Feliu Ventura (Xàtiva, Valencia, 1976) es un tipo tranquilo dentro y fuera del escenario. Su música, casi siempre en acústico y bastante alejada de los cánones comerciales de radiofórmula, recuerda a la que se tocaba con el único acompañamiento de una guitarra en aulas universitarias o locales clandestinos durante la dictadura franquista. No en vano, Ventura presume de ser paisano y descendiente musical (aunque él se considera un «autor de canciones que también las canta», huyendo también del calificativo poeta) de Raimon, una de las figuras clave para entender la canción protesta catalana, que arrancó hace ya medio siglo con el colectivo Els setze jutges. Sin embargo, ese aire añejo que desprenden sus versos es solo aparente, como si detrás de ese aspecto melancólico y enigmático que gasta Ventura, a lo Ovidi Montllor, se escondieran duras convicciones que, por ejemplo, se desnudan en el guitarreo y el canto de temas como Torn de preguntes. En realidad, Ventura es un tipo conectado a la realidad, activo tanto en Twitter como a pie de calle. Alguien poco amigo de tragarse denuncias.

El País Valencià y la II República, alicientes a la hora de escribir canciones cuando era solo un niño, son los ejes de la conversación que Negra Tinta mantuvo con este valenciano que en breve volverá a su Xàtiva natal, el poble dels socarrats, tras ocho años componiendo y editando discos desde Barcelona. En una cafetería de L’Hospitalet de Llobregat toma la palabra. Minutos después se subiría al escenario para homenajear a otro cantautor del que ha bebido –Quico Pi de la Serra– un Ventura que también tiene a los latinoamericanos Víctor Jara o Silvio Rodríguez entre sus referentes. Para él, la protesta poética está por encima de todo. Por eso alza la voz y habla primero.

–Si hablamos de la memoria republicana valenciana, yo creo que que lo que pasó en el País Valencià es que la Guerra Civil acabó allí. Entonces, toda la represión final se produjo en Alicante.
–Hay imágenes de barcos enanos a reventar de republicanos desesperados. De una gente aterrada intentando escapar hacia Argelia.
–Sí. ¿Dónde está el republicanismo de aquella época? La mitad de la herencia está enterrada en las cunetas y la otra, con mucho miedo, se escondió. Incluso dentro de los mismos republicanos que se quedaron en Valencia durante la dictadura.
–¿Pero podemos decir que sigue existiendo o no?
–Sí, hay una serie de ideales que forman el carácter de la gente [valenciana]. Ahí está el perfil festivo y desinhibido de los valencianos. Hay una herencia en el carácter de la gente, pero no deja de ser protopolítica.
–¿No se cristaliza después en una alternativa política de verdad?
–A diferencia de otros lugares de nuestro país como el Principat [de Catalunya], donde la sociedad era industrial, el País Valencià, en aquel tiempo, era una sociedad agrícola ligada al analfabetismo.
–¿Y al caciquismo?
–Sí, también. Eso hizo que la reacción [contra la dictadura] no fuese tan organizada. Se perdieron muchos valores y la gente que los tenía se ha ido muriendo. Algunos valores se han muerto en su interior. Por miedo a sacarlos.
–Al menos, del 31 al 36 y durante la Guerra Civil, Valencia creía en la República.
–La ciudad y el contexto eran diferentes a la actualidad. Yo te puedo hablar de mi abuelo, que era un labrador de Xàtiva que luchó por la República porque estaba en la zona republicana. También de cuando los fascistas italianos bombardearon la estación de ferrocarril…

–¿Cuando escuchaste por primera vez hablar de la República?

–Con mi tío Pep, que durante la Transición, hablaba de los mítines, de los partidos de antes de la guerra…

–¿Era militante de algún partido?

