Salvador Téllez Molina (Almería 30 de abril 1908-Madrid 5 de julio 1992) fue uno de los 27 diplomáticos de la promoción de la República, pero de los que se mantuvieron fieles al régimen constitucional durante la Guerra Civil, un activista y luchador republicano desde antes de su proclamación, durante la Dictadura de Primo de Rivera, siendo todavía un joven y brillante estudiante. Sufrió un doble exilio que le llevó, de manera paradójica, de regreso a España. Una de sus hijas, Marisol Téllez Urech, quien reside en Swanbourne, Inglaterra, relata la historia de su padre resumida por el investigador Miguel Caballero en el libro, aún inédito, sobre la promoción diplomática de la República.

Los hermanos Téllez Molina nacen en la ciudad de Almería en el seno de una familia de clase media progresista y liberal. A comienzos de siglo pasado fallece la madre cuando Salvador (el mayor de ellos) tiene quince años y la menor, tres. Diego y Antonia Romero Molina dos hermanos que viven juntos en Almería, son primos de la madre, no tienen hijos y toman a los cinco niños bajo su tutela. Salvador, al terminar sus estudios secundarios en Almería se traslada a Madrid en el año 1925 para ingresar a la carrera de Derecho. Durante su periplo universitario forma parte activa de la intensa vida estudiantil de Madrid de finales de los años veinte. Salvador vive con gran pasión las actividades culturales y socia­les de aquel momento. Participa en la formación y organización de la Federación Universitaria Española (FUE), junto a María Zambrano, Aurora Riaño, Antolín Casares, Pablo de la Fuente, Francisco Giral y muchos otros. La reforma universitaria de Primo de Rivera había produ­cido crispación entre los jóvenes universitarios y también en el cuerpo docente. La efervescencia, las protestas y la agitación estudiantil se agravan y son un factor decisivo de acoso a la dictadura. Esto le significa a Salvador algunos periodos de de­tención en Getafe, la cárcel de Madrid, en donde conoce a otros estudiantes con los que establece una amistad entrañable y con quienes se rencuentra en su vida posterior en el exilio. Con ellos y con su novia de siempre, María de la Luz Urech López, vive intensamente la proclamación de la República.

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Salvador Téllez toma parte con sus compañeros de promo­ción de 1933 en cursos especiales de preparación. Son ellos la primera promoción del nuevo sistema impuesto por la República para la selección de los futuros diplomáticos. Ese mismo año Salvador Téllez gana las oposiciones al Ministerio de Relaciones, contrae matri­monio y recibe su primer nombramiento como vicecónsul en el Consulado General de Puerto Rico. Cuando lleva menos de un año destinado en su trabajo sus servicios son requeridos en Santiago de Chile, en donde ejercía el cargo de Embajador de la República Rodrigo Soriano Berrueta (de familia vasca aristocrática, escritor y ex di­putado de la República). Salvador Téllez es designado vicecónsul en Valparaíso. Establece su residencia a comienzos de 1935 en Viña del Mar y es allí donde nace Isabel, su primera hija.

Después del levantamiento militar se produce una gran confusión en las representaciones diplomáticas españolas, por el gran número de bajas de funcionarios que se adhieren a los sublevados en la encuesta encargada por Franco. Salvador Téllez confirma su adhesión a la República y la continuidad de sus servicios al Ministe­rio de Estado. Él hubiese preferido, dijo en alguna ocasión, estar envuelto en la defensa activa de la República, en España y cerca de su hermano Ricardo y hermanas más jóvenes que estudiaban en Madrid y de los cuales se sentía responsable por ser el mayor de la familia.

En los primeros meses del levantamiento militar, en Chile, y en Valparaíso en particular, se produce un rápido proceso de toma de posiciones políticas por parte de la comunidad espa­ñola en Chile. Este proceso coincide con la renuncia a sus puestos de dos secretarios de la embajada Joaquín Pérez de Rada y Miguel de Lojendio que no sólo declaran su simpatía por los rebeldes nacionales sino que se convierten en los representantes oficiosos del gobierno fascista en Chile. En esta calidad, se presiona a la colectividad española, constituida en su mayoría por comerciantes o acaudalados banqueros sin intereses políticos previos y estimulan la división interna. El proceso se alimenta y consolida con la llegada de un grupo de más de un centenar de españoles y algunos chilenos repatriados que se habían acogido al asilo político excepcional de la Embajada de Chile en Madrid y más tarde con la llegada de otros cincuenta y un refugiados na­cionalistas entre los que se encontraban activistas prosublevación como el hermano de Joaquín Calvo Sotelo y el sacerdote P. Bueno.

