Será necesario que las chicas encontremos un vestido en alguna tienda de Inditex [ni se os ocurra de cuello alto ni de manga larga, más bien huyendo del básico y con transparencias, siguiendo aquello de lo que se van a comer los gusanos que lo disfruten los cristianos] y unos zapatos a conjunto [en ese caso, mismas normas, que tengan tacón, mucho tacón, insisto, sin olvidarnos de meter unas bailarinas en el bolso o en el coche de algún colega para cuando no aguantemos más subidas en esos andamios]. En el caso de los chicos, deberéis comprar una camisa [está claro que estrecha, muy estrecha, no importa si no respiráis, Slim Fit o, mejor, si la encontráis, Super Slim Fit] y una corbata o una pajarita a juego dependiendo del nivel de modernismo de vuestra cena [si os piden rizar el rizo de la modernidad vuestro conjunto es sin duda pajarita y tirantes].

El jueves por la mañana todavía iremos corriendo por tiendas de ropa, supermercados y bazares dónde vendan el cotillón a un euro. Mesa puesta, más copas y cubiertos que en una boda [Subid foto de la mesa a Facebook.] Burbujas carbónicas con hierbas frescas, lima, ron añejo y menta liofilizada, pizza de erizos fosilizados con mantequilla de plancton y tomates desecados, arroz de pieles de atún con cebolletas encurtidas en jugo de remolachas y lubina al vapor de algas con percebes. Tu madre habrá tomado ya un par de copas de vino, nene, una vez al año no hace daño, y dirá como si tu casa dispusiera de un par de estrellas Michelín que de postre podéis elegir entre la infusión caliente de chocolate especiado o una cucharada de leche de oveja cuajada al momento con rocas de chocolate. A tu tía le parecerá graciosísimo. Se irán las dos para la cocina copa en mano, pero volverán enseguida preocupadísimas al ver la hora que es. Nene, nene, nene, que ya es la hora.

En cualquier canal que pongamos encontraremos dos presentadores [siempre representante masculino y femenino cuanto más reconocidos por su cara y menos por su coeficiente intelectual, mejor] que nos explicarán que estamos a punto de entrar en un nuevo año y que preparemos corriendo las bolsitas de uvas. Tu tío ya llevará un rato muy concentrado pelándolas, diseccionándolas y sacando las pepitas. [Subid foto de las uvas a Facebook]. Con un poco de suerte no se equivocaran y no os harán creer que los cuartos son las campanadas porqué entonces a tu madre le da un síncope si se come las uvas cuando no tocaba. Ya atragantados todos, tragándonos el primer anuncio del año [Comparte una Coca-Cola con el abuelo, Carmen, papá, Andrés o tu tía la choni o algo por el estilo], destaparemos el champán [nada de cava, que hay que joder a los catalanes con todo esto de la independencia] y brindaremos por un 2016 lleno de bla bla y bla. [Subid foto de copas, cotillón y otras intimidades a Facebook.]

Tocará poner en alerta el plan de movilidad hacia discotecas, salas de fiesta y todo tipo de antros que se hayan decidido previamente por unanimidad en los tropecientos grups de WhatsApp que tenemos y por lo que habremos pagado entre 30 y 40 euros con suerte y entrada anticipada o hasta 50 si nos hemos dormido en los laureles y vamos a última hora. Claro que cualquier otro día del año entrar al antro al que vamos en cuestión nos costaría 12 euros, pero como dice tu madre, una vez al año no hace daño… ¡Y es Noche Vieja! Dentro de esas grandes ofertas nos incluirán copa de champán al precio más bajo, una consumición con alcohol de garrafón y una de esas guirnaldas que llevaremos de turbante a las siete de la mañana, pero no adelantemos acontecimientos. Haremos una media hora de cola, sin abrigo y a menos cinco grados, en los coches, ya se sabe, para ahorrar. Cuando entremos, entenderemos el sentido de aquella dicha: estar como piojos en costura. Nos empujarán, nos toquetearán, nos pondrán delante de un Photocall patrocinado por Durex, Martini y Ron Barceló, PA-TA-TA, un tío a tu lado que no tienes ni la menor idea de por qué está en la foto de tu grupo y arreando. [Subid foto de grupo en la discoteca a Facebook.]

Hasta las tres irán llegando otros rebaños, la entrada y el guardarropa se colapsaran a eso de las cuatro y media y a partir de las cinco y hasta las siete bailaremos con el vaso de tubo fluorescente a un centímetro del cuerpo, tocando el codo de la chica de delante y con la espalda pegada al chico de detrás, que aprovechará el roce involuntario para acercarse un poco más al ritmo de la música y gritarte al oído: yo es que soy de fuera, está bien este local, eh! A esas alturas, los habrá que ya hayan encontrado con quién pasar la noche. Los habrá que lleven cuatro guirnaldas en la cabeza y la goma blanca del gorrito les esté cortando la circulación y los habrá que ya estarán más cerca del coma etílico que de sus camas. [Subid foto de lo que quede del grupo a Facebook.]

Las siete llegaran para todos, o casi todos, y saldrá el sol por primera vez en 2016. La gente hablará de comer churros con chocolate antes de ir a dormir. Alguno se llevará a casa una chaqueta gentileza del tíquet del guardarropas que habrá encontrado en el suelo del baño y alguno se volverá a casa en manga corta porqué no recordará ni su nombre. [Subid foto del desayuno con cara de Walking Dead a Facebook.]

Al llegar a casa, si vais solos, tendréis tiempo de veros en el espejo del recibidor y de analizar bien esa imagen. Guirnalda o corbata de turbante, rímel hasta las rodillas, el vestido roto o la camisa con un nuevo estampado color vino tinto. No os preocupéis, ya no será necesario que colguéis eso en Facebook, sólo que os quitéis todo lo que lleváis encima y os metáis en la cama hasta que tengáis que ir a la comida familiar del 1 de enero. Será uno de los últimos banquetes de Navidad y muy probablemente el único en que cuando os acerque vuestro tío la botella de vino digáis: nonono, de verdad, no hace falta. ¿Dónde está el agua? [Subid foto a Facebook con la etiqueta #añonuevovidanueva.]

Ilustración de portada: Carme Mateo

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