–No. Había sido un republicano interesando por la política que iba escuchando de aquí y de allá para poder hacer él mismo propuestas. Creo que no tenía ninguna afiliación concreta. Era una persona que leía el diario y estaba interesado en lo que ocurría.
–Y después tuvo que pasar todo el Franquismo…
–Sí…
–Estas historias te marcaron mucho por lo que se intuye en tus letras.
–Sí, me acuerdo sobre todo de grabaciones. [El tío Pep] Me contaba historias, yo era muy pequeño. Las he podido escuchar después. Sé que había mítines con discursos apasionados, también que existía un ateneo popular en Xàtiva que tenía un número de lectores muy alto. Prácticamente, más gente de la que había censada en la ciudad, que entonces ya pasaba de los 20.000 habitantes. Era gente que pensaba en instruirse en política, en cultura… Estaba el Centre Valencianista también.
–¿Había protonacionalismo valenciano en aquella época?
–Era nacionalismo, porque, por ejemplo, en mi ciudad ya existía una revista que se llamaba El camí, editada por una de las agrupaciones vecinales más potentes del País Valencià en ese momento. Había un interés por la política muy grande y se intentaba ilustrar a la gente, sacarlos del analfabetismo, dotar a las personas de un arma que les defendiera de la ignorancia
–Y todo esto ha influenciado a tu música.
–Yo creo que sí, aunque sea de una manera inconsciente. Forma parte del caldo de cultivo de mi ciudad. Si lo piensas… allí también nació Raimon, que vive esta tradición de una manera mucho más próxima. Como dice él en una canción: «A l’any 40, quan vaig néixer, encara no havien mort tots«. Esta tradición republicana de Xàtiva vive en la memoria también a través de la música.
–Raimon tuvo que ser nexo para ti con la causa republicana porque nació justamente cuando acabó la guerra y estaba en su momento álgido cuando tú naciste.
–En Xàtiva siempre ha habido un interés… Bueno, en el País Valencià tambien, pero sobre todo en Xàtiva ha habido un interés por la historia local y nunca acaba de perderse ese hilo con el pasado.
–La tuya es una ciudad que ha sufrido mucho a lo largo de los siglos. De alguna manera u otra la han castigado al final de las contiendas bélicas.
–Sí, pero siempre ha habido una memoria colectiva. Gente que ha preservado el arte, los papeles y documentos…
–Una tradicion humanista, por decirlo de alguna manera.
–Sí, se podría decir así.
–¿Y cómo se explica que desde hace 19 años gobierne una persona como Alfonso Rus?
–El populismo es así de eficaz. Cuando repartes 200 ó 300 trabajos entre personas afines no es difícil ganar unas elecciones.
–¿Tú cómo lo haces para actuar en Xàtiva?
–He de pagar [risas].
–El gusto de que te vean los paisanos.
–Sí, si es en un espacio público tengo que pagar
–¿Y en el Pais Valencià en general?
–Hay un poco de miedo. Es difícil. Desde los años 90 hemos ido reconstruyendo un circuito que destruyó la Transición
–¿Qué perdió ‘la terreta’ con el Franquismo?
–El País Valencià perdió mucho durante la guerra y la posguerra pero creo que ha perdido mucho más con la Transición. Con ella y con lo que ha venido después. Porque se ha trabajado para dejar este status quo en el que estamos muy por debajo del lugar que le ha correspondido [a Valencia] en la Historia, desde el siglo XV. En un momento del mundo en que ser Papa era un cosas muy importante, Xàtiva dio a dos. Eso ya es influencia política. Para España siempre hemos sido una moneda de cambio.
–¿Y qué hubiese conseguido el País Valencià si la República no llega a desaparecer?
–Lo que no tenemos ahora: educación y cultura, que es lo que necesita una sociedad para avanzar.
–¿Has llegado a trabajar en la docencia como licenciado en Filología Catalana?
–Sí.
–La II República, precisamente, intentó solucionar este problema. El problema de la educación y la cultura.
–Yo creo que la educación es muy importante y lo saben también los que la quieren menguar. Con la cultura pasa lo mismo: los cambios culturales son los que provocan los cambios políticos. Y bueno, si todo el plan de la II República hubiese continuado, ahora tendríamos una sociedad más libre e intelectualmente preparada para no votar según qué cosas.
–¿Hay complejo en tu tierra respecto a la cultura propia?
 –No. La gente no se da cuenta de cuántas cosas de las que hacen son cultura. No se dan cuenta de que, por ejemplo, una actividad festiva, una falla, algo que ocurra en la calle… es cultura. No saben que ellos hacen la cultura. Si se aprueban normativas urbanas para que no puedas realizar actividades en la calle, están mermando nuestra cultura también.
–¿Ese desconocimiento lleva a muchos a aceptar la negación de los vínculos lingüísticos y culturales con Catalunya y Balears?
–Bueno, es lo que te decía que consiguió la Transición. Nadie sabe que en la República se bailaban sardanas en Valencia. Hay fotografías de sardanas multitudinarias, pero no se enseñan. Esto pasaba en el País Valencià y no había complejo en absoluto con este tema.  [En los años 30] El regionalismo era una cosa incipiente y había mucha gente interesada en aquel momento para difundir la lengua y la cultura, y tenían conexión con el resto de territorios.
–Incluso la elección de la bandera autonómica fue una cuestión llena de polémica y debate durante la Transición.
–Yo creo que eso no fue una elección sino una imposición.
–¿Esa imposición vino desde Madrid o desde la misma Valencia?
–La UCD de ‘san’ Adolfo Suárez fue la que provocó la batalla de Valencia: había un interés para cortar toda comunicación con Catalunya. No había pasado esto nunca: fue creado durante la ‘cola’ del Franquismo.
El cantante actuó la semana pasada en el Teatre Joventut (L'Hospitalet) dentro de un homenaje a Pi de la Serra / P. S.

