive ese chico (¿ves?, todo se reduce a coordenadas). Me gustaría decirle muchas cosas, como que me he hecho un tatuaje. También cogería algunos extractos de una carta que leí llamada El Serengueti de Laura Ferrero y quizás me los adjudicaría en ese e-mail. Algo como “No sé que piensas de todo esto. De que haga tanto tiempo ya” o “Al verte quise decirte algo: que me he equivocado muchas veces pero creo que ha sido porque te conocí demasiado pronto. Sé que es una excusa pero hay momentos en la vida en que uno no se siente preparado para afrontar nada”. Obviamente nunca mandaré ese e-mail y obviamente nunca habrá una respuesta.

Ayer leí una frase de Lemmy Kilmister: “El verano de 1973 fue fantástico. No me acuerdo de nada pero nunca lo olvidaré” y me hubiera gustado poder haberte escrito “el verano de 2015 fue fantástico. No me acuerdo de nada pero nunca lo olvidaré”. Pero ya ves, lo único que me salió decirte es que quería escribir de hombres locos. Bueno, de eso y de productos cárnicos. Tú, en cambio, creo que tienes todas las papeletas para poder sostener eso. Espero que no te acuerdes de muchas cosas de Tailandia pero que jamás olvides ese viaje. Y me debes una crónica extravagante.

M: Voy a aprovechar a apuntarme aquí tus recientes recomendaciones, para no olvidarme: Piscinas vacías, de Laura Ferrero, Desayuno en Tiffanys, de Truman Capote, y París era una fiesta, de Hemingway (aunque ya te dije que esta última la tengo releída). Acuérdate si puedes de leer a Alfredo Bryce Echenique, sus Antimemorias en Permiso para vivir han sido estupenda y deliciosa (bochornoso adjetivo) compañía en el viaje a aquel rincón de Asia. Están llenas de frases de esas que uno subrayaría («El humor, como la caridad, empiezan en casa», por ejemplo), y resultan de lo más simpáticas. Aunque reconozco que ha vuelto, el libro, un poco destartalado, la humedad no le ha sentado bien. Pero no se puede quejar, Echenique se alegraría de haberlo visto envuelto en tanta aventura. Con un poco de celo quizás se arregle la tapa de portada (se está descolgando). Las cosas más importantes de la vida suelen arreglarse con un poco de celo.

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Con todo esto quiero que sepas, que pretendía escribir del viaje a Tailandia, además había prometido una extravagante crónica de lo que sucediera allí, pero ha sido un viaje bastante épico, y esas cosas, las épicas, es mejor reservarlas para las memorias o antimemorias de uno, que con sesenta o setenta años si no a ver qué carajo cuenta.

Pero quería decirte, en una hamburguesería de Ko Phi Phi vi una foto de John Wayne con una frase que debió ser suya: «Courage is being scared to death, but sadding up aniway«. Mi nivel de inglés es elegantemente bajo, tanto que solo me dio para intuirla, espero tú la entiendas y te guste. Por todo esto del inglés, y porque vengo terminando la carrera de periodismo (creo que tú estudiaste lo mismo, por qué, y ya acabaste) y pronto estaré a la vuelta del verano con un futuro incierto (lo cual no sé por qué, está muy mal visto en estos tiempos que corren, con lo agradable que ha parecido siempre una cosa así; y lo mismo pasa con las dudas de futuro: yo espero llegar a los ochenta años con dudas de futuro), creo que debería marcharme del país, lejos de casa. A trabajar en cualquier lado, a aprender inglés. Y para ello estoy buscando trabajo aquí en Madrid de camarero o dependiente de tienda para el mes de septiembre, tal vez también octubre, y así irme con algo ahorrado. Me gustaría hacerte caso con lo de buscar algún destino “exótico”. Espero llegar a irme.

El otro día estaba buscando algo que leer en el móvil, porque siempre ando buscando cosas que leer en el móvil. Me crucé en FonteraD con una entrevista a Jon Krakauer. Dice Krakauer que afronta el escribir un nuevo libro como si fuera una gran escalada, mil metros en vertical, digamos, el muro Salathé del Capitán, en Yosemite. Y lo hace por capítulos, para que la enormidad de tal hazaña no resulte paralizante. “Si puedes pensar en la escalada como una serie de veinte o treinta secciones, y centrarte en cada una de estas, excluyendo a todas las temibles secciones que quedan por delante, escalar El Capitán de pronto deja de ser una perspectiva tan intimidante”. Ni así podría yo, menos mal que entre el papel se vuela el vértigo. Lee Hacia rutas salvajes o Mal de altura si aún no lo has hecho.

No sé si sigo con jet lag o si he vuelto a mis viejas costumbres de dormirme tarde. Ha habido un atentado en el centro de Bangkok, y hace solo una semana que danzábamos nosotros por allí. Se le atraganta a uno hasta el ponerse los calcetines.