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En ese momento era presidente del Gobierno en Chile Ar­turo Alessandri Palma, que junto a la prensa conservadora y el intendente de Valparaíso brindan virtualmente su apoyo al alzamiento. En Valparaíso se crean organi­zaciones de apoyo a Falange que desarrollan actos y funciones sociales. Por otra parte, se crean organizaciones de apoyo a la causa republicana a lo largo de todo el país. En ellas participan traba­jadores, profesionales y una gran masa de artistas, científicos e intelectuales chilenos. Se crea el Comité de la Cruz Roja Española y el Comité de la España Republicana, Comité Amigos de España, Comité Pro-España organizado por la Central Única de Trabaja­dores, la Alianza de Intelectuales organizada por Pablo Neruda en octubre de 1937, después de haber asistido en Valencia al Congreso Internacional de Escritores. La Alianza de Intelectuales se convierte en un motor de la solidaridad con la República. Hay marchas callejeras y en abril de 1937, un acto masivo en el estadio nacional para celebrar el aniversario de la llegada de la República, con asistencia de quince mil personas. En resumen, en Chile y especialmente en Valparaíso, se reconstruye el escenario político del conflicto de España que refleja los diferentes proyectos de la sociedad de la época. La guerra civil española se siente como propia.

Desde su cargo en Valparaíso Salvador Téllez es testigo de la agitación y tensión entre españoles y le toca intervenir frente a las autoridades para exigir de ellas que se cumpla el compromiso de los españoles nacionalistas acogidos en Chile de no participar en actividades políticas.

Los conflictos y la guerra de propaganda continúan en Santia­go, Valparaíso y Concepción. Los actos y reuniones para recaudar fondos para damnificados y los niños de la guerra se intensifican. En febrero de 1938 Salvador Téllez recibe del Ministerio de Asuntos Exteriores la noticia oficial de su decreto de moviliza­ción. Deja su puesto en Valparaíso y viaja a Europa con la familia para presentarse en Barcelona a las autoridades correspondien­tes. Es destinado a sanidad militar en el XVIII Cuerpo del Ejér­cito. Luego es adscrito al Cuerpo Jurídico Militar del Ministerio de Defensa y como tal le toca participar en la Comisión Militar Española, que forma parte de la Comisión Militar Internacional para el control de la retirada de los voluntarios extranjeros or­ganizada por la Sociedad de Naciones. Sale de España con los últimos brigadistas en febrero de 1939. En París se reúne con su mujer María Luz y las dos niñas de tres y medio y un año de edad, que esperaban allí la resolución de la guerra en España. No les queda otra alternativa más que la del exilio.

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El 10 de junio del 1939 la familia entra en México por Vera­cruz, como refugiados. En noviembre es nominado por el gobierno de la República en el exilio para representar los intereses republicanos en Chile. En septiembre de ese año llegaba a Valparaíso el barco francés Winnipeg con más de 2.200 refugiados españoles. En 1940 Salvador Téllez es depurado y dado de baja por el tri­bunal seleccionador de cargos del gobierno de Franco por haber permanecido fiel a la República desde su puesto en Valparaíso y «haber obstaculizado la actuación de los agentes oficiosos en Chi­le» quienes se proponían conseguir recursos y reclutar adeptos a la causa franquista.

Comienza su nueva vida de refugiado en Santiago y participa con amigos en pequeñas aventuras comerciales transitorias. Más tarde, entra a formar parte de A. J. Broom, una compañía inglesa naviera de fletes internacionales que cuenta con la representa­ción de la Compañía Transatlántica Francesa para Sudamérica.

