Con la frecuencia del rayo de Catatumbo prosigue la tormenta de bombas, con la estrella de David serigrafiada, sobre una franja costera abigarrada de muerte, dolor y carestía. Mientras tanto, en la otra orilla del Mediterráneo, sobre una explanada litoral, se concentran miles de personas refugiadas en un festival de música, ajenas a la ignominia de Gaza. En ambas costas, los estruendos y destellos se suceden en la noche. La euforia colectiva frente a la masacre desoladora. El único denominador común: precios desorbitados. Las emisiones de los altavoces y las columnas de focos frente a las emisiones de artillería sionista. Disfrute frente a supervivencia. En un momento dado, una tregua en los estampidos, me detengo como un escollo en medio de la multitud, y la corriente humana me evita en su fluir, impasible e inmutable. Me siento como la instantánea de un bombardeo ante miradas esquivas.

Toda esta energía concentrada en el hedonismo, en el hashtag efímero, en la inmediatez. Aquí me hallo. Una cuenta en el multitudinario y variopinto collar de los festivales veraniegos. Cómo podría canalizarse una parte de este torrente hacia el altruismo o la cooperación. Por qué no se protesta ante las tropelías de Israel aprovechando estas masificaciones, integrando en los diálogos la guerra y la fiesta. Pero no, la masa ansía desinhibirse. Obviar la realidad. Alcanzar el frenesí. Cuán profundo es el letargo de nuestras conciencias.

Un trovador galego profiere que el equilibrio es imposible. Lo más auténtico que se escucha en cuatro días, su voz trémula incide directamente en los que fueron adolescentes en los noventa. En efecto, no ha lugar al equilibrio cuando los tanques son apedreados. Y sigo devanándome por saber cómo se podría encender el estímulo para que los jóvenes ideáramos un mundo diferente al que se nos deja en herencia. En Woodstock, hoy, se encenderían miles de pantallas en vez de mecheros al cielo. Y la nube de fuego sigue lloviendo sobre Palestina. Avanza la noche y este tipo de paralelismos me siguen asaltando aleatoriamente.

Cuando al amanecer unos soldados bajo máscaras antigás -con rostro de elefante-, han disparado las últimas salvas, la resonancia de los beats se confundía en mi ritmo cardíaco con el eco de los estallidos al otro lado del mar, cerca de Tierra Santa.

Compártelo en...
Share on Facebook0Tweet about this on TwitterPin on Pinterest0Share on Google+0Share on LinkedIn0Email this to someonePrint this page

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. CERRAR