El cantante actuó la semana pasada en el Teatre Joventut dentro de un homenaje a Pi de la Serra / P. S.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

–Decías antes que la República se quedó enterrada en las cunetas, pero cuando volvió la democracia, el PSOE gobernó la Generalitat y las tres capitales valencianas hasta mediados de los 90.

–Hubo una transición a la democracia que se hizo con una pistola encima de la mesa: la gente tenía miedo y tiró por el camino de en medio.
–¿En qué falló el PSPV cuando tuvo el poder?
–Le aplanó el paso al PP. El PSPV permitió expropiar y plantar edificios prácticamante donde querían los empresarios de turno. Empezó [con los socialistas] la burbuja inmobiliaria que ha convertido al País Valencià en lo que es: pobre y corrupto.
–¿Tampoco se reivindicó desde el poder autonómico la memoria histórica enterrada durante el Franquismo?
–No existió esa reivindicación. La memoria histórica y republicana de Valencia forma parte del voluntariado, de gente que se reune en el cementerio a recordar a los fusilados. Y luego está Rita Barberá, que quiere construir sobre fosas comunes.
–¿Compromís es una respuesta alternativa al bipartidismo tradicional?
 –A nivel institucional, sí,  pero hace falta retomar un trabajo para reconstruir lo que se ha ido destruyendo desde los años 80: recuperar la sociedad civil, las asociaciones de vecinos y los colectivos ciudadanos que han desaparecido.
–De Raimon y Ovidi a Obrint Pas, la Gossa Sorda o Feliu Ventura. Y ahora vienen por detrás grupos como Orxata Sound System o Aspencat. Incluso en Valencia hay música que protesta en castellano, como La Raíz o Los Chikos del Maíz.
 –El movimiento es importante. Por un lado forma parte de la corrupción de nuestra tierra, pero por otro se ve el carácter típicamente valenciano, de sarcasmo y reivindicación.
–¿Qué papel jugáis? 
–El arte tiene que estar contra el poder, incluso cuando el poder lo intenta poner de su parte. Igual que los periodistas tienen que preguntar y obtener respuestas para controlar el poder, el arte es una herramienta de reflexión y fortaleza mental. El poder siempre intentará contratar más veces o pagar más dinero a los que son más dóciles.
–¿El arte puede cambiar el mundo? 
–Estoy en contra de esa idea. Alguien dijo que la poesía era demasiado frágil como para exigirle que representase el papel de cambiar el mundo. Como mucho cambiamos o acompañamos a la gente que lo cambia. Lo que hay que hacer no es cambiar un modelo por otro, sino convertir a la sociedad en una sociedad mejor. No podemos cometer el error que se ha producido en otras ocasiones. Ahí, el arte sirve, pero no es decisorio.
–Una pieza más.
–¡Claro que sí! Si una viñeta te marca más que un editorial en un diario, te servirá. Pero la viñeta por sí sola no puede hacer nada. Por ejemplo, el 15-M tuvo una repercusión mucho más grande que la que se explicó en los medios. En el momento en el que la ropa hippy se empieza a vender en el Corte Inglés, los grandes partidos empiezan a apuntarse a las primarias abiertas. El 15-M se ha filtrado por todas partes. Las grandes ideas no pueden vivir sin organización y ese movimiento nos ha demostrado que tenemos que recuperar la capacidad para organizarnos. La indignación es la chispa que enciende el incendio: luego, el fuego se tiene que conducir, controlar.
–¿Ves el 15-M como otro 14 de abril?
–No. El 14 de abril es la crisis. Lo que el régimen ha producido, acabará con él; el mismo incendio que ha descontrolado el sistema es lo que destruirá el sistema. Todavía queda un poco. La gente lo está pasando muy mal, pero todavía no ha entendido que nada volverá a ser como antes. Tenemos que parar la tendencia: no puede ser que todo sea tan caro y los sueldos tan bajos; no podemos trabajar más para ganar menos.
–¿Uno puede aislarse de lo que le rodea cuando escribe versos?
–No [pausa]. Quien mira para otro lado, también está haciendo política, que se puede hacer por acción o por omisión. Siempre digo que si me catalogan como una persona que hace canción denuncia es porque otros hacen canción renuncia. Todos tenemos un papel: hasta los políticos tienen derecho a hablar sobre política [ríe]. Ser músico es solo un trabajo, no un trabajo superior. El que pone el café en un bar también hace política: elige qué tipo de café pone; uno que sea justo con los trabajadores de los campos cafeteros u otro que no lo sea. Y cuando trabajas de periodista, evidentemente [también haces política]. Nosotros solo tenemos la suerte de que nuestra voz se amplifica más que otras; a veces, injustamente porque otras pueden decir cosas más interesantes.
–¿Tu canción más republicana?
Barricades de paper, que habla a través de la mirada de alguien que sufrió la guerra. Companys que ja no estan però sempre estaran
–Arcadi Oliveres duda de que llegue algún día una III República para el Estado español. ¿Qué prefieres? ¿Una república federal, pero unitaria o repúblicas vasca, catalana, gallega…?
–Yo creo que el proyecto unitario de España es poco realista. No defiende la autodeteminación de los pueblos. Es imposible mantener el Estado español o la República ibérica porque no ha habido nunca una voluntad de respetarse. El nacionalismo español es una negación de sí mismo. No respeta otras culturas o lenguas que no sean la castellana. No existe la unidad de España ni existirá nunca. Antes parecías tremendista decir esto. Ahora parece imposible que esto siga ocurriendo. Y, mientras tanto, escuchas a Rajoy decir que es mentira que se persiga la lengua catalana: eso es negar a los profesores que han estado peleando por el catalán en Balears o a la gente que sufre la censura en el País Valencià.