A la mitad del viaje a Tailandia, a un amigo le picó un mosquito en una pierna y se rascó tanto que se le infectó malamente y anduvo cojeando varios días, tuvimos que ir al hospital hasta en tres ocasiones a que le pincharan antibiótico. Después de eso les decíamos a las muchachas de por las noches que aquella herida en la parte baja del muslo había sido cosa de un ataque de tiburón. Y esperábamos por ello, por lo menos, follar varios de nosotros.

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S: Cuando escuché lo del atentado en Bangkok pensé en Beirut. Hacía tiempo que mi mente no se evadía a ese lugar. Supongo que es porque ahora estoy más ocupada (como escribir también una “gran novela”. Una cosa incierta y bastante descabellada). Pensé que en Beirut también pasan esas cosas: bombas, atentados, la maldad humana… Y, en cambio, nosotros estamos ahí, de pleno gozo y disfrute. Bebiendo copas por encima de nuestras posibilidades, contando historias para impresionar a hombres y/o mujeres, colándonos en fiestas a las que no hemos sido invitados. Supongo que en eso consiste el ser periodista. Ya lo decía García Márquez, aunque se sufra como un perro no hay mejor oficio.

Te respondo a tu pregunta. Sí, estudié periodismo y comunicación audiovisual pero jamás pondré en Infojobs eso. Prefiero decir que soy una “contadora de historias”. Los ingleses usan una palabra que es storyteller. Me gusta bastante, se ajusta más a la realidad. 

Creo que deberías mantener tu carta de presentación. A mí me ha hecho bastante gracia. ¿No sabes bailar? He de decirte que un hombre que sabe bailar se convierte en un conquistador. Es una manera más fácil de llevarte a una mujer a la cama. Más fácil y más creíble que hablar de tiburones o leones. Consejo de mujer, no lo desaproveches. 

Espero que en Inglaterra tengas una academia de baile cerca aunque sería mejor para tu entrenamiento de danza que fueras a Sudamérica pero no sé que pensará tu inglés de eso. Sea dónde sea, creo que viajar es la mejor terapia y voy a envidiarte mucho este año que me quedo en Madrid. Perec sostenía: “Viajar y perder países, perderlos todos viajando en los trenes iluminados del mundo nocturno, ser extranjero siempre”. Ojalá ambos podamos perder muchos países y sentirnos siempre un poco extranjeros.

M: Has de saber que he vuelto a engancharme al queso de piña que compra mi madre, y no sé bien cómo funcionan los procesos de desintoxicación con estas cosas. Lo mejor, parece, será marcharse fuera un tiempo, ya te digo. Cualquier viaje cura un poco de todo, ya lo decía Iñaki Uriarte.

Para terminar. Durante el último mes me he dado cuenta de dos cosas: lo mucho que se puede echar de menos una buena tarde de cine y que no valgo para la poesía. Pronto la cartelera tendrá mucho que ofrecer. Espero que salga pronto la nueva película de Woody AllenUn hombre irracional, creo que se llama, con Joaquin Phoenix y Emma Stone. Cómo me gusta Emma Stone… Y con lo de la poesía, varias bolsas para el mareo en distintas aerolíneas  demuestran que no logro aclararme con los sonetos. Al final busco el verso libre y ni con esas… Dejé en el hotel de Bangkok también una hoja con unas líneas. Decía algo así como: “Un poema de tres letras / escrito en un hotel barato; / el viaje detrás / y piensas a dónde irás / la próxima vez a pasar el rato”. Lo firmé con una ‘M’ y ahí se quedó, por si algún día me llamara alguien para decirme que he de cobrar algunos miles de billetes por derechos de autor. Pues al final es por eso que escribe uno, porque le sale un poco de dentro, para ligar y porque no quiere tener que estar trabajando los septiembres y los octubres de toda su vida. Ya digo, que a mí es que se me pasa muy rápida, que no me da tiempo a nada.

S: Hace mucho que no voy al cine. Por aquí no hay muchas opciones cerca y, la verdad, es que prefiero leer un buen libro que coger el coche y hacer un sinfín de kilómetros por una película. No obstante, en cuanto llegue a la civilización me gustaría ver Youth de Sorrentino. Me han dicho que la banda sonora es la canción Dog days are over, extremadamente célebre por el grupo de Florence and the Machine, y, también, que la canción original no es de ellos sino la que suena en la película. Sé que me repitieron varias veces el nombre del músico, pero no estaba muy atenta.

Como recomendación, deberías ver Una separación. Es de origen iraní y logró meterse en el festival de Cannes. De hecho, creo que ganó la Palma de Oro hace unos años. El director se llama Farhadi. No te decepcionará. 

Tengo esperando a ser leídos dos de los libros que me dijiste: Años inolvidables de John Dos Passos y Juventud de Coetzee. He escogido para comenzar esos dos porque los títulos son bastante estivales, muy veraniegos. Pero pronto me compraré El crack up de Scott Fitzgerald y A salto de mata de Paul Auster. Los libros me duran poco, igual que el dinero. 

M: Nos leemos pronto.

Fotografías: Pexels, Transformer 18 y Thomas Leuthard

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