En 1941 nace Alicia su tercera hija. La familia no se establece definitivamente en Chile hasta después de terminada la II Guerra Mundial cuando llega al convencimiento de la realidad histórica y que Franco no caerá como consecuencia de la derrota del fascismo, como lo creyó la gran mayoría de los idealistas re­publicanos. Salvador Téllez decidió que no pondría sus pies en España mientras Franco estuviera en el poder. Desde el exilio se mantuvo pendiente del acontecer dentro España y del mundo a través de una numerosa correspondencia, leyendo la prensa y las publicaciones generadas por antiguos compañeros de lucha e intelectuales como él en el exilio en México, Francia o Argentina. Sus hijas aprendieron a saber lo que ocurría durante la represión política a través de las historias de vida que escuchaban a diario traídas por refugiados que iban o venían desde o hacia distintas partes, y pasaban por su casa agregándose al pequeño círculo de los más íntimos que residían en Chile. Estos amigos reemplazan los lazos familia­res que quedaron dispersos dentro y fuera de España.

Con el tiempo fue creciendo su interés por los movimientos sociales y las actividades políticas en Chile sobre todo cuando la posibilidad de que Salvador Allende, socialista, y amigo de los republicanos españoles, llegara a ser elegido democráticamente como presidente de la República. Salvador Téllez fue invitado a ser colaborador del Partido Socialista durante la última campaña presidencial en donde se constituyó en un símbolo admirado y respetado. Al día siguiente del tan esperado triunfo de Allende, el 5 de septiembre de 1970 quiso ir a saludarlo personalmente. Salvador Téllez con gran decisión y alguna dificultad para caminar, se le acerca de inmediato, el primero de todos y extendiendo sus brazos le dice:

—Allende, soy Téllez, quiero ser el primero en felicitarlo, como español y en nombre de los españoles republicanos… y decirle que no olvidamos el gran apoyo moral que usted nos brindó cuando llegamos como exilados a este país… que ahora también es nues­tro… Su triunfo es el nuestro… lo felicito… y habiendo cumplido su tarea, se retiró y nos dijo emocionado: ¡Sentí que era mi deber hacerlo!

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Salvador Téllez con alguna secuela de un primer derrame cerebral, a los 61 años, fue una figura querida y respetada, por su integridad y sus ideales. Su presencia sirvió como modelo en la etapa de la construcción de una nueva experiencia histórica, comparable en tantos aspectos a la de la Segunda República. Pero no se pudo torcer el rumbo a la historia. Después del golpe mili­tar de Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973, su casa de familia fue allanada en varias ocasiones por detectives y policías con el pretexto de que allí había muchos libros y que por ella circulaban muchas personas. La numerosa familia identificada con sus ideales, se dispersa en las semanas siguientes al golpe. El nombre de su yerno, Dr. Óscar Soto Guzmán, cardiólogo de Salvador Allende, aparece pronto en la lista de personas buscadas y él con su familia y cinco hijos deben salir del país. A Salvador y María Luz la decisión les parece clara: deshacen su casa y regresan a Madrid en enero de 1974, aún cuando Franco era todavía jefe del gobierno. Una vuelta y otro exilio.

En esta nueva etapa en Madrid, julio de 1976, y llegada la democracia a España se establece la reincorporación de Salvador Téllez al Ministerio de Exteriores en calidad de Ministro Plenipotenciario. Se encuentra allí con algu­nos pocos antiguos amigos y colegas de trabajo. Él y los demás han cambiado. Lamentablemente, a los 68 años y gran fumador de toda su vida sufre las consecuencias de un segundo derrame cerebral que lo deja imposibilitado para continuar ofreciendo sus servicios.

Esto no le impide seguir conectado con la evolución diaria de los hechos trágicos que ocurren en Chile. Continúa pendiente del acontecer de su familia cercana y lejana otra vez y de la de sus amigos socialistas en Chile y fuera de Chile. Los cinco hermanos Téllez tienen la oportunidad de reunirse en Madrid desde sus lugares de residencia en distintas partes del mundo, rememorar los años de estudiantes y visitar el pequeño lugar de pescadores, Agua Amarga, en Cabo de Gata (Almería) en donde su hermana Carmen y su marido, el inglés Daniel Minton se han instalado a vivir. Salvador Téllez fue una persona íntegra y respetada por quienes lo conocieron, y sus valores los transmitió a las siguientes generaciones. Falleció en Madrid el 5 de julio 1992 a los 84 años de edad. Está enterrado en el cementerio de Pozuelo de Alar­cón en Madrid junto a María de la Luz que falleció el 19 de agosto del año 2000. Aún no ha recibido el merecido homenaje de su Almería natal, como tantos otros republicanos exiliados y silenciados.

Fotografías: Archivo familiar.

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