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Nadie dudaba de la maestría de los jugadores en el terreno de juego. Por algo habían sido elegidos como titulares, y por ello cobraban un estupendo sueldo. Aun así, la contienda se había tornado tediosa, cansina. Los jugadores hacían alarde de un exceso de técnica para obtener el control del partido. Sin embargo el planteamiento de juego de todos carecía de profundidad. Aburrían con tanto “tiki-taka”. No llegaban jamás a la portería. A veces se asociaban en el pase, pero rápidamente eran interceptados por los rivales. Otros querían sorprender con extraños regates fuera de cualquier manual, pero se enredaban a sí mismos entre las piernas. Una vez un jugador corrió por la banda izquierda esperando un buen pase desde el centro, pero le pitaron un fuera de juego. También le pitaban al lateral derecho, agitando los pañuelos, esta vez desde las gradas. Había hinchas que se mostraban decepcionados por el bajo rendimiento de la estrella de su equipo. A otros, se les oía vocear por no entender la razón por la que se había fichado a un centrocampista y se le había alineado como extremo derecho.

El estadio entero expresaba indignación. Los locutores deportivos narraban el partido con sorpresa, a la vez que aportaban continuamente nuevos y escandalosos datos de los jugadores, de los equipos y de los patrocinadores. El club ya cobró las entradas, aunque el partido aún sigue en juego. Ahora parece que iremos a la prórroga y habrá nuevas entradas que vender.

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