Para comenzar, hay que hablar sobre cómo se compone un estado maya. Son estados poco centralizados y que, como tales, el gobernador debe lograr dos cosas. En primer lugar menguar las fuerzas que amenazan la cohesión del estado y segundo mantener la lealtad de aquellos subordinados de los cuales deriva su poder. Para esto hay que hacer grandes exhibiciones competitivas de naturaleza militar o ceremonial. Los soberanos, mediante las ceremonias, son el nexo entre dioses y humanos, y por eso deben estar constantemente exhibiendo poder, debido a la preponderancia a quebrarse que tienen tales estados.
Según David Webster, una segunda forma de exhibición competitiva en estos estados es la guerra contra las facciones rivales. La victoria da poder espiritual al soberano y revela su fuerza política y militar, le da autoridad sobre las masas laborales. La tercera forma de exhibición es la escritura, pero esto lo dejaremos para el tercer punto del trabajo, donde lo detallaremos con más profundidad. Los estados mayas entraban en guerra con dos clases de realeza: soberanos de otros estados y facciones insubordinadas de su propio estado (son estados propensos a la fragmentación).
Profundizaremos ahora en la figura del gobernante maya. Para definir al gobernador maya (ajaw) se puede decir que era una entidad múltiple (García Capistrán), en él confluían el sacerdote, el dirigente y el guerrero. Los soberanos mayas fueron presentados como señores de la guerra y, teniendo en cuenta que ellos mismos mandaban realizar las pinturas, siempre tuvieron la intención de presentarse como valerosos y fieros guerreros para infundir respeto. Hay retratos de ajaw capturando enemigos, portando lanzas, escudos, tocados y pectorales defensivos. Sin embargo, aún queda por saber el papel que tuvo el soberano maya en el campo de batalla, aunque indicios hacen pensar que si bien es probable que no participasen activamente en las batallas, es posible que sí fueran al mando, pero desde una posición apartada de la refriega.
Hay que destacar como elemento primordial, que estos “gobernantes-guerreros” personifican deidades asociadas con la guerra, entre ellas encontramos al dios Jaguar del Inframundo (GIII). En comparación, su carácter solar y bélico puede recordarnos a Huitzilopochtli, dios principal de los mexicas. Otra deidad fue Chaahk, aunque este parece más bien asociado a los rituales de sacrificio que de la propia guerra en sí.
Es importante conocer también cómo elementos foráneos jugaron un papel primordial en el aparato bélico maya. Con la llegada de Teotihuacán (378 d.C.) se introdujeron elementos iconográficos que los gobernantes adoptaron, entre ellos la “Serpiente de la Guerra”, que estuvo ligada al dios de las tormentas, Tláloc. Como curiosidad, también hay que comentar la importancia de llevar efigies de dioses a los campos de batalla, pero comentaremos más profundamente este tema cuando hablemos de los cautivos, que no sólo eran humanos, también se capturaban dioses patrones que evidenciaban la predominancia de unos en pos de los derrotados.
Antes de comenzar a analizar el papel de los guerreros en las sociedades mayas, siguen en el aire algunas cuestiones que, según lo estudiado a la hora de realizar este trabajo, distan de respuesta aún. No se sabe a ciencia cierta si existieron únicamente guerreros de élite o si se reclutaba en ocasiones a campesinos para ir a la guerra. Tampoco es seguro si había escuelas para la educación castrense y, para finalizar, tampoco sabemos el grosor de los ejércitos mayas, teniendo en cuenta de que las fuentes etnohistóricas hispanas son propensas a las exageraciones y distorsionan bastante la realidad. De lo que no hay duda de que los líderes guerreros pertenecen a la élite de la sociedad. También sabemos que los guerreros constituían un grupo especialista que, al igual que el ajaw, los artistas, los escribas y los sacerdotes, estaban mantenidos por una amplia sociedad de agricultores y cazadores-recolectores. El número de participantes pudo variar según la intensidad y el tamaño de la empresa bélica, pero teniendo en cuenta las fuentes hispanas (siempre exageradas) se podría teorizar acerca de que siempre había un gran número de guerreros dispuestos a entrar en batalla en cualquier momento necesario.
En cuanto a evidencias, los textos jeroglíficos muestran diversos títulos asociados con la actividad militar (b’aahpakal-primer escudo y b’aahtok-primer pedernal). Alfonso Lacadena y Stephen Houston hablan también del b’aahte que para algunos estudiosos está ligado con el juego de pelota, pero según el contexto también puede representar un capitán militar (vasija K6674). Los ajaw llegaron a usar también b’aahte en algunas ocasiones, lo que refuerza la teoría de la capitanía militar. También es común que los gobernantes aparezcan ataviados, como hemos comentado antes, con el uniforme de la Serpiente de Guerra teotihuacana, que lleva un bastón donde la punta es la imagen de un ser descarnado con punta en curva. En torno a estos bastones también hay referencia a que no son armas arrojadizas, sino sólo como armas de choque, o simplemente insignias de capitanía de guerra. El título b’aahte parece ser un cargo, no heredado, obtenido por méritos personales, aunque cabe la posibilidad de que aparezca poseído mediante la captura de algún b’aahte enemigo. Para finalizar, hay que hablar del título de yajawte’, que Alfonso Lacadena ha traducido por “señor de lanzas”. Los dos títulos anteriores son intercambiables y aparecen representados en diversas estelas, como en la de Yaxhilán, donde el gobernador lleva ambos títulos intercambiados en muchas escenas. Para cerrar el círculo, hay que dedicar un apartado de este trabajo específicamente a los cautivos.
0
0
0
0