–¿Crees que habrá consulta en noviembre en Catalunya?

–Yo creo que sí ha habrá, lo que no sé es cuánto de vinculante será.

–¿Esa consulta está por encima de los grandes partidos?
–Sí, [los grandes partidos catalanes] han tirado una piedra a la balsa esperando unas ondas pequeñas y han creado un tsunami que les has pasado por encima. Lo importante es que nos encontramos en un proceso constituyente, como el que parecía que íbamos a tener en 1977, cuando ocurrió todo lo contrario. Será muy difícil hacerlo con España.
–»Espanya no ens apanya»
Espanya ens espanya!! [¡España nos estropea!]
–¿Y tú crees que independencia por sí misma quiere decir prosperidad?
–Desobediencia quiere decir prosperidad.
–¿Habría que cambiar más aspectos a parte de la relación con el estado?
–Lo que acabó con la mili fue la desobedencia. Lo que acaba con los regímenes es la desobediencia. Hay leyes que son injustas y la desobediencia hacia ellas es el camino para cambiarlas. Lo que transforma a la sociedad es la desobediencia y la independencia no deja de ser una manera de desobediencia. Pero faltan más cosas.
–¿Asusta que el mensaje de «queremos irnos de España» de CiU y ERC no vaya acompañado de un «qué haremos o cómo seremos lejos de España»?
–Eso está ahí. Somos muchos los que tenemos claro que la independencia es una bandera de dos caras: la justicia y la libertad. Y que esas dos caras no se pueden separar. Independencia de los territorios, de los pueblos, de las personas